Y nosotros no le conocíamos

Por Javier Pardo de Santayana

( Acuarela del naturalista Joseph Hooker (1817-1911) que se considera primera imagen del Everest. Se localizó en 2011, en los archivos del jardín botánico de Kew, en Londres. Foto en elmundo.es) (*)

Ya sabemos que en España decir deporte es decir fútbol; que cualquier otra expresión del esfuerzo deportivo carece de interés para nosotros. Pero el fútbol es un deporte colectivo – “fútbol asociación» solía llamarlo aquel Pedro Escartín de los primeros tiempos – y ahí surge ya mi primer gran sombro, pues los españoles solemos vemos a nosotros mismos como seres independientes e individualistas. Así que estas consideraciones iniciales pondrán en solfa la idea que tenemos de nosotros mismos, aunque luego quede refrendada a la vista de lo que acabaré contándoles.

Empecemos, por tanto, por hablar de méritos, para lo cual convendrá analizar de entrada el grado de participación de cada interviniente en los deportes de equipo como es el balompié, cosa que hoy podemos conocer con el mayor detalle y en cada una de sus innumerables posibilidades y matices: número de despejes y de pases, cortes, tiros a puerta, y, por supuesto, goles. Añadiendo el interesante dato de la distancia que recorre cada jugador participante.

Como es natural, habiendo once jugadores por cada contendiente – es decir, con un total de 22 personas – en los 90 minutos reglamentarios veremos cómo cada uno sólo de cuando en cuando da un puntapié o un cabezazo a la pelota. O, como ocurre con el guardameta, una parada o un despeje. Y sin embargo todos cobran cantidades inalcanzables para el resto de los ciudadanos, que madrugan, cogen un medio de transporte y pasan del orden de las ocho o diez horas sudando el estipendio: algo a todas luces excesivo incluso teniendo en cuenta las sesiones de entrenamiento que realizan.

Desde luego no hay comparación entre la consideración tenida para con los futbolistas y muchos de quienes, aún realizando gestas formidables, pasan casi inadvertidos por encontrarse fuera de la atención mediática. Pero el deportista no sólo trata de acumular dinero, sino sobre todo de alcanzar la gloria y el reconocimiento de su esfuerzo, algo que hoy se hace patente a través de filmaciones y fotografías, reportajes, entrevistas, publicidad y, naturalmente mediante los aplausos, Se trata sobre todo de la permanencia en el recuerdo; de la popularidad y de la exaltación del ego.

Ahora, ya que hablamos de esta España nuestra, fíjense ustedes en un deportista – que no futbolista – de cuya existencia no teníamos ni idea y que después de todo sólo merecerá seguramente una atención efímera. En un muchacho cuyo nombre nos engaña porque suena algo así como “a extranjero”.

Me refiero a un joven que se llama Kilian Jornet pero que es español de Sabadell. Un deportista que acaba de hacer la proeza de subirse al Everest en sólo 26 horas contadas, con lo cual a las 38 ya se encontraba de regreso en el campamento. Si usted tiene en cuenta la dificultad que entraña dar siquiera un paso entre las nieves y los hielos permanentes y superar los obstáculos propios de un lugar abrupto, no podrá por menos de asombrarse e incluso de mostrarse incrédulo respecto a que su gesta fuera de verdad posible, y más aún teniendo en cuenta la circunstancia, por él elegida, de hacerlo a cuerpo limpio. Porque el amigo Kilian hizo esta hombrada sin oxígeno, sin cuerdas y sin el clásico apoyo de algún sherpa. Amén de que, para mayor dificultad, durante el duro ascenso tuvo serias molestias estomacales que le obligarían “a descansar un rato”. Y aun esto no sería todo, ya que conviene recordar que, no contento con su hazaña, nuestro hombre repetiría el ascenso tan sólo cinco días más tarde para perfeccionar el récord conseguido reduciendo el tiempo empleado entre el campamento base y la cima a 17 horas.

Estamos hablando de un joven que cuando tenía tres años – sí, usted ha leído bien: a sus tres años – ya había coronado una cima de 3,.000 metros de altura, que a los 5 alcanzaría la cumbre del Aneto, y que a los 6 escribiría su nombre en un pico de los Alpes; lo que se llama “un 4.000”. Un joven español que con sólo 10 años de edad había atravesado ya los Pirineos y que posteriormente acumularía medallas y medallas, muchas de ellas de oro, en diversas modalidades relacionadas con la altura: en el esquí de montaña de larga distancia, en los “relieves”, en carrera individual, y en la llamada “carrera vertical”. Como también en otras competiciones internacionales, como el “Skyrunning” de Malasia o el kilómetro vertical en el Mont Blanc.

¿Se habían ustedes enterado de algo de esto? Porque de las hazañas de Messi y de Ronaldo lo sabrán seguramente casi todo. Habrán visto a los dos diariamente en las pantallas de la televisión, y a lo mejor hasta conocen los nombres de sus novias y los pleitos que tienen con el fisco. Pero estoy seguro de que de este español extraordinario no conocían ustedes ni tan siquiera el nombre, y miren que lo tiene llamativo y que cuenta con un excepcional curriculo. Me atrevo a afirmar esto así, rotundamente, porque yo tampoco sabía nada de él; por otra parte, supongo que este minuto de atención que ahora reclamo tampoco durará más tiempo que el de la simple lectura de mi artículo dado que, o las cosas cambian mucho, o no nos quedarán ni su palabra ni su rostro.

Claro que tampoco a él le importará demasiado seguir siendo olvidado. Al menos eso es lo que yo me permito suponer, ya que seguramente no sea ese su objetivo. Él nació entre las altas cumbres de su tierra, y, sin más, la montaña le convoca cada día y él responde. Por lo cual supongo que si algún día él pretendiera que su nombre fuera de todos admirado sería simplemente por asegurarse que ella conoce la fidelidad de su respuesta.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
http://c1.staticflickr.com/5/4248/34857252601_93845dab2e_o.jpg

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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