La princesa que “tocaba” a la gente

Por Javier Pardo de Santayana

( Lady Di. Acuarela y pastel de Laurie Aronovici en pinterest.com) (*)

En estos días se ha conmemorado el aniversario de su muerte. Con ella se cerró una apasionante historia de gloria y de tragedia: la de una mujer bella y teóricamente afortunada que tras de conquistar a un príncipe europeo supo el sabor del desamor y el abandono. Ahora Lady Di ha vuelto de nuevo a las primeras páginas del corazón convertida en “icono” de sí misma, definitivamente transformada en un deseo insatisfecho.

Como era de esperar, Lady Di volvió a nuestro recuerdo, mas no lo hizo sólo en los telediarios y en el papel couché. Volvió – y en esto reside para mí lo más curioso – haciéndose notar gracias a un acontecimiento sorprendente; que de tal puede calificarse que prevaleciera la decidida iniciativa de unos hijos que ansiosos por trazar un buen retrato de su madre abrirían su corazón en público. Algo a mi parecer de mucho mérito teniendo cuenta que en el fondo de esta historia está la triste figura de su padre, un eterno heredero que envejece sin ejercer el cargo de monarca y se dedica a rellenar el tiempo de diversas formas esperando que le llegue su turno. Pero que, sobre todo, fue causante de la desgracia de su esposa. Quiero decir con esto que cuanto contribuya el encumbramiento de aquella muchacha desgraciada desprestigiará a quien, con su desprecio y su abandono, la destrozó la vida. Así que nada importaría que ella también buscara otros amores, fueran de un guardaespaldas, de un jinete…o de un egipcio multimillonario.

Pero con ser todo esto bien curioso, lo más sorprendente fue que, estando aún la Reina en el ejercicio de su cargo, siguiendo en su prolongada espera el príncipe, y habiendo éste contraído nupcias con la que fue su amante y símbolo mismo de su escaso amor por la princesa, la familia real aceptaría que los hijos abrieran su corazón al público para ensalzar de nuevo la figura de una mujer cuya sola mención provoca el desprestigio de quien ocupará en su día “el trono del Imperio”.

Esto sorprende aún más por la manera de ser de los británicos, siempre reacios a las dulzuras del amor y amigos de la seriedad y el protocolo. La frase de “cierra los ojos y piensa en Inglaterra” como recomendación materna a una novia en vísperas de boda refleja con humor, pero también con precisión, el tipo de actitud de las inglesas ante el sublime trance y cómo se ven los ingleses a sí mismos ante las amenazas de cupido.

Un futuro monarca mostrando en público y ante la televisión los entresijos de su alma, haciéndose de nuevo niño en presencia de la Commonwealth por no decir del mundo entero – o sea, en presencia de todas esas gentes que ignoran las sutilezas del estricto protocolo victoriano – habría sido en otro tiempo inconcebible. No es de extrañar, por tanto, que se impusiera el Brexit como posible reacción desesperada. Se hacía preciso evitar situaciones tan fastidiosas para un inglés como ésta de una confesión pública de amor filial, tan sólo propia de esos pueblos europeos que osan hablar de amor bajo la luna. Sí; algo era preciso detener esta deriva que ha perdonado las debilidades de la joven princesa hasta el punto de no pasar factura de sus amoríos con un sujeto procedente de un territorio del Imperio. Los ingleses habían descubierto un mundo nuevo y estaban casi a punto de caer en la trampa Y ésta era que Lady Di se permitía “tocar a la gente”, según oigo decir a los comentaristas. Por ejemplo, la Reina de ahora, se supone que como las de siempre – como la Reina Victoria y cuantas reinas fueron en sus días – nunca se permitiría tocar a un ser humano con sus dedos.

O sea que ésta era, junto con su mirada de soslayo que yo aconsejaría analizar por los psicólogos – la gran arma de la conocida como “Princesa del Pueblo”, el rasgo que a todos conmovía: que tocaba a los niños, incluso aunque fueran negros. Sobre todo si eran pobres y enfermos… Hasta fue a saludar a Santa Teresa de Calcuta y se acercó a los vertederos, ese hostil entorno de los pobres.

Lo que hoy, con la perspectiva del tiempo, es indudable, es que su desaparición en París aquella tarde aciaga supuso en el fondo un gran alivio para la monarquía inglesa: basta con que imaginen un futuro con el príncipe Carlos coronado, una ex-amante de consorte, Guillermo el heredero esperando su turno para el trono, y la progenitora de éste viviendo su vida acompañada por un señor egipcio. Y supongo que con sus conciudadanos manteniendo viva la figura de una mujer que, además de suscitar la compasión de los mortales por haber sido una esposa postergada, tocaba y abrazaba a los enfermos, los niños y los pobres.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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