25 años D.O. “Cigales”. 13. San Isidoro de Dueñas. Y IV. Reforma monástica y recuperación vitivinícola

Por José María Arévalo

( La actual bodega del monasterio de San Isidoro de Dueñas. Fuente: Foto cedida por el monasterio) (*)

Concluimos en esta cuarta entrega el artículo “El papel del monacato en la repoblación y el cultivo del viñedo en la comarca de Cigales: el ejemplo del monasterio benedictino de San Isidoro de Dueñas” de Álvaro Pajares Conzález y Julio Femández Portela, que recoge el libro conmemorativo “La comarca vitivinícola de Cigales: viñedos, bodegas y vinos. 25 años de la D.O. Cigales” que venimos reseñando. Tras dedicar la Introducción a los “Orígenes y papel repoblador”, a la que dedicamos nuestro primer artículo, y ver en el segundo “La configuración del patrimonio monacal de san Isidoro de Dueñas: la importancia del viñedo”, y en el tercero “El primer priorato cluniacense de Castilla y la crisis bajomedieval (1073-1478): pérdida y enajenación del patrimonio vitivinícola”, el artículo recoge finalmente “LA REFORMA MONÁSTlCA DE LOS REYES CATÓLICOS: SAN BENITO EL REAL DE VALLADOLID Y LA RECUPERACIÓN DEL PATRIMONIO VITIVÍNICOLA”, así como otro capítulo sobre “LAS RELIQUIAS DE SAN ISIDORO EN LA PROTECCIÓN DE LOS CAMPOS Y VIÑEDOS”, y un final de Conclusiones.

“Gracias a la estabilidad -continúa el artículo en este apartado- que supuso el reinado de los Reyes Católicos a finales del siglo XV, éstos iniciaron una profunda reforma religiosa y monástica, entre cuyas medidas cabe destacar la supresión de los prioratos dependientes de monasterios ajenos al reino, como era el caso de la orden borgoñona con sede en Cluny. Por lo que respecta a la orden benedictina, convirtieron en la cabeza de la orden al monasterio de San Benito el Real de Valladolid, del que pasó a depender San Isidoro por bula papal de Sixto IV en 1478. El monasterio recupera así su rango abacial y los abades vuelven a ser elegidos trienalmente por el propio capítulo de monjes, iniciándose también una política de recuperación del patrimonio enajenado o perdido durante la crisis bajomedieval.

Durante esta etapa, en la primavera de 1604, durante el abadiato del cronista de Felipe III, Fray Prudencio de Sandoval, se produce el devastador incendio que destruyó la construcción románica del siglo XI, a excepción de la iglesia, situada, según el esquema habitual de las plantas monacales, en el extremo norte del conjunto, más expuesto a las inclemencias meteorológicas, construyéndose a principios del siglo XVII, tras el incendio, el actual edificio conventual. La nueva construcción sigue el llamado estilo clasicista fuertemente extendido por la Meseta Norte en esos momentos gracias a la irradiación generada desde el fructífero foco vallisoletano. Cuenta, así, con una planta rectangular articulada en torno a dos claustros separados por la estancia destinada a refectorio. La fachada principal, al igual que la de la iglesia, es la que abre a poniente, al oeste, y se trata de una sobria fachada sin ningún tipo de decoración. La entrada principal se encuentra en el centro de dicha fachada, carente también de decoración, destacando únicamente por sobresalir del resto de la construcción y contar con una torre campanario de planta cuadrada que remata en un estilizado chapitel, característicos de este estilo arquitectónico.

Asimismo, los nuevos abades se tuvieron que encargar de recuperar el patrimonio que se había perdido y, por ello, destaca la realización de una serie de apeos a lo largo de los siglos XVI y XVII. En este periodo, la adquisición de propiedades por parte del monasterio ya no será por vía de donaciones regias o nobiliarias, sino que forman parte de las propiedades cedidas por los propios monjes y abades a la hora de ingresar en el monasterio. Para la época moderna son diversos los documentos que nos permiten conocer las propiedades del monasterio como los de compra-venta o una serie de apeos realizados para delimitar los terrenos y bienes monacales que eran objeto de la intromisión de los vecinos de las villas circundantes. Ya para los siglos XVIII y XIX cabe destacar como fuente de información el Catastro de Ensenada o la Desamortización de Mendizábal, permitiéndonos constatar que a mediados del siglo XVIII la presencia del viñedo en la región era todavía considerable, llegando a superar Dueñas las 1000 hectáreas de viñedo.

Fuertemente afectada toda esta zona por la filoxera en el siglo XIX, en la actualidad la provincia de Palencia tan sólo cuenta con un total de 548 hectáreas, de las cuales aproximadamente 120 pertenecen a Dueñas, por lo que sigue siendo uno de los municipios con más peso en la producción vinícola. Otro ejemplo significativo, y aunque en la actualidad no pertenece a la D. O. Cigales, es el caso de Villamuriel, que en este mismo periodo, a medios del siglo XVIII, llegó a tener también 1000 hectáreas de viñedo, frente a su casi desaparición en la actualidad. En Villamuriel existieron muchas fincas dependientes de San Isidro que se datan a partir de 1552, aunque aparecen más referencias entre 1619 y 1743, como por ejemplo el caso de Isidro Méndez, vecino de Villamuriel, quien «poseía dos viñas, una en los Olmillos y otra en el Paramillo, por las cuales pagaba de foro perpetuo al Monasterio de San Isidro 11 reales deVellón» (26 Yañez Neira, 1969, p. 363).

Por destacar algún ejemplo, el monasterio no poseía solo viñedos en el término de Dueñas sino también en las villas aledañas como en Tariego de Cerrato : El 24 de febrero de 1538, Martín de Avendaño, criado y mayordomo de D.Juan de Acuña, conde de Buendía, otorgó una carta de venta al Abad de San Isidro Fray Martín de Nájera, de los bienes que tenía heredados de su primera mujer Doña Inés de Villadiego, radicantes en el término de Santa Coloma, y consistentes en casas, tierras, viñas, huertas, prados y pastos ( A.H.N., legajo 5435, citado en Yáñez, 1969, p. 306).

Como podemos observar, muchas de estas propiedades las tenían arrendadas, por lo que el monasterio se veía beneficiado por la percepción de una renta por su arrendamiento como es el caso de un contrato de arriendo con Manuel Vergara, médico de Dueñas, de «dos viñas propiedad de San Isidro, una en Culdeque y otra en el lavadero, pasado el puente de San Isidro, que hacen 6.048 palos, en el precio de 11 reales y tres maravedís anuales. El arriendo es por vida de tres reyes, a contar desde Fernando VI ( Yañez Neira, 1969, pp. 342). Por último, también sus filiales, como era el caso del priorato de Santiago del Val, situado en Santoyo, entre Astudillo y Támara, también poseían sus propias viñas y bodegas, según consta de un apeo realizado en 1742. En estos siglos, son numerosas también las visitas realizadas por monjes y administradores procedentes de San Benito el Real a quienes Yáñez (1969: 518519) atribuye la recuperación económica del monasterio, en su celo para que no se realizaran gastos superfluos, se recuperaran y se pusieran en explotación tierras y viñedos que habían permanecido incultos o habían sido enajenados, favoreciendo la recuperación de todo el patrimonio perdido, etc. Toda esta mejora económica la atribuimos al rigor de los visitadores en velar por impedir toda extralimitación en gastos superfluos o no muy necesarios. Se mostraban rigurosos de ordinario, incluso con los abades, amenazándoles con la privación del cargo […]. Gracias a estas medidas preventivas, el Monasterio salió a flote y pudo disfrutar relativo desahogo económico.

Por lo que respecta a las bodegas, el propio monasterio contaría con dependencias destinadas a esta función que, en el siglo XVIII, en una relación realizada en 1778, contenía 48 cubas que suponían 6.951 cántaras de vino ( A.H.N, Clero, ms. 9.663, fal. 1). Con el paso de los siglos, no obstante, algunas dependencias monásticas amenazaban ruina y entre los años 1806-1807 se realizaron numerosas reparaciones, reedificándose la bodega. A pesar de estas mejoras, al año siguiente, en 1808, el monasterio se vio afectado por la ocupación de las fuerzas napoleónicas durante la Guerra de la Independencia. Un inventario realizado por la Administración Principal de Palencia nos da cuenta de que los monjes llegaron a ser expulsados para ser utilizado como cuartel general de las tropas francesas, quienes no sólo causaron numerosos perjuicios en las dependencias del monasterio sino que también se sirvieron de sus bienes, indicando que el vino «había quedado dimanado del continuo tránsito de tropas en aquella época» (Yáñez, 1969). Ya en el siglo XX, en 1919, el abad Félix Alonso Garda mandó construir una enfermería en la parte más soleada, orientada al mediodía, sobre la bodega antigua, que sigue existiendo en la actualidad.

Nos encontramos también diversas referencias (Yáñez, 1969) a la posesión de casas con bodegas, aunque frecuentemente estas propiedades eran arrendadas, por lo que el beneficio del monasterio era la percepción de la renta correspondiente. Por lo que respecta a Dueñas, nos encontramos con que, en 1533 otorgan a censo perpetuo unas casas con su bodega y cubas, sitas en la cuadrilla de Santa Cruz, al escribano Rodrigo Alonso Cocina, quien se obliga a pagar 2.100 maravedís cada año ( AHN, Clero, leg. 5.437, citado en Yañez,1969 pag. 307) . El monasterio poseía otra casa con su bodega y cubas detrás de la iglesia lindante con la calle pública y que tenían también arrendadas a Andrés de Baltanás y sobre las que existía un censo de 1.500 maravedís anuales a favor del abad y monjes de San Isidro (AHN, Clero, leg. 5.437, citado en Yañez, 1969 pag. 342). No será hasta el siglo XVIII, gracias al fuerte crecimiento del viñedo en España debido al efecto de la filoxera en Francia, cuando empiecen a crecer los barrios de bodegas que todavía hoy conocemos, llegándose a diferenciar hasta cuatro barrios: San Pedro, San Antón, Santa Marina y el más amplio en torno al carril de vinateros en las faldas del cerro conocido como «El Castillo». Así, en el siglo XVIII, aparecen mencionadas bodegas que parecen ya construcciones independientes dedicadas exclusivamente a la producción y elaboración del vino como la heredada por el monasterio de los bienes de unos de sus abades, Fray Francisco de Rivas, que ejerció el abadiato tres cuadrienios en el siglo XVIII, entre 1741 y 1745, entre 1749 y 1753 y entre 1757 y 1763. Esta bodega contaba con lagar y se encontraba bajo la cuesta del otero de Santa Marina, lindante con la calzada vieja y la bodega de José Molinero. En diciembre de 1778, los monjes deciden vender esta bodega debido a la poca productividad que suponía su conservación y mantenimiento al monasterio, adquiriéndola Francisco López Serrano por 1.500 reales de vellón (Yáñez, 1969, pp. 339-340, indica que este documento formaría parte del archivo del monasterio, cuya signatura antigua sería cajón 1, n° 54-H).

LAS RELIQUIAS DE SAN ISIDORO EN LA PROTECCIÓN DE LOS CAMPOS Y VIÑEDOS

La importancia que adquirió la producción agrícola en una sociedad basada prácticamente en una economía de subsistencia, en la que la supervivencia dependía de los frutos de las cosechas, dio lugar a la sacralización de todo aquello vinculado al campo. Se tratan, además, de celebraciones y prácticas que hunden sus raíces en la Antigüedad clásica y vinculado, por tanto, a cultos paganos, siendo innumerables los mitos y leyendas relacionadas con la agricultura como el mito de Deméter y Perséfone o la figura del controvertido dios del vino y la vendimia, Baco o Dioniso, que fueron recurrentemente objeto de interés de los artistas del Renacimiento y el Barroco. Pero dentro de la propia Iglesia, estas creencias tan arraigadas al sentir popular fueron muy difíciles de erradicar y, por tanto, muchas de ellas fueron cristianizadas, entre ellas las vinculadas al calendario agrícola como el solsticio de invierno, en el que se celebra el nacimiento de Cristo, o el solsticio de verano con la festividad de San Juan Bautista. Pero era en primavera, la estación por excelencia de la germinación de los campos y símbolo, por tanto, de la fecundidad y la fertilidad de la tierra y de los hombres para el imaginario colectivo, cuando se desarrollaban numerosas festividades relacionadas con el campo como las fiestas mayales. No es de extrañar, por tanto, que a principios de mayo la Iglesia celebre la llamada Cruz de Mayo o que el santo patrón de los agricultores, el santo madrileño San Isidro Labrador, se celebre el 15 de mayo. Asimismo, ha sido habitual hasta fechas recientes, hasta bien entrado el siglo XX, que al inicio de la temporada de siembra se realizaran procesiones que finalizaban con la bendición de los campos a través de la aspersión de agua bendita con el hisopo por la autoridad eclesiástica pertinente, implorando una buena cosecha. En momentos de adversidad, de inclemencias y malas cosechas, era habitual también que el pueblo solicitara que se celebraran rogativas y procesiones para suplicar la intercesión divina o de algún santo, existiendo una especial devoción por algunos santos en concreto, por haber adquirido cierta fama en el cuidado de los campos y cultivos. Es el caso de las reliquias de San Isidoro custodiadas en este monasterio y es el cronista de la orden benedictina Fray Antonio de Yepes (1960, tomo 11, Cap. CV: 148-149), quien a principios del siglo XVII nos refiere que se atribuía a las reliquias del santo mártir alejandrino numerosos milagros, en los cuales aparecen implicados también los viñedos, pues acudían a él sobre todo en épocas de calamidades en los campos como sequías, pedriscos, epidemias, etc. En concreto, se utilizaba agua que había estado en contacto con las reliquias para esparcir por los campos y viñedos y liberarlos de unos «gusanos que llaman cocos»:

[…] Atribuirlo a los merecimientos del bienaventurado san Ysidoro mártyr de Alexandría, por uno de cuyos huesso se pasa gran cantidad de agua, y se guarda en redomas, para quando los labradores de la tierra le vienen a pedir para esparcir por las viñas, y rociar las vides, como se suele hecha la agua bendita con ysopos. […] En las viñas y huertos donde se esparze esta agua, no entra el coco, y si ha entrado luego huye […].

No debemos olvidar que en el siglo XVII se establece también un voto de villa por el cual el pueblo de Dueñas se compromete a ir en procesión y romería al monasterio para agradecer la intercesión del santo en un periodo de pertinaz sequía en 1628, siendo constantes en el siglo XVIII las súplicas al abad y monjes para que se permita realizar la procesión y celebrar la misa en honor al santo no sólo por parte de los vecinos de Dueñas sino también de pueblos limítrofes, siendo los vecinos de Cevico de la Torre los que suplican que:

Siendo tan notoria la plaga que se padece del coquillo, y los daños que está causando en las viñas, y que de parte de esta villa que ha procurado se mitigue valiéndose de repetidos conjuros y oraciones, para que la divina providencia se sirviese aplacarla, no avanzando estos medios nos propuso nro. desvelo y cuidado hacer prozesión general y con ella pasar dese RI. Monest.O y celebrar una misa en la capilla de San Isidro esperando con la confianza que vivimos que con su intercesión libre este pueblo el fin que deseamos (A.H.N, Clero, leg. 5.441, citado en Yáñez, pp. 248-249).

Esta estrecha vinculación entre las reliquias del mártir alejandrino y la protección de los campos favoreció quizás la posterior confusión con el célebre santo madrileño, patrón de los agricultores, que ha supuesto incluso el cambio de titularidad, conocido hoy el monasterio como San Isidro de Dueñas. Esto sumado a otros factores como la proximidad de sus festividades, 14 y 15 de mayo respectivamente, la similitud entre los nombres, prácticamente homónimos, y utilizados indistintamente en la documentación, la gran devoción en una región de carácter agrícola y cerealista por el patrón de los agricultores y, finalmente, el abandono de forma temporal del monasterio tras las desamortizaciones y la pérdida de las reliquias durante la Guerra de Independencia, seguramente favorecieron también ese cambio de titularidad. (Las reliquias de San Isidoro habrían sido trasladadas para su custodia durante la ocupación napoleónica del monasterio a la iglesia de Tariego de Cerrato, que se vio afectada por un incendio en el transcurso del conflicto bélico).

CONCLUSIÓN

Para finalizar con este sucinto repaso a la historia de este importante cenobio benedictino y el papel del monacato en la repoblación y explotación de las nuevas tierras conquistadas en el avance reconquistador, destacar que a pesar de verse afectado en el siglo XIX por la Guerra de la Independencia primero y la Desamortización posteriormente, siendo abandonado definitivamente por la comunidad de monjes benedictinos en 1835 (López, 2011), en la actualidad sigue en activo gracias a que la vida monacal fue restaurada por una comunidad de monjes pertenecientes a la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia (O.C.S.O) y, por lo tanto, a una rama del Císter que se fundó en el siglo XVII en la abadía de Nuestra Señora de la Trappe en la Baja Normandía francesa, de la que toman su nombre sus monjes, conocidos como trapenses. Estos monjes llegaron en 1 891 procedentes de la abadía de Santa María del Desierto de la región del Alto Garona y actualmente sobrevive con una de las comunidades más importantes de la región, superando la treintena de hermanos. Además, a pesar de la controversia sobre su posible origen visigodo, se trata de uno de los conjuntos monacales que cuenta con una de las historias más dilatadas de la Península, hundiendo sus raíces en la repoblación del siglo IX d.C., jugando un importante papel en la ocupación y articulación del territorio y en la explotación de las tierras. Gracias a la protección real y nobiliaria de los primeros siglos, consiguió reunir un amplio patrimonio formado no sólo por tierras de cultivo sino que también, como hemos visto, al hallarse enclavado en esta fértil región vitivinícola, ubicado en una amplia llanura entre los dos ríos más importantes de la provincia, el Carrión y el Pisuerga, y muy cerca de su confluencia, adquirió una gran importancia en el cultivo del viñedo.”


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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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