Progreso y Robots. Majuelos (II)

Por Carlos de Bustamante

( Acuarela de D. José Antonio Iñiguez en su última exposición) (*)

Con moderación y si es de calidad, al Rezongón le gusta el vino. Tal vez porque la sana afición me viene desde adolescente aún recuerdo lo que de memoria cito acto seguido como aperitivo a lo que siga. Texto que creo pertenece a Baltasar de Cortázar en el poema “Cena jocosa” : …“Comience el vinillo nuevo y échole la bendición; yo tengo por devoción de santiguar lo que bebo. Franco, fue, Inés, este toque, pero arrójame la bota; vale un florín cada gota de aqueste vinillo aloque. ¿De qué taberna se trajo? Mas ya…, de la del Castillo diez y seis vale el cuartillo, no tiene vino más bajo. Por nuestro Señor, que es mina la taberna de Alcocer; grande consuelo es tener la taberna por vecina. Si es o no invención moderna, vive Dios que no lo sé, pero delicada fue la invención de la taberna. Porque allí llego sediento, pido vino de lo nuevo, mídenlo, dánmelo, bebo, págolo y voyme contento. Esto, Inés, ello se alaba, no es menester alaballo; sólo una falta le hallo: que con la priesa se acaba”…

Vega Sicilia perteneció, desde la desamortización de Mendizábal, a la familia Íñiguez. De la que, dicho sea de paso, fue el sacerdote (q.e.p.d.) don José Antonio Íñiguez, mi gran amigo, confesor y asesor literario; el mismo que, “grogui” por el malhadado- o no- “pampurrio”, me sugirió reemprender la afición literaria que por razones diversas nunca pude dedicarle el tiempo que hubiera deseado y desde entonces, disponía. Decir o escribir del vino de Vega Sicilia, cuasi ofende al lector, que de sobra sabe la categoría internacional del banderín entre los vinos con D.O. Ribera del Duero.

Los sucesivos cambios de propietarios, en absoluto influyeron en que para nada cambiase el producto, por mantener como “oro en paño” los modos y métodos de elaboración. Los que algunos bodegueros llaman “secreto” de Vega Sicilia.

No es vana presunción decirles que, por íntimo amigo del que fuera Director Gerente de la empresa durante “quisió” los años, Vega Sicilia y sus afamados caldos – imprescindibles en la mesa de reyes y personalidades de más de medio mundo-, conozco el “tema” que merece y más esta segunda entrega.

Próxima la “joya de la Corona” a la Dehesa de Peñalba, con o sin interés personal las visitas fueron frecuentes. Tal vez excesivamente… Por querencia del “landrover” o por hacer de GPS el olor inconfundible de la esencia de los riberas, el aparcamiento a la puerta de la bodega era preciso, exacto. Embelesado de fragancias y en compañía del maestro bodeguero (¡ay que no recuerdo el nombre!), el trayecto hasta el laboratorio donde trabajaba mi caro amigo Jesús (q.e.p.d.), era embriagador e inconfundible.

Laboratorio y secreto: las claves del caldo incomparable. ¿Acaso había en el laboratorio algún bálsamo de fierabrás para conseguir el milagro de este vino prodigioso? Sí: el buen hacer durante muchos años del exclusivamente natural proceso de este producto con vida propia. Desde la perfecta selección de uvas tempranillo, al lavado de cubas con el agua pura de la fuente inmediata a la bodega, y el reposo inalterado de un producto impecable en el roble de barricas con siglos de antigüedad. Y los trasiegos debidos para purificar aún más lo que de por sí ya era puro. “Sin químicas ni envueltas”. Si a esto le añadimos la sabiduría del maestro bodeguero y del inolvidable Director gerente, creo haberles desvelado el secreto. Lo que resumido es: “todo lo hacen bien”.

¿Y el laboratorio…? : El lugar donde el Gerente, “cataba” las diferentes añadas e incluso antigüedad y sus efectos de los vinos embotellados. ¿Entonces…? ¿Se pondría morado…? De ninguna manera, porque salvo excepciones, con sólo el “fato” en una nariz prodigiosa, le era suficiente para dar o no el Vº Bº. Inexorable. Sin concesiones.

Y la anécdota: Todavía envuelto en volutas de la esencia contenida en las barricas, penetré en el “santa sanctorum” de la bodega: el laboratorio. Y como la esencia se guarda en frascos pequeños, así las muestras de vinos Vega Sicilia. En estanterías contadas y numeradas, el muestrario era espectacular. Desde el vino de mayor antigüedad, pasando por las añadas calificadas de “excelentes”, hasta los caldos más jóvenes con denominación Valbuena. Y todo ese muestrario de incalculable valor en botellitas de treinta y tres centilitros.

Esencia de los Ribera del Duero. Concluidas las explicaciones del muestrario, privilegio reservado a los más íntimos, recibí, sentados en una mesita de “catas” la mejor teórica que recibiera enólogo alguno sobre el proceso de elaboración del mejor, sin duda, de los vinos españoles. Y del dicho- ¡ay!- al hecho. “Vas a probar, la verdadera joya de la corona… Expectación. Con el mimo y cuidado, reverencial y sonriente, que saca de la cuna una madre a su niño, puso Jesús sobre la mesa una botellita que, aparentemente en nada se diferenciaba de los cientos que dormían en las cuna-estanterías. Tomada en sus manos poderosas, más parecía acariciar, que coger la botella. Recostada en la palma de la mano mostró sonriente la etiqueta que el paso del tiempo hizo apenas legible. Vega Sicilia Único año 19… (no recuerdo). Más de cincuenta años, más casi otros tantos de crianza en barrica de roble francés.

Con la parsimonia ceremoniosa del platero que monta una pieza valiosa, daba vueltas y vueltas al sacacorchos para las grandes ocasiones. Expectación e impaciencia. Los catavinos impolutos esperaban recibir el oro líquido. Impaciencia al máximo. Con sonido seco de corcho ajustado al máximo al cuello del envase, el tapón aún permaneció largo rato en las manos del “joyero” que lo observaba minuciosamente.

Por el pequeño laboratorio- aunque igual hubiera dado que fuera grande- se extendió de inmediato el aroma inolvidable de la esencia más pura y agradable “en nariz” que darse puede. No respiré profundo, sino que con recreo cuasi de gula, aspiré suavemente la suavidad nunca transitada por el olfato de viejo cazador. Después de oler el joyero el morado-dorado que tintaba el corcho, me lo ofreció con una amplia sonrisa de satisfacción. “¡Perfecto!” Y calló con reverencia. Les aseguro que no lo vi; pero les puedo asegurar que, como en la lámpara de Aladino, el perfume salía en espirales que se extendían por la estancia. Mientras “humeaba” la botellita, me ofreció el corcho que tomé delicadamente. Con sólo la aproximación a la nariz, no parecía sino que hubiera catado todas y cada una de las barricas que dormían en la bodega colindante el “sueño de los justos”.

-¿Lo quieres probar…? –me dijo chispeantes los ojos del que de sobra sabía ya de la excelente calidad del producto sin catarlo. El silencio lo interpretó afirmativo. Y lo demás … mañanaaa … Si Dios es servido.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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