Actividades veraniegas

Por Javier Pardo de Santayana

( Acuarela de Fabio Cembranelli en fcembranelli.blogspot.com) (*)

Puestos a imaginar, cabría no descartar que mi improbable lector pudiera en algún momento igualmente improbable interesarse por las actividades veraniegas de un foramontano en este rincón de la Montaña teniendo en cuenta que este año no todo son tardes de playa.

Partiendo de este supuesto les diré para empezar que el ambiente está salpimentado por la actividad de una familia de dos hijos, cuatro nietos y dos perras gemelas, así que encontrar el silencio no es tan fácil máxime contando con el más pequeño – cuatro años – que se mantiene conectado las veinticuatro horas del día. Y con las teckles, empeñadas en correr aventuras fuera del cercado, lo que ha obligado a nuestro hijo a lucir sus aptitudes de cazador profesional. Precisamente, los primeros días nuestra actividad consistió principalmente en encontrar los puntos de la cerca por los que las muy ladinas se fugaban. En una ocasión, tras de paralizar unos minutos la circulación rodada, las dos hermanas habrían alcanzado las cercanías de Treto para ir a parar a un prado custodiado por una vaca bien poco amistosa. Quiero decir con esto que gran parte de nuestro tiempo lo hemos empleado en vigilar a las dos pícaras.

Otro tiempo considerable – ya digo que no cuento con las horas de playa, que aunque no demasiadas si las hubo – lo he empleado, como es costumbre, en activar recuerdos. Por ejemplo, completando un archivo que yo llamo “expresivo” de lo que fue la casa solariega a partir de las notas recogidas por uno de mis hermanos. Éstas contenían algunos datos sumamente interesantes: por ejemplo, el origen de los cuadros, documentos y armas de la panoplia del viejo despacho de mi padre, como una dedicatoria artísticamente ilustrada por un héroe – el teniente Ortiz de Zárate – y escrita sobre el parche del tambor legionario de la Compañía paracaidista, unidad que, pese a estar exenta de ello, le rendiría honores en una guardia extraordinaria. Y tantos otros recuerdos entrañables, como el del propio sillón utilizado por mi padre, quien, habiéndose negado a aceptar durante un año cualquier obsequio de sus subordinados, lo recibiría por sorpresa, doce meses después de su partida, como entrañable símbolo del mando.

Mucho podría añadir sobre esta recuperación del pasado familiar en que ahora ando metido y con el cual pretendo evitar el olvido de la generación de nuestros nietos. Por ejemplo, aquella carta dirigida desde Méjico por el emperador Maximiliano a don José Zorrilla y conservada por mi abuelo materno, juez y redactor del Norte de Castilla.

Claro que también está la posibilidad de hurgar entre los libros para encontrar entre ellos algunos cuya existencia yo desconocía pese a estar en mis estantes. De esta forma pasaría a mis manos el “Relato de un Náufrago”, una pequeña obra maestra de García Marquez que podría ser modelo de buen periodismo. Pues el “Relato” nos narra casi minuto a minuto el naufragio de un marino de guerra que en viaje desde Mobile, Alabama, hacia Colombia sería arrastrado al agua con otros siete compañeros por un golpe de mar. Único superviviente, consiguió agarrarse a una balsa que le conduciría, a la deriva y después de sobresaltos y peligros, hasta las costas de su patria. Lo interesante para mí de su lectura es que me ha hecho recordar una vez más que cualquier cosa bien contada, o mejor, contada con detalle más allá incluso de lo que parecería razonable, prende en el lector de tal manera que, al hacerle vivir como de cerca la experiencia, acabará por subyugarle. Esto oí decir a alguien que se asombraba de haberse sentido encandilado por una secuencia cinematográfica que mostraba durante un largo rato y segundo a segundo, con el mayor detalle, la huida de unos sujetos atrapados en un túnel.

Otros hallazgos pueden ser el “Romancero Saharahuí» de Julio Martín Alcántara (1955) en el que busco sugerencias que me devuelvan sensaciones de ensoñación y soledad vividas en aquel desierto que un día me llegó a ser tan cercano y habitual como el lugar en que ahora escribo, aquí, en mi refugio montañés. O “Les Carnets du major Thompson” – Francia vista por un caballero inglés casado con una francesa – una de mis lecturas preferidas allá por los cincuenta y pocos, cuando mis veranos tenían sabor francés: los veranos de las “Hojas muertas” y de aquel “Alma de los Poetas” que sonaban a Trenet e Yves Montand.

Pero aún hay más cosas que hacer incluso con mal tiempo, como acercarnos a la Casa Grande para hacer una visita a los mayores y hablar también con los demás, que es buen momento para mantener los lazos familiares. Quizás algo más adelante monte con los más jóvenes de nuevo, como el año pasado, el viejo guiñol de los abuelos, esta vez con el añadido de la “Ópera” cuya presentación en italiano macarrónico ya tengo preparada; que para ello pienso poner al simpático Panoli con cuello de pajarita para dotarle de mayor autoridad… Todo esto sin contar con que habrá que seguir buscando temas para el blog aunque sea un poco a trompicones porque el wifi anda algo lento y los niños utilizan mi Apple para acceder a un pedagógico sistema con el que perfeccionan sus conocimientos matemáticos.

Claro que cuando escampe y vuelva de nuevo a verse un sol radiante siempre tengo la huerta, ya bastante ordeñada de lechugas, calabacines y pimientos, acelgas y berenjenas, y predispuesta a recibir plantones nuevos que habrá que decidir cuáles serán. Y aún nos queda continuar con la poda de los sauces y la quema de sus restos, la cerca, que seguiremos reforzando para mayor seguridad de que no se nos escapan las perritas, y la puerta del jardín que habrá que enderezar. Y tantas y tantas otras cosas más…


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
http://c1.staticflickr.com/5/4439/36328755951_3e883be61b_o.jpg

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

Lo más leído