Estos italianos…

Por Javier Pardo de Santayana

( Cartel de la película “Un italiano en Noruega”)

Para empezar hay que decir que la película es italiana con todas sus consecuencias. Si la hubieran hecho, por ejemplo los noruegos – cosa impensable en todo caso – estaríamos en que los italianos podrían sentirse aludidos e incluso molestos con el argumento. Pero no es éste el caso, así que lo definiremos como una ocurrente autocaricatura.

El film se titula “Un italiano en Noruega” y saca partido de un hecho social que se supone indiscutible: que el desideratum del ciudadano ítalo es llegar a adquirir la condición de funcionario y, sobre todo, hacerse con un puesto fijo y mantenerlo hasta que llega la jubilación. O sea, que el argumento bien podría habernos conducido a la tragedia, puesto que, a poco de iniciarse la película, el protagonista, afectado por una disposición del ministerio y convocado por la autoridad junto a sus compañeros para ponerle al tanto de la situación, verá como todos ellos se van retirando sucesivamente alborozados gracias a las excepciones previstas por la ley. En efecto, se irán retirando poco a poco hasta que él queda como único perjudicado por las previsiones administrativas. Hay que señalar que antes de retirarse, sus camaradas saltarán transidos de alegría agradeciendo a voces, por ejemplo, que un pariente suyo “gozara” de minusvalía, mientras que él abandonará consternado “su” preciada “mesa de trabajo”, lugar donde durante años manejó el sello oficial con la mayor soltura.

De esta forma el no tan joven funcionario acabará siendo destinado nada menos que al polo norte, localización que el espectador reconocerá no sólo por los hielos permanentes sino también por el letrero. Y de allí le pasarán a otros lugares no menos inhóspitos del norte de Noruega, mientras que él, en su obsesión por mantener un puesto fijo, sigue y sigue renunciando a crecientes compensaciones económicas..

No entraré demasiado en el detalle. Sólo diré que, como era de esperar, los gags se suceden en relación con el choque cultural entre ese italiano prototípico, acostumbrado a tomarse la vida con cierta libertad de movimientos, y los excesos de la “perfección” mostrada por las sociedades nórdicas, liberales hasta el extremo en sus costumbres cotidianas y tozudamente respetuosas con la norma escrita.

Pero para mantener cierto grado de interés por el futuro desenlace, diré – y esto es lo que debió ser el comienzo de este artículo – que la película se inicia nada menos que en un lugar del África profunda donde el protagonista andaba de viaje cuando un inoportuno accidente en plena selva le habría puesto en manos de una tribu hostil dispuesta a sacrificarle según ritos previstos. Y que, habiendo solicitado en última instancia la palabra, nuestro amigo iría relatando sus andanzas para que los nativos se hicieran cargo de cómo vino a producirse tan indeseable situación.

He de decir también que para mí lo más desternillante del filme, cuajado de “gags» de todas clases, es ver de cuando en cuando – ya que el director vuelve a enlazar con el comienzo cada cierto tiempo – la reacción de los nativos ante el relato de quien aquella noche iluminada por el fuego se estaba jugando la existencia. Porque como ustedes pueden suponer, el argumento incluye el enamoramiento del italiano y la científica interesada por el deterioro de los hielos y la supervivencia de la fauna y, antes, sus relaciones previas con una italiana, rotas cuando estaban a punto de casarse. ¡Antes que el amor, el puesto fijo!

Luego habría ido aceptando poco a poco, siquiera a regañadientes, la inaguantable y aburrida perfección noruega. Así habría adoptado a cuatro antiguos hijos de su amada concebidos de padres diferentes, uno por cada una de las expediciones anteriores de ésta, y habría incluso admitido sin pestañear a un anterior novio de la investigadora que para mayor sorpresa se le presenta en cueros y se casará más tarde con un individuo de su propio sexo, Claro que al italiano le cuesta aceptar cosas como éstas de una Noruega en la que reina la “corrección política”.

Hay que decir que lo que más gracia me hizo fue ver el entusiasmo con el que seguían todas esas aventuras los simpáticos nativos africanos en una reacción no muy distinta de la de nuestros adictos a la televisión y a sus seriales. De ahí la máxima tensión que se produciría entre ellos cuando la relación con la noruega estuvo a punto de romperse, como también – aceptémoslo -entre los espectadores, preocupados por la suerte de nuestro funcionario.

No les diré como acaba la cosa aunque, naturalmente, queden aquí muchas incógnitas: qué pasará con la noruega y qué con la jefa del funcionario permanente y reiteradamente empeñada en acabar con su subordinado, y, claro está, qué ocurrirá también con la suerte de éste, todavía en manos de la tribu. Como también saber por qué demonios el italiano andaba por la selva. Tan sólo les diré que acaba “bien”.

PS: Uno de los “gags» se produce a la hora de bendecir la mesa con los cuatro críos de las cuatro razas, todos ellos de aspecto muy distinto, pues en un ambiente propio de esos noruegos que, por cierto, no tienen ni idea de cocinar pasta italiana y jamás utilizarán el claxon cuando el conductor precedente se retrase en arrancar después de un prolongado “stop”, cada uno de ellos hará su propio rezo. Con excepción, naturalmente. del rubito de padre noruego, que resulta ser ateo.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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