25 años D.O. “Cigales”. 13. San Isidoro de Dueñas. II. La configuración del patrimonio monacal

Por José María Arévalo

( Puerta románica de entrada al Monasterio de San Isidoro de Dueñas) (*)

Continuamos con el artículo “El papel del monacato en la repoblación y el cultivo del viñedo en la comarca de Cigales: el ejemplo del monasterio benedictino de San Isidoro de Dueñas” de Álvaro Pajares Conzález y Julio Femández Portela, que recoge el libro conmemorativo “La comarca vitivinícola de Cigales: viñedos, bodegas y vinos. 25 años de la D.O. Cigales” que venimos reseñando, en su segundo capítulo del libro, “La comarca vitivinícola de Cigales a lo largo de la historia”.

Después de dedicar la Introducción, sobre “Orígenes y papel repoblador”, a la que dedicamos nuestro anterior artículo, pasa a tratar, en un nuevo apartado “LA CONFIGURACiÓN DEL PATRIMONIO MONACAL DE SAN ISIDORO DE DUEÑAS: LA IMPORTANCIA DEL VIÑEDO”. “Los monasterios se convirtieron así -continúa- en señores de extensas propiedades, cuya repoblación y explotación corría a cargo no sólo de la comunidad de monjes a través del trabajo en el campo de los propios fratres, tal y como señala la propia regla benedictina según el principio de «ora et labora», sino también a través de colonos libres, vecinos de las villas y aldeas del territorio dependiente del monasterio, sobre los cuales fueron asumiendo una serie de prerrogativas jurisdiccionales, convirtiéndose así en vasallos de dichos monasterios a través del pago de diferentes rentas y tributos, en trabajo o en especie, la administración de justicia, etc.

Desde la revolución neolítica, el poder económico y social residía en la propiedad de la tierra, por lo que los monasterios se convirtieron, junto con la nobleza y la corona, en los grandes propietarios de la sociedad medieval y moderna. Y, en este sentido, no sólo cobraron importancia las tierras de secano características de esta región como el cereal (trigo, cebada, centeno, etc.), sino también el cultivo de la vid para la producción de vino, desarrollándose para ello en esta región una construcción característica gracias a las cualidades del terreno arcilloso de la zona: las bodegas subterráneas excavadas directamente en la tierra, destinadas a la transformación de la uva en vino y su posterior almacenaje y conservación. Además, la importancia para la Iglesia de estos dos productos, el trigo y la vid, es clave, pues uno de los principales sacramentos del cristianismo, la Eucaristía, se sirve de ambos, el pan y el vino, como símbolo del cuerpo y la sangre de Cristo, respectivamente, tal y como recogen las Sagradas Escrituras (Juan 6, 51-58; Lucas 22, 19; Y 1 Corinitos, 24-25).

Así, las primeras referencias documentales al cultivo vinícola en la región datan de los primeros momentos de la repoblación en el siglo X, aunque había sido introducido ya en la cuenca del Duero por los romanos durante la conquista de la meseta tras el asedio y toma de Numancia (133 a. C.) y sobre todo durante las guerras cántabras gracias al establecimiento de diversos castra o campamentos estables en la región (Mañanes, 2011). Por lo que respecta a Dueñas, ya en el 946 el presbítero Rodrigo dona sus «domis et vineis» al monasterio de San Félix de Cisneros (Mínguez, 1976, n 01 05) y, en el 990, Juan y Sebastián Abceulla, confeso, donan a San Isidoro tres viñas. (Las referencias documentales están extraídas fundamentalmente de la colección documental publicada por Reglero (2005) y por referencias recogidas en la obra de Yáñez (1969). Por ello, se indica la signatura del archivo que estos autores proporcionan en sus obras (sobre todo del Archivo Histórico Nacional -AHN- y la Biblioteca Nacional-BN-, aunque puedan existir también otras copias en otros archivos), asi como el lugar dónde estos autores recogen dichas referencias. Este documento se encuentra en el AHN, cód. 1158, f. 11 (regesto del Libro Becerro, f. 60) Y BN, ms. 720, f. 302r, citado en Reglero, 2005, n° 317, pp. 317-313).

En cuanto a las bodegas, su presencia documental es algo más tardía y no es hasta 1211 cuando Alfonso VIII dona una bodega (appothecam) de su propiedad, una bodega real, junto con otra heredades y propiedades vinculadas a dicha bodega como aceñas, sernas y viñedos, a otro de los monasterios, en este caso femenino, más importantes del reino, el monasterio de las Huelgas Reales de Burgos (González, 1960) ( (Doc. 888, pp. 554-556. Documento original en el Archivo del Monasterio de las Huelgas Reales de 8urgos, leg., 4, núm., 117):

«Donamos itaque et concedimus predicto monasterio totam appothecam de Domnas, agriculturam, uidelicet, cum sernis, uineis et cum aceniis, et cum ómnibus ad ipsam apptothecam pertinentibus, et cum omni iure queod in predic.. appoteca habemus uel habere debemus».

También es interesante la donación realizada por Sancho III de Navarra y su
esposa la reina Doña Mayor a San Isidoro fechada el 15 de mayo de 1033, destinada al sustento de los pobres y peregrinos otorgándoles para ello la iglesia de San Miguel en Baltanás con todos sus edificios, tierras, prados y viñas, a condición de «rogar a Dios y decir missa por el Rey y salud del Reino». Un testimonio documental que contribuye a apoyar la presencia del cultivo de la vid en el primer tercio del siglo XI (AHN, cód. 418 Y 8N, Ms. 720, citado en Yáñez, 1969, p. 51-52).

Se tiene constancia de que los diferentes poderes religiosos de la villa, tanto la iglesia parroquial como los conventos de San Agustín y San Isidoro, poseyeron viñedos y bodegas, llegándose a conocer uno de los carriles del barrio de bodegas como «carril de los frailes». Por lo que respecta a San Isidoro, las tierras situadas entre los ríos en las que se ubica el monasterio, el Pisuerga y el Carrión, acabaron conformando un coto, conocido como Coto Redondo de San Isidro, que abarcaba desde la confluencia de ambos ríos hasta los términos de Baños y Calabazanos por el norte. Sobre este territorio adquirieron incluso prerrogativas jurisdiccionales gracias al privilegio otorgado por Alfonso VIII en Cuéllar el 28 de octubre de 1169 ( AHN, cód. 11513. f.9 -regesto del Libro Becerro, f. 29, fol. Eodem- y 8N, ms. 720, ff. 237v-233-v, citado en Reglero, 2005, n° 64, pp. 421-423) asumiendo así la jurisdicción civil y criminal, alta y baja y mero mixto imperio a través de la elección de un alcalde que ejercía en nombre del abad, al quedar exentos de la jurisdicción de los merinos, jueces y sayones de Dueñas y Tariego, quienes no podrían entender en los casos que afectaran a los dominios monacales, prender en sus lugares, casas y heredades o pedir ningún tipo de servicio o tributo. Fueron numerosos, por tanto, los privilegios que fueron recibiendo concediéndoles diversas prerrogativas entre las que podemos destacar las de pastar con sus rebaños, cortar leña en los montes o extraer piedra de las canteras de los términos de Dueñas y Tariego, eximiéndoles a su vez de la realización de velas, guardas y labores en sus castillos (privilegio concedido por Alfonso VI el 7 de febrero de 1076, confirmado posteriormente por Alfonso VII el 15 de mayo de 1136, en el que aparece una firma que dice «Ruderico Didaci» y que se atribuye a Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, al que posteriormente se le entregaría el señorío de Dueñas como símbolo de reconciliación con el monarca tras su primer destierro entre 1087 Y 1088. Se encuentra en AHN, cód. 115B, f. 7 -ant. Sign. Cajón IX, 1 L, 3ª piel; regesto de un pergamino- y en BN, ms. 720, f. 245r-v., citado en Reglero, 2005, n° 25, pp. 339-342), y recibiendo también la jurisdicción sobre las aguas del río a su paso por el coto propiedad de monasterio y de la mitad del puente sobre el río Carrión (Alfonso VII a través de un privilegio dado en Valladolid el 5 de marzo de 1152 reserva al monasterio la construcción de molinos y aceñas en las riberas del Pisuerga y Carrión dentro de su término y les permite sacar piedra de los montes de Dueñas y Tariego para la construcción de sus pesqueras, citado por Reglero, 2005, nn 58, pp. 412-414).

Prerrogativas que crearon constantes conflictos con las autoridades y los vecinos de las poblaciones circundantes como Tariego o Dueñas, dando lugar a numerosos pleitos. Una vez obtenida la inmunidad jurídica y fiscal sobre este territorio, los monjes otorgaron a la población de San Isidoro un fuero en 11528, en el que se regula también el cultivo del viñedo, obligando a los que se marchen a venderlos para evitar así que quedaran sin cultivar.

Es en este otro importante tipo documental, los fueros o cartas pueblas, desarrollado en los primeros siglos de repoblación para favorecer el asentamiento de población y la regulación de la vida de estas primeras poblaciones en zonas por lo general conflictivas por su cercanía a la frontera con los musulmanes, donde se encuentran también evidencias del cultivo del viñedo a finales del siglo XI. Cabe destacar, así, los fueros de Santa María de Onecha, en Dueñas, en 1078, y el de Trigueros en 1092 (Reglero, 1994). Unos testimonios que contribuyen a evidenciar la presencia del cultivo de la vid en esta comarca. En el caso del Fuero de Onecha, concedido a Santa María por Alfonso VI, otorga a los habitantes que allí viven, y a todos aquellos que vayan en un futuro, una serie de medidas que favorecen el desarrollo de su vida diaria. Esta referencia al viñedo corrobora la existencia de este cultivo, por lo menos, desde el 1078 en el término municipal de Dueñas, permitiéndose a aquellas personas que se quisieran marchar de este lugar arrancar las viñas que hubieran plantado, y comenzar de nuevo esta u otra actividad en otro lugar.

Situación que en el viñedo no era frecuente, pues, cómo ya se ha comentado, es un cultivo que requiere varios años para la obtención de la cosecha:

“Et qui se uoluerit transmutare ad alio loco in medio die quod quantum que habuerit suum ganato uadat cum pace. Et illas uineas que plantauerint leuent
ubique uoluerint, et illas que corruerint ad fundum terre ibi sedendo habeat ad integro. Et si se quesierit transmutare leuent sua medietatem et alio medio
dimittant hic ( AHN, Calatrava, Rl, copia del siglo XII, citado en González, 1945 y en Pérez Bustamante, 1985, 19-20).

El otro fuero, el de Trigueros, tuvo lugar catorce años después, en 1092. Fue otorgado por Ildonza a los labriegos del valle, y tenía como objetivo principal traer población a este territorio con unas condiciones ventajosas para el trabajo en el campo, entre ellos, el cultivo de «majuelos» (Berzal de la Rosa, 2007).

Además del coto formado en torno al propio monasterio, la comunidad de monjes de San Isidoro fue adquiriendo numerosas propiedades en las villas y aldeas aledañas cerrateñas como Calabazanos, Baños de Cerrato, Cevico de la Torre, Tariego de Cerrato, Hontoria de Cerrato, etc. Así, para este periodo, la posesión de viñedos y bodegas por parte del monasterio puede rastrearse a través de las donaciones y privilegios de diferentes monarcas y personajes nobiliarios, entre las que cabe destacar la donación del monasterio y granja de Santa Coloma en Tariego junto con todas sus propiedades por el conde Fernando Ansúrez y su mujer Tota en el 976 (A.H.N, cód. 115B, í. 10v (regesto del Libro Becerro, í. 41, fol. eodem pág. 2) Y BN, ms. 720, ff. 295v-296r, citado en Reglero, 2005, n° 16, pp. 315-317), del monasterio de San Miguel junto con la propia villa de Hontoria también junto con sus posesiones por la reina doña Urraca en 1116(11 AHN, cód. 115B, f. 10v. -regesto del Libro Becerro, f. 39r-, citado por Reglero, 2005, n° 41, pp. 380-381), ambos hoy desaparecidos, o la iglesia visigótica y la villa de San Juan de Baños en 1115 y 1117, respectivamente, también por la reina Urraca (la reina dona primero la iglesia de San Juan de Baños en 1115 (AHN, cód. 115B, f. 121v), a lo que sumará la villa en 1117, citado en Reglero, 2005, n» 39 y 43, pp. 376-378 Y 382-384, respectivamente), una de las mayores benefactoras del monasterio al haber heredado la devoción hacia los cluniacenses que tenía su padre Alfonso VI. Otra donación importante de dicha reina, en 1116, se trató de la aldea de Villasilos y del monasterio de San Torcuato en Cevico de la Torre, con todas sus propiedades:

“Con los mismos títulos hace donación a este mismo monasterio de sancto Isidoro ya los monjes cluniacenses estantes en dicha iglesia, de la aldea de Villasilos de Cevico de la Torre, con todos sus huertos, términos y de aquel monasterio que se llama de San Torcuato” (Citado en Yañez Neira, 1969, p. 113)

Continuaremos este apartado sobre “La configuración del patrimonio monacal de san Isidoro de Dueñas: la importancia del viñedo”, en nuestro próximo artículo.


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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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