El Rezongón. Robots y progreso. ¡Agua va…!

Por Carlos de Bustamante

( Azul, blanco y verde. Acuarela de Jesús Lozano Saorín en artesaorin. blogspot.com.es. 46 x 62) (*)

Lo malo que tiene el progreso, es que en no pocas ocasiones nos convierte en robots… dependientes. ¿Es que entonces es malo el progreso…? No, no, mis amigos lectores, el Rezongón aún no ha sacado conclusión alguna sobre la bondad o no del progreso. Hasta ahora, yo… ¡digo nada más! Sin pretender aconsejar.

Y digo, que este anciano, rezongón empedernido, vivió tiempos donde el progreso brillaba por su ausencia y… no pasaba nada. Y ahora, beneficiados por el progreso evidente, ya no podemos –o no queremos, ni sabemos- prescindir de él. No aceptamos la austeridad, y a toda costa ansiamos el estado de bien estar. Ni austeridad, ni disciplina, ni obediencia, ni subordinación, ni leyes. Como imprescindible, nos repiten una y otra vez: “No te prives de nada”. El todo vale. El liberalismo más radical, es lo que más se ansía.

¿Y esto Sr., ¿a qué ton…? Enseguida. Después de varios cortes de agua en este domicilio -que aprovecho para ofrecérselo a ustedes- debido a reparaciones municipales, surgió la avería particular. Las dos bombas de agua, (una para la actividad de elevar el agua a cada vivienda y otra de repuesto), parece que se las quemó el bobinado del motor. Dos días escasos de protestas y angustias domiciliarias. Aseo como los gatos; y para comer y descomer, las mil y una filigranas. ¿Habría que recurrir al ¡agua va! de nuestros “retrógrados” antepasados?, ¿bajar al bar no tan inmediato donde previa consumición aún sin ganas poder satisfacer las necesidades más perentorias? ¿Y si nos da el retortijón…?

Al fin, ¡bendito sea Dios! y tras los gorgoritos en los grifos, comenzó a salir barro y agua. Un hilillo al principio y después de algunas horas de verdadera angustia, el progreso del líquido elemento en agua clara, nos devolvió la sonrisa perdida. Una “miaja” bruto, pero no insensible, este rezongón recordó los años que en la niñez disponíamos del corral para “eso”, con el “eso” al aire, sin agobios, ni dramas. Y recordó también a tantos países del llamado tercer mundo, donde la civilización y progreso distan mucho de que les llegue. ¿Luego el progreso es imprescindible…?: “¡aguarden!”, que pronto llegarán las conclusiones.

Como ahora, en los tiempos del ¡agua va!, vivían, trabajaban, eran más o menos felices y como ahora, a la postre morían.

Vivían…. Aún conservo en el disco duro a punto de llenarse y rebosar el contenido, que sin agua corriente en el caserío, durante las vacaciones de verano o en las de no pocas Navidades, bien era preciso bajar al corral para satisfacer las necesidades fisiológicas, o durante el invierno romper el hielo del enorme bidón lleno de agua en el llamado aseo.

Menos mal, que, muy “modennnos”…, sí teníamos desagüe por donde las aguas fecales vertían al estercolero. Allí, mezclado con las basuras de las cuadras y paja en abundancia, se hacía todo estiércol, sin distinción de los detritos humanos del de los animales. Todo ello tan lejos del caserío, que en absoluto llegaba a él olor alguno. Basura, imprescindible fertilizante para las tierras de labor.

Mas bien saben mis lectores amigos, que no siempre fue así: no, nadie me lo ha contado, pero lo sé. Porque estos mis ojos, ya un poco cansados, lo han visto y vivido. Se lo cuento:

Cuando el agua corriente en el pueblo corría sólo por el arroyo Valcorba, por la mañana temprano se abrían los ventanucos de las casas y al grito de ¡agua vaaa!, vaciaban aguas mayores o menores de orinales bacines o recipientes en plena calle. Es de advertir en descargo de esta cochinada, que por lo general eran “sólo” aguas menores. Porque las mayores tenían su lugar menos transitado que las calles del pueblo: el corral o las cuadras donde picoteaban las aves de corral y hacían las veces de los actuales retretes, sin perdón, porque así se llaman, donde desaparecían los detritos humanos de estas “aguas mayores”. Antes de continuar con el relato marrón y para que ninguno piense que comento cosas de la prehistoria, recordarán cómo los de mi generación hemos visto letreros ¡en la capital! en los que bajo multas no excesivas, pudimos leer: “Prohibido hacer aguas mayores y menores” ¿No obedecía esta prohibición a que aún existía esa no tan inaudita costumbre? ¿Para qué prohibirlo si no? ¿Acaso no nos encontramos hoy (¡en pleno siglo XXI) con la increíble pero cierta sorpresa en el interior de nuestros portales, tras una noche de botellón? Bien, o sea, mal, pero “cafrada” aparte, otra vez ¡me vuelvo al pueblo!

Cuando los aseos y retretes no se llevaban en muchas de las viviendas rurales, en la Dehesa de Peñalba, (de mi familia y de ustedes), instalaron mis mayores el progreso del agua corriente; y con ella, los consabidas mingitorios para unas y otras aguas. No tardaron los moradores con tales inventos en hacer de las suyas: convertir el habitáculo para usos higiénicos en ¡despensa para alimentos! Como lo leen. Preguntada a una de las inquilinas el porqué de tal desaguisado, aún recuerdo, la contestación rotunda: “Nosotros…, ¡el culo al aire!, ¡el culo al aire!”.

Metidos en harina, finalizaré lo marrón del presente rezongón con lo vivido por éste que lo es, y hermanos de los aún muy niños. Sin aún agua corriente en el domicilio campero, “aliviábamos” muy de vez en cuando en el corral, tras una tapia. A salvo sí de miradas indiscretas humanas, pero no de las ponedoras que, sueltas, campaban por sus respetos. Y sin tener en absoluto ninguno (respeto), esperaban impacientes lo del gallo Quirico de la fábula de Anderssen; el que yendo a la boda de su tío Perico se encontró con un “pastel”, y se dijo: “Pico o no pico…?,si pico, me mancho el pico y si no, me muero de hambre”.

Volviendo ahora a los niños… En segundos de detritos allí no quedaba ni rastro. No parece, pues, tan disparatado lo de la inquilina, que prefería el aire libre al habitáculo de la propia vivienda. Y es, que en esto de los robots y el progreso, “o te aclimatas, o te aclimueres”. Como mejor es no pasarse de gracioso, aunque sea cierto todo lo dicho, paso, si Dios es servido, y después de las conclusiones de ésta, a otra miniserie. La que espero y deseo que sea con mucho mejor olor, color, sabor…etc.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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