Siguiendo el programa

Por Javier Pardo de Santayana

( Dos casas solariegas montañesas. Acuarela de don Antonio Maura en ampuerobrera. blogspot.com) (*)

Todos los años lo hacemos, y se ha convertido en uno de los planes veraniegos. Es un plan en familia y tiene dos partes: la primera consiste en subir a la Bien Aparecida. Se toma la ruta hacia Ramales y luego se desvía uno en dirección a Ampuero, uno de esos lugares de recuerdos ligados a nuestra propia historia personal. Allá solíamos acudir de jóvenes durante nuestros veraneos para asistir a dos acontecimientos atractivos: la bajada del río Asón y los encierros.

La primera es una buena fiesta veraniega, plena de gente y de color; con el río que se precipita entre las piedras, las piraguas que empujan hasta el agua y la espuma y la gente que mira desde el puente y las orillas; todo muy refrescante y muy vistoso. Lo del encierro me trae otro recuerdo muy concreto: el de alguno de mis hermanos y una niña con la que acabaría yo casándome; todos asomados a un portal para ver pasar los toros más de cerca.

En este caso – es decir, para subir a la Bien Aparecida – Ampuero es sólo una referencia en el camino. En ella se toma una desviación para iniciar la cuesta arriba que alguno de mis hermanos solía recorrer a pie acompasando el ascenso con el rezo del rosario. No en vano la subida se halla jalonada por altos hitos de piedra que marcan ostensiblemente el comienzo de cada misterio.

Arriba encontramos una misa recién iniciada. No somos muchos en ese momento pero se ve que quienes acudimos hoy venimos en familia. Uno de los padres de la congregación se nos acerca al final para preguntarnos si tenemos intención de subir al camerino de la Virgen, patrona de Cantabria. Y surge una conversación en la que sale a colación nuestra costumbre de no dejar de visitar el templo cada año, como también la evocación de lo que disfrutaron nuestros hijos y ahora disfrutan nuestros nietos pudiendo ver de cerca la diminuta imagen. Yo le pregunto por el padre que me traía la comunión todos los días cuando me operaron de peritonitis en Laredo y con el cual mantuve largas conversaciones en su día; la noticia es que desgraciadamente murió en un accidente del que él fue la única víctima.

El segundo acontecimiento se refiere a otra visita parecida. Ésta al famoso Santo Cristo de Limpias, del cual hay una historia tan interesante que mereció de mí otro artículo en el blog de los foramontanos. Sólo les recordaré una cosa: que a poco de producirse los sorprendentes acontecimientos que dieron ocasión a su renombre, hubo un año en el que el número de peregrinos superaría el registrado en Lourdes. Entonces hice algunas averiguaciones y descubrí que había un santuario con el mismo nombre nada menos que en La Habana, cosa que tuve ocasión de constatar casi inmediatamente, ya que uno de mis múltiples sobrinos estaba destinado precisamente en Cuba.

Quienes conocen la región sabrán, como yo sé también de siempre, que la visita a este Cristo en agonía se completa tradicionalmente con una merienda consistente en un delicioso chocolate con picatostes o con churros; de lo cual deriva otro recuerdo interesante, ya que mi operación de peritonitis en Laredo se produjo precisamente tras de haber mezclado la ingesta del famoso chocolate con unos mortíferos panchitos tal como advertí a mi improbable lector para que ni se le ocurriera hacerlo. Y una de mis nietas se partiría un brazo en los diabólicos artefactos que hoy se ofrecen a los niños para jugarse el físico en los parques infantiles y que se nos ofrecen en las proximidades. Claro que ya era el segundo brazo suyo que sufría una fractura por un motivo parecido.

Pero, quitando estos sucesos que esmaltan cualquier convivencia familiar, todo tiende a ser luminoso y positivo en estas largas horas del verano en que se reanudan y refuerzan los lazos afectivos que sirven de amalgama para ir forjando poco a poco recuerdos comunes entre quienes ya andan independientemente por la vida. Ocasiones que pondrán en conexión a los más jóvenes con los que ya no lo son tanto, o, digámoslo así de crudamente, con los viejos, como también a los tíos con los sobrinos y a cada primo con los demás primos. Todo ello en un entorno en que resuenan los ecos del pasado y en el que los niños oyen hablar de sus abuelos y de sus bisabuelos como si hubieran vuelto a ocupar las mismas sillas y sillones que solían.

Un ambiente en el que cada uno se siente más seguro al verse arropado por quienes – aún sin conocerle a uno – le legaron, al mismo tiempo que sus genes, el tesoro de su estilo y de sus convicciones.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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