Comienza el veraneo

Por Javier Pardo de Santayana

( Santoña. Obra del acuarelista inglés sir Edgar Thomas Ainger Wigram) (*)

Arranca el veraneo con un viaje a la Montaña, o a Cantabria como se dice ahora. De los calores de una canícula temprana que soportamos cerca de la capital de España gracias a unos buenos remojones en una piscina acogedora, pasamos a unos fríos otoñales. De nuevo camiseta, calcetines y el jersey de siempre. Y no es porque no haya hecho calor también aquí en el norte, sino porque de pronto ha cambiado el tiempo en toda España.

Hemos hecho en dos coches el viaje con nuestro hijo y una de nuestras nietas. Mi mujer y yo por la ruta de siempre hasta llegar a Oña; luego pasamos a la de Villarcayo cruzando de una a otra por Valdenoceda. Antes, en Burgos, el Landa a tope sin nadie conocido. Por doquier, contra toda expectativa que auguraba lluvias y posibles tormentas tropicales, buen tiempo incluso en el puerto de Los Tornos. Llegados por fin a Cicero, lo primero es ver la huerta. Y la encuentro exuberante; que la naturaleza hace el trabajo y en mi estancia anterior dejé echado en tiempo oportuno el imprescindible antilimacos.

Cono viene siendo habitual, nuestra agenda está en función de los demás. Ahora lo que pretendemos es coincidir con mi hermana mayor, que ya está rozando los noventa. Ella estará en la casa grande y nosotros en la nuestra, pero ambos seguiremos conectados por una puerta común entre los dos jardines. Esta vez traigo muchas fotografías sueltas que he pasado a sobres mas resistentes, transparentes y bien señalizados por familias. También un recuerdo interesante de mi padre relacionado con la segunda guerra mundial y Gibraltar.

Repaso mi descripción en detalle de las huellas familiares esparcidas por los rincones de la casa grande: del despacho de mi padre, contiguo al oratorio, del gran salón de donde arranca la escalera, y de ésta misma. Y lo hago a partir de unas notas dejadas por uno de mis hermanos. Todo sigue como en los viejos tiempos salvo algunas armas antiguas y la colección de condecoraciones de mi padre, robadas ya hace tiempo no sabemos por quien. Con ellas se llevaron la antigua sillería de Lisboa, o sea que los cacos debieron acercarse en camioneta, no sólo para poder huir deprisa, sino también para el transporte del botín.

Encontramos nuestra casa perfecta, y el jardín crecido. El plan de nuestro hijo parece funcionar. Después de haber podado hasta la raíz el alto seto que alcanzaba la altura de los sauces, éste ha rebrotado vigorosamente; ahora procuraremos no dejarle crecer tanto. En cuanto a las hortensias, quedaron algo mas deslavazadas, pero ahora están en su esplendor. Y no echamos de menos aquel alto árbol de nombre desconocido que trajimos de nuestra terraza de Madrid y aquí se hizo hombre hasta que el viento le arrancó uno de sus brazos y entonces tuvimos el peligro de que se nos cayera encima.

Esta vez nos hemos traído a las dos gemelas, nuestras teckles, que por primera vez no se marearon durante el viaje con las muchas revueltas de Los Tornos. La novedad es que ya han descubierto las galerías de los topos y andan despepitadas por sacarlos fuera, así que olfatean entre la hierba metiendo sus hocicos y luego escarban. Maca parece que con unas cosas y con otras ha imitado a su hermana Sol y ahora presenta todos los indicios de un falso embarazo, así que la hemos tenido dos días sin comer y aplicándola algunas otras prevenciones. Nuestra nieta de ocho años, que quisiera ser de mayor veterinaria, ha de reunir todas sus fuerzas para dominarlas cuando salimos de paseo, porque las condenadas tiran con fuerza de sus correas con los colores de muestra bandera.

A poco de llegar, siguiendo la costumbre, reunión familiar en uno de los asadores de Santoña. Había tres, uno de ellos – que desapareció – en el centro, así que sólo quedan dos: uno a la vera de la plaza de toros, o sea al final de la dársena de embarcaciones deportivas, y otro, que en esta ocasión elegiremos, allá arriba, al final del pasaje, junto a uno de los dos antiguos fuertes artilleros. Caerán, como es obligado, las sardinas, que este año son más bien pequeñas, y también unas rabas miniatura más ensalada de atún, espárragos y las imprescindibles aceitunas.

Éstos serán los menús que elegirá la mayoría mientras vemos como entra ya la noche por la ría y se encienden las luces de Laredo.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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