25 años D.O. “Cigales”. 13. San Isidoro de Dueñas. III. La crisis bajomedieval

Por José María Arévalo

( Fachada del monasterio de San Isidoro de Dueñas) (*)

Concluimos el apartado sobre “LA CONFIGURACIÓN DEL PATRIMONIO MONACAL DE SAN ISIDORO DE DUEÑAS: LA IMPORTANCIA DEL VIÑEDO”, del artículo “El papel del monacato en la repoblación y el cultivo del viñedo en la comarca de Cigales: el ejemplo del monasterio benedictino de San Isidoro de Dueñas” de Álvaro Pajares Conzález y Julio Femández Portela, que recoge el libro conmemorativo “La comarca vitivinícola de Cigales: viñedos, bodegas y vinos. 25 años de la D.O. Cigales” que venimos reseñando; y añadimos el siguiente apartado, “EL PRIMER PRIORATO CLUNIACENSE DE CASTILLA Y LA CRISIS BAJOMEDIEVAL (1073-1478): PÉRDIDA Y ENAJENACIÓN DEL PATRIMONIO VITIVINÍCOLA”.

Después de dedicar la Introducción, sobre “Orígenes y papel repoblador”, a la que dedicamos nuestro primer artículo, pasa a tratar, en un nuevo apartado, “La configuración del patrimonio monacal”, que dejamos inconcluso en nuestro artículo anterior dada su extensión y ahora proseguimos. “La presencia de estos pequeños monasterios –continúa el artículo- constata también esa proliferación de pequeños centros religiosos durante la etapa de repoblación, que acabaron siendo absorbidos por centros monásticos de mayor peso.

Además, no hemos de olvidar que la mayor parte de la producción de uva y el consumo de vino se encontraba en manos del clero, por lo que, según Huetz de Lemps (1967 a y b, ed. 2005: 129), «todo el trabajo que supuso el hacer fructificar las tierras abandonadas no habría podido llevarse a cabo sin la organización y el fuerte impulso del clero».

Muchas de estas propiedades se encontraban en municipios que no pertenecen a la D. O. Cigales pero que pasaban a ser propiedad del monasterio de San Isidro de Dueñas, ampliando así los dominios de los monjes eldanenses. Además, aunque los monasterios con más peso en la región conformada por la D. O. Cigales fueron San Benito de Sahagún, en León, y San Zoilo de Carrión de los Condes, en Palencia (Reglero, 1993), el monasterio de San Isidro de Dueñas poseyó también algunas propiedades en esta zona como en Cubil las de Santa Marta o el valle de Trigueros. Podemos destacar, así, la donación del conde Pedro Ansúrez el 9 de enero de 1117 de una heredad en la aldea de Valhenoso, un despoblado en término de Corcos del Valle (AHN, cód. 11513, f. 12 (regesto del Libro Becerro, f. 48, fol. codem pág. 2) y BN, ms. 720, f. 293r-v., citado en. Reglero, 2005, n» 42, pp. 381-382), o la donación por parte de María Gutierrez, mujer de Gómez Garda de Trigueros, de una heredad en el lugar de Covellegis en Cubillas de Santa Marta en 1169 ( AHN, cód. 11513, f. 12 (regesto del Libro Becerro, f. 51) Y BN, ms. 720, f. 297r-v., citado en Reglero, 2005, n° 63, pp. 420-421).

Entre todas estas donaciones nos encontramos también referencias a viñedos, no sólo en el propio coto formado alrededor del monasterio sino también en las localidades aledañas, donde se suele conceder una villa o iglesia junto con todas sus propiedades anejas, incluidas las viñas, aunque hay que tener en cuenta que nos hallamos ante una fórmula cancilleresca y, por lo tanto, se trata de una expresión estereotipada en la que se enumeran diferentes tipos de propiedades pero que, en la realidad, no tiene por qué hacer referencia a realidades concretas: «casas, solares, tierras, viñas, árboles frutales y silvestres, montes, fuentes, molinos, azeñas, pesqueras, huertos, heras, entradas y salidas, y todo quanto podía dar sin reservase cosa alguna» (16 Donación del monasterio de San Miguel de la villa de Hontoria por la reina Urraca I en 1116, citado en Yáñez, 1969, p. 164; Reglero, 2005, n041, pp. 380-381)

Aparecen referencias a viñas en las donaciones de la iglesia de San Miguel de Baltanás por Sancho III en 1033 ( AHN, cód. 11513, f. 6 (regesto del Libro Becerro, f.7) y BN, ms. 720, ff. 241 v-242r., citado en Reglero, 2005, n° 20, pp. 321-324), la iglesia de San Juan de Baños por Urraca I en 1115 o la iglesia de San Miguel de Medina de Rioseco por la princesa doña Sancha en 1132, que había edificado Romano, presbítero de Villaconancio ( AHN, cód. 11513, f. 11 (regesto del Libro Becerro, fA7) y 122r. (Ant. Sgn, Cajón IX, 2L, 8′ piel, regesto de un pergamino, y BN, ms. 72O, ff. 305v-306r., citado en Reglero, 2005, n» 51, pp. 398-399).

No obstante, estas donaciones no sólo contemplan la cesión de bienes raíces, sino que también incluyen la jurisdicción sobre otros centros religiosos que pasan a depender de un monasterio de mayor peso y entidad, llegando a pertenecer a San Isidoro más de una quincena de monasterios y prioratos, la mayor parte en territorios próximos como Santiago del Val, entre Santoyo y Astudillo (Palencia) ( AHN, cód. 115B, f. 6 (regesto del Libro Becerro, f.S) y BN, ms. 720, ff. 242r-243r., citado en Reglero, 2005, n° 2S, pp. 345-348), San Miguel de Medina de Rioseco (Valladolid) o San Torcuato en Cevico de la Torre, Santa Coloma en Tariego y San Miguel en Hontoria, entre las numerosas donaciones que recibe este monasterio en el Cerrato palentino; pero también algunos alejados como San Boal perteneciente a la Villa y Tierra de Cuéllar (Segovia), otorgado por el conde Pedro Ansúrez, su mujer Eylo y el concejo cuellerano en 1112 ( AHN, cód. 115B, f. 1 Or (rcgesto del Libro Becerro, f. 33) y BN, ms. 720, ff. 290t-291 r., citado en Reglero, 2005, n° 37, pp. 371-375), San Miguel de Escalada (León) por la infanta doña Sancha en 1124 ( AHN, cód. 115B, ff. S-9 (regesto del Libro Becerro, f. 24) Y BN, ms. 720, ff. 283v-2S4v., citado en Reglero, 2005, n° 47, pp. 3S9-392) o San Tirso de Tudanca en las Asturias de Santillana (Cantabria) por Pedro y su hermana Godo en 1076 ( AHN, cód. 115B, f. 13 (regesto del Libro Becerro, f. 56r) y BN, ms. 720, f. 304r-v., citado en Reglero, 2005, n° 26, pp. 342-344).

Esta relación de dependencia y jerarquización se debe a que la proliferación de pequeños monasterios durante los primeros momentos del avance repoblador llevó a la corona y la Iglesia a fomentar un proceso de centralización y un sistema de incorporación de pequeños monasterios a cenobios con un mayor peso específico para favorecer un mayor control del territorio, impulsando la creación de amplios señoríos eclesiásticos y monásticos (Carzoli, 1988 y Sánchez, 1994). Serán los señoríos eclesiásticos los primeros en asumir prerrogativas jurisdiccionales a partir de los siglos XII y XIII sobre los colonos, villas y aldeas dependientes donde cabe destacar la asunción de la administración de justicia en primera instancia a nivel local, el nombramiento y elección de algunos cargos de gobierno y administración local, la percepción de una serie de rentas y tributos, etc., como así ocurrió en el coto formado en torno al propio monasterio de San Isidoro. Podemos concluir, por tanto, que en los primeros siglos de existencia San Isidoro fue objeto de una especial atención por parte de los monarcas y linajes nobiliarios, lo que favoreció la creación de un amplio patrimonio monacal formado no sólo por tierras y heredades sino también por villas y prioratos dependientes incluso jurisdiccionalmente del abad y capítulo del monasterio.

EL PRIMER PRIORATO CLUNIACENSE DE CASTILLA y LA CRISIS BAJOMEDIEVAL (1073-1478): PÉRDIDA Y ENAJENACIÓN DEL PATRIMONIO VlTlVINICOLA

En la Europa del siglo XI, tras el Gran Cisma de Oriente en 1054, se produjeron importantes cambios dentro de la Iglesia tendentes a la homogeneización de las prácticas religiosas de toda la comunidad cristiana bajo las directrices emanadas directamente del Papa desde la Santa Sede en Roma. En este sentido, jugaron un importante papel las órdenes monásticas que surgieron al calor de dichas tendencias reformistas dentro de la propia Iglesia, donde cabe destacar la labor llevada a cabo por los cluniacenses y los cistercienses, ambas con origen en la rica región de Borgoña pero que rápidamente se extendieron por toda la Europa occidental. En Castilla, la influencia europea crecerá exponencialmente a partir de los reinados de Fernando I y su hijo y sucesor Alfonso VI gracias a su matrimonio con Constanza de Borgoña en 1079 (Martín, 2010). Así, en Castilla, el primer priorato benedictino que pasa a depender de Cluny fue precisamente el monasterio de San Isidoro de Dueñas, donado por Alfonso VI en 1073 ( AHN. cód. 115B, f. 6 (regesto del Libro Becerro, f. 9) Y BN, ms. 720, ff. 243r-244r., citado en Reglero, 2005. n° 24, pp. 334-339), aunque su importancia fue rápidamente relegada por los monasterios de San Benito de Sahagún (León) y San Zoilo de Carrión de los Condes (Palencia), donde se estableció el camarero mayor de la orden por la mejor conexión con Francia a través del camino de Santiago. El papel de la orden cluniacense en la Península fue fundamental para la sustitución del antiguo rito litúrgico de la iglesia visigoda, también conocido como mozárabe, por el rito romano (Montenegro, 2009). La adscripción a Cluny supone, además, un importante cambio en el gobierno y administración del monasterio, pues pierde su rango abacial para convertirse en un priorato dependiente de la casa madre cluniacense, el monasterio de San Pedro y San Pablo de Cluny, y su máxima autoridad, el abad, es sustituido por un prior que ya no es elegido trienalmente por la comunidad de monjes, sino que es nombrado directamente desde Cluny con carácter vitalicio, por lo que en las primeras décadas la mayoría de priores son de origen francés.

A este periodo corresponde también la reforma del monasterio, en el siglo XI d.C., en un estilo artístico extendido también por toda la Europa occidental, el románico, del que sólo se conserva el exterior de la iglesia -portada, cimborrio y cabecera-, pero que nos permite constatar la influencia del modelo francés que se observa en otros ejemplos próximos geográficamente como San Martín de Frómista o San Zoilo en Carrión de los Condes, ambos en el camino de Santiago francés. Estas iglesias se caracterizan por una portada flanqueada por dos torres circulares, de las que en el caso de Dueñas sólo se conserva una, la septentrional, habiendo desaparecido la meridional absorbida por construcciones posteriores. La portada principal, situada en el hastial oeste, hacia poniente, ha sufrido diferentes reformas a lo largo de los siglos pero conserva importantes vestigios románicos, formada por cinco arquivoltas, alternándose las de perfil sencillo con las interiores de doble moldura de baquetón, enmarcadas por un guardapolvo decorado con un ajedrezado jaqués. Las arquivoltas descansan en columnas con capiteles decorados no sólo con motivos vegetales y geométricos sino que nos encontramos también con un interesante capitel historiado que simboliza dos de los pecados capitales, la avaricia, en forma de un hombre de cuclillas con una bolsa colgada al cuello que aparece junto a una figura desnuda que lo señala, y la lujuria representada a través de una figura femenina con serpientes que le muerden los pechos. El cimborrio torre-campanario, característica también de esta centuria, de planta cuadrangular y dos pisos con vanos de arcos de medio punto, cegados en la planta inferior. Los tres ábsides semicirculares de la cabecera carecen de decoración, mientras que el interior de la iglesia se ha visto fuertemente modificado, aunque conserva la planta basilical de tres naves, divida en seis tramos que cubren con bóvedas de crucería cuyo peso descansa sobre pilares cruciformes (García, 1999).

El monasterio de San Isidoro se vio afectado también por la profunda crisis que asoló el reino de Castilla en el siglo XIV y que influyó también en la vida monástica, dando lugar no sólo a la relajación en las prácticas religiosas a través de la vida licenciosa de los monjes, llegando incluso a momentos en los que el monasterio queda prácticamente deshabitado, sino también a la pérdida -por desidia o enajenación- del rico patrimonio, formado tanto por propiedades y heredades como de objetos litúrgicos para la celebración de los diferentes oficios, que había ido acumulando gracias a las donaciones de reyes y nobles y a las compras realizadas por la propia comunidad monástica. Así, en los siglos XIII y XIV son constantes las directrices destinadas a evitar malas prácticas y la enajenación del patrimonio monacal señaladas por el Capítulo General de la orden de Cluny en España o por los visitadores que acudían periódicamente a los prioratos dependientes y cuya misión no sólo consistía en informar sobre la observancia de la regla monástica por parte de la comunidad de monjes, sino también asegurarse del buen estado y administración de los diferentes edificios conventuales y propiedades del monasterio, a decir de Yáñez (1969: 119), «se daba cuenta por los visitadores del estado espiritual y económico de cada monasterio y se adoptaban los remedios oportunos para la buena marcha de los mismos». Así, gracias a la información proporcionada por los informes de los visitadores, sabemos que en esta etapa los priores no cuidaron del rendimiento de las propiedades del monasterio e, incluso, malvendieron y enajenaron algunas de sus posesiones, en las que también encontramos referencias a bodegas y viñedos. En 1276 ( Yañez Neira, 1969, p. 123) el monasterio estaba sin superiores, es decir, sin prior y sin subprior, huyendo este último de «manera no buena», mandándose al camerario de la orden en España para poner orden, quien se encuentra con alguna casa empeñada y las viñas sin cultivar, por lo que ordena que se paguen las deudas existentes y se atiendan los viñedos. En 1336, el prior Juan Sobrini, junto a su procurador Hugo, enajenaron numerosas propiedades del monasterio, incluidos los ornamentos de la iglesia o las cubas de la bodega (Reglero, 2005, n° 117: 485-486).

Pocos años después, en 1345, el prior Chicarte, de origen francés, cede el señorío de Hontoria a un caballero apellidado Vaca a cambio únicamente de unas casas en Palencia con su bodega y unas viñas, un trueque manifiestamente desfavorable, pero que un tiempo después se consiguió recuperar (Reglero, 2005, n° 127: 500-501). A primera vista, parecía que con este cambio los monjes salían ganando, pues la villa de Hontoria rentaba al monasterio 200 maravedís, mientras que las casas, la bodega y las viñas que se localizaban en Palencia ascendían hasta los 300 maravedís, pero, a pesar de esto, suponía perder una villa completa a cambio de tan pocas propiedades (Yañez Neira, 1969, pp. 409-410).

Son numerosos, por tanto, los ejemplos de esta situación de crisis que atraviesa el monasterio en época bajo medieval, por lo que nos hemos centrado aquí en los casos en los que se ven afectados elementos relacionados con la producción vitivinícola, como viñedos o bodegas.”

Dada su amplitud, el próximo día recogeremos el resto del contenido del artículo.


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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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