Por Javier Pardo de Santayana

( Correos, Barcelona. Acuarela de Diego Arias García en Hispacuarela de Facebook) (*)

No quisiera meterle miedo a nadie, pero no puedo por menos de observar algunos acontecimientos inquietantes tanto por su naturaleza como por su coincidencia en el tiempo. Y también, por qué no decirlo, por sus rasgos apocalípticos.

No acabamos aún de digerir la repetición de unos hechos de por sí sorprendentes si no fuera por que de verdad ocurren y porque además no parecen tener una solución fácil: esos ataques civiles que aprovechan la cotidianidad de la circulación rodada para convertirla en un arma letal con repercusiones no sólo locales e incluso nacionales, sino, por decirlo así, globales. Un arma que por sencilla puede ser utilizada sin mediar programa alguno, sin necesidad de hacer un presupuesto, sin una preparación específica para su empleo, sin recurrir a nuevas técnicas. Un arma cuyos efectos van mucho más allá de su vulgaridad: un vehículo de uso corriente manejado por un solo hombre sin conocimientos especiales; solo dispuesto a morir como resultado de su actuación. Objetivo que encuentra ciertas facilidades en una sociedad en la que los mensajes más absurdos tienen posibilidad de circulación entre las masas.

Decía que no acabamos de digerir esta aparentemente estúpida y banal realidad de nuestros días cuando, casi simultáneamente, nos llegan por las ondas ciertas noticias realmente desconcertantes. No ha mucho escribía yo en este mismo medio acerca de la posibilidad real de la caída de un meteorito que podría destruir nuestro planeta. “La cuestión del meteorito a nadie le importa un pito” lo puse yo por título, cuando ahora nos dicen, casi a bocajarro y sin mediar preparación alguna por parte de nadie ni suscitar el interés de la “ciudadanía”, que ha estado a punto de pasarnos rozando un pedrusco de cuatro kilómetros de largo que habría podido repetir la historia de aquel que destruyó la raza de los dinosaurios. Al final no pasó nada, pues sólo faltaba que este meteorito fuera el que definitivamente acabara con nosotros, pero el caso es que nosotros seguimos cerrando nuestros ojos a tan inquietante posibilidad.

Mas no se queda ahí la cosa, porque casi simultáneamente, sólo dos días más tarde del acontecimiento, nos despiertan con la noticia de que en Corea del Sur y en el Japón se han detectado determinados terremotos – de entre 5 y 6 en la famosa escala – que son atribuibles, no a la naturaleza como es frecuente por aquellos pagos, sino a la realización por Corea del Norte de ciertas pruebas nucleares. Lo cual sucede pocos día después – dentro de la semana – en que ese personaje de tebeo que gobierna, es un decir, aquel país asiático, amenazara nada menos que a los Estados Unidos lanzando un misil que sobrevoló los países vecinos y amenazó con armar una bien gorda. Y no se sabe bien por qué. Pero, ojo, que cuando hablamos de personajes de tebeo no debemos minusvalorar el potencial que representa esta endemoniada situación, porque uno piensa, por ejemplo, que para qué necesitamos asteroides si ya nosotros mismos, es decir, los habitantes de la Tierra, nos dedicamos a reemplazarlos gratis.

El caso es que mientras estas cosas ocurren en nuestra propia casa tampoco nos privamos de crear nuestros particulares meteoritos realizando pruebas peligrosas destinadas a una autodestrucción suicida. Como si se tratara de una conjunción astral, aquí también pequeños gorditos de tebeo se asoman a nuestras pantallas para anunciarnos sus pequeñas bombas nucleares, su pequeño invento sorprendente, su pequeño meteorito innecesario. Se trata de destruirnos a nosotros mismos rompiendo zafiamente, fuera de cualquier forma democrática y con argumentos cogidos por los pelos, una construcción que lleva ya muchos siglos de existencia y mucha vida compartida.

Nos preguntamos naturalmente que qué objeto pretenden. Y yo contesto simplemente que con el mismo que pretenden el despistado meteorito o el inclasificable y asiático gordito, ya que no se ve razón posible que justifique tan inexplicable y sublime estupidez.

El resultado es que uno se pregunta cómo es que en este caso, o sea aquí mismo, en esta Europa que por fin se liberó de la amenaza de ciertas novedades destructivas, en este lugar privilegiado de la geografía y de la historia, en este continente refinado donde toda idea tiene cabida siempre que no resulte absurda, podemos estar hoy con esta sensación de acoso, como de asedio por la inconsecuencia, sujetos a la posible voluntad de unos malvados o de unos insensatos; cómo no emerge una fuerte y sana reacción del pensamiento colectivo – liderado por la razón y el buen sentido – que se deshaga de este relativismo que nos atenaza con sus ocurrencias. Un “ya está bien” que detenga esta deriva.

PS: Me pregunta mi amigo el alienígena si los terrícolas no nos habremos vuelto locos.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
http://c1.staticflickr.com/5/4434/36209356833_fd757ff9b8_b.jpg

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

Lo más leído