Por Javier Pardo de Santayana

( Acuarela de Roberto Domingo) (*)

Muchas veces me he preguntado hasta que punto pesará en el alma del torero la sombra de su posible muerte. Porque el peligro es parte del paisaje del matador de toros, y supone el seguir o no viviendo. Así de claro y de definitivo.

También el soldado tiene una perspectiva que incluye la muerte como una posibilidad relacionada con una profesión que va más allá de lo “normal” y cotidiano puesto que establece un serio compromiso personal nada menos que bajo juramento respecto a un eventual entrega de la vida. Quiere esto decir que el militar contempla una posible situación ante la cual su obligación será jugarse sencillamente la existencia. “Y derramar, si es preciso, hasta la última gota de su sangre”.

Mas para quien decide ser torero aquello de jugársela resulta casi cotidiano: es no sólo algo que pudiera ocurrir en algún momento de su vida, sino que se le presenta cada vez que ejerce su oficio, es decir, cada tarde que se enfrenta a su destino en el lugar donde simplemente desarrolla su forma, no solo de disfrutar del atractivo de su profesión, sino, sobre todo, de ganarse la vida. He aquí una especie de juego de palabras con un significado muy profundo. Porque hablar de la vida de esta forma no es hacer poesía y quedar bien, sino que es describir una realidad. Sólo queda por tanto calibrar hasta qué punto lo siente el torero, aunque ni siquiera lo mencione, en su propio día a día y en el interior de su conciencia. .

Pues bien, la noticia de hoy es la siguiente: un torero ha sido empitonado y muerto por un toro. El hecho sucedió en el mes de junio de este mismo año. Los medios nos contaron que era un vasco de Orduña, casado y padre de una niña. Y que estaba entre los mejores por su valor y por su arte; que incluso había probado suerte encerrándose con seis morlacos en Las Ventas aunque con un resultado no brillante. Quizá influido por el desencanto, mes y medio más tarde escribiría una nota que estremece. Lo hizo hace cosa de dos años aunque sólo salió a la luz recientemente. Se conoce porque lo reveló su apoderado a un conocido comentarista de la Fiesta. Le recordarán de la televisión; Manolo Moles.

Nos dirían los medios que la viuda encontró este mensaje. Estaba escrito en dos folios por el diestro – de su puño y letra y en la semisoledad de una habitación de hotel – dos años antes del percance; exactamente cuando su reaparición en la Maestranza. El documento apareció según dicen algo desteñido, en un maletín tan sólo utilizado por el diestro que, por lo que se sabe, nunca lo había revelado a su familia. Se trata de una confesión que nos transmite la cruda y palpitante, íntima convicción de este valiente sobre la amenaza de la muerte como una circunstancia habitual. “Si estas leyendo esto, todo habrá acabado” escribe sin duda imaginando un hecho que considera más que probable. Lo cual nos hace, efectivamente, estremecernos, y aún más cuando nos dicen que entre aquel día en que escribió el mensaje y su cogida aún tuvo la ocasión de convertirse en padre de una niña que le conocerá sólo por las fotografías y algunos recortes de periódicos.

Gente especial ésta del mundo de los toros, que se planta sola ante el público y que ha de improvisar su actuación según las condiciones de una fiera que hará por él en cuanto se descuide. Y que ha de hacer no se sabe bien qué para ganarse al público porque no tiene guión ni partitura ya que siempre trata de lo mismo. Lo diferente será simplemente “el cómo». Además ha de enfrentarse a un medio enemigo y medio cómplice que en todo caso procurará evitar su éxito; un virtual asesino a quien deberá someter a su voluntad luciéndose y mostrando, además de su valor, su arte y su temple. Exactamente, lo que intentaba hacer cada tarde Iván Fandiño a las cinco de la tarde, a esa hora mítica que de por sí huele a tragedia.

Pues bien, ahora sabemos que además lo hacía consciente de lo que podría sucederle cualquier día. Por ejemplo, el 17 de junio del presente año, dejando sin esposo y padre a una mujer llamada Cayetana que le siguió desde el otro lado del océano y a una niña – Mara – de menos de dos años.

Anticipando su futuro trágico decía también la despedida oculta: “probablemente el precio que me ha tocado pagar es demasiado duro, pero mi alma está tranquila”… Gente especial, estos toreros nuestros.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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