La aventura del conocimiento

Por Javier Pardo de Santayana

( Lanzamiento de la Voyager 1, en Wikipedia) (*)

Leo esta noticia un día cualquiera. Trata de un fantástico viaje: la sonda “Voyager” lleva 40 años por ahí y ya ha sobrepasado los confines del Sistema. Claro que, ocupados como estamos haciéndonos la vida imposible unos a otros, esto parece tenernos sin cuidado, así que este hecho indudablemente memorable es tratado como algo curioso simplemente; algo así como si la llegada de nuestras carabelas a un Nuevo Continente nos hubiera pasado inadvertida.

De entrada me sorprende que se olvide que hace ya la friolera de 40 años lanzamos al espacio una curiosa sonda cargada de testimonios signicativos de nuestra existencia en busca quizá de una respuesta, lo que no deja de ser bastante ingenuo. He aquí un gesto con escasas probabilidades de éxito pero con un gran significado teórico, y que indica que por mucho que sepamos ya siempre querremos saber más; que no nos miraremos al ombligo. Que nuestra curiosidad es imparable, porque la fascinación de cualquier descubrimiento añade una chispa de emoción a la aventura en quedamos inmersos desde que nacemos hasta la tumba fría.

Supongan tan sólo por un momento que ustedes hubieran sido quienes idearon o construyeron con sus propias manos este artilugio que sigue penetrando en el espacio fuera ya de los dominios del sol que nos da vida; un viajero que ya alcanzó la distancia imposible de más de 6.000 millones de kilómetros y, que a esta misma hora en que escribo ha superado todas las fronteras que parecían inalcanzables y se desplaza ya por los espacios interestelares. “Esto lo fabriqué yo con estas manos mías” podrán decir quizás algunos miembros de nuestra propia estirpe de terrícolas, y no me es difícil comprender la emoción que experimentarán imaginando que de alguna forma están tocando con sus propios dedos aquel lugar de otro modo inaccesible.

No podremos dejar de preguntarnos cómo se puede dar por natural que un artefacto como éste, minúsculo frente a las inmensidades que atraviesa, siga proporcionando información aun después de haber dejado atrás los dominios fascinantes de los grandes planetas – de Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno – y haber ya roto todas sus fronteras hasta entrar en una nueva dimensión del universo. “Será por que nadie le molestó a su paso”, se dirán algunos pensando en los atascos. Y si se extraña de algo será al pensar que alejada del sol pueda seguir la sonda surcando el universo.

Luego está el hecho sorprendente de que a las distancias de que hablamos “Voyager” aún sea capaz de mantener su enlace con nosotros; que en tales circunstancias aún sea posible aprovechar su viaje en términos científicos. Acostumbrados a ver cómo la infinidad de artefactos con los que convivimos acaban sucumbiendo a los estragos del paso del tiempo, no podemos por menos de admirar la fiabilidad de estos viajeros siderales y su capacidad para sobrevivir en un medio insoportablemente hostil ante la atosigante acumulación de incógnitas que debe superar en su camino. Como nos hace también reflexionar, entre otras muchas cosas, sobre la extraña situación en la que vive el hombre, rodeado de obstáculos naturales y artificiales pero enfrentado al mismo tiempo a la imponente desnudez del espectáculo nocturno en un brutal contraste entre la nada y la abundancia.

Que no sea noticia haber abandonado el Sistema Solar que nos acoge para entrar definitivamente en el silencio sin fin del universo – el haber alcanzado finalmente los espacios interestelares – es una prueba de la escasez de perspectiva que tenemos los hombres de este siglo. Parece, en fin, que la proliferación de artefactos para el consumo público y todo ese chaparrón informativo que disfrazado de diversas formas nos confunde y desvía de esa realidad desconocida en que vivimos, llega a ocupar de tal forma nuestras entendederas que en lugar de acabar contribuyendo a una toma de conciencia de lo que es la realidad de nuestras vidas, nos enreda más y más en la ignorancia.

Así estaremos perfectamente al tanto de los últimos chismes y sandeces de los famosillos o de las destructivas excentricidades que la política nos brinda y no se nos escaparán los últimos modelos de aparatos electrónicos que ofrecen más y más facilidades para trivializar cada vez más nuestra existencia mientras nos desentendemos de la gran aventura del conocimiento. Del conocimiento de esa realidad-verdad que acabaremos encontrando no tanto en los espacios intersiderales como en lo más profundo del corazón del hombre.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
http://c1.staticflickr.com/5/4405/36966515322_f06a62357e_o.jpg

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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