El Rezongón. Robots y progreso. Remolachas

Por Carlos de Bustamante

( Óleo de José María García Fernández, “Castilviejo” en la exposición de Espacio36, en Zamora, marzo de 2012) (*)

Cuando por la guerra civil -1936/39 España quedó “hecha unos zorros”, todos lo padecimos. A nadie se le oculta que uno de los primeros países, si no el primero, en derrotar la lacra del comunismo fue España. Y si a alguno se le oculta es porque no le interesa reconocer que la ideología marxista-leninista tuvo como principal objetivo los países que, católicos por tradición practicante, fueron su enemigo público número uno. No por casualidad, pues, cuidadosamente eligieron España. Lo que no tuvieron en cuenta –craso error- fue que los crímenes, sacrilegios e incendios iconoclastas, iban a tener la respuesta de “cruzada de Liberación”; porque lo fue.

Carentes de casi todo y obligado por las circunstancias, vino el obligado racionamiento; el pan negro y escaso; el aceite con cuentagotas; cebada tostada (malta); o achicoria en vez de café, y ésta sin azúcar o una cantidad mínima de ella y encima morena que parecía “viva”. Los españoles miraron al campo. Y el campo con sus gentes sacaron a su Patria de la hambruna que sobrevolaba amenazadora, cuando no inmersos en ella, por la total falta de ayuda internacional. Aislamiento –dicho sea de paso-del que no tardarían en apercibirse del error, cuando el comunismo se contrastó como verdadera amenaza allá donde se implantaba. Pero ¡ay!, que mientras tanto nuestra España desvalijada las pasó… “canutas”. El campo, o mejor, los labradores en él, respondieron con creces. Y lo hicieron cuasi desangrándose ellos, con el tremendo sacrificio que exigió el progreso y la competencia. Si algún cultivo supuso una verdadera revolución agrícola –cereal aparte ya tratado-, éste fue, sin duda, el de la remolacha. Para mejor comprensión, comenzaré por la “prehistoria” remolachera de pocos años o meses antes: Si los robots referidos para otros cultivos supusieron modos y métodos nuevos en las diferentes labores, en éste de un progreso, en cuanto a robots se refiere, más que evidente. Todavía en el disco duro de la memoria, porque además lo viví, aquellas cuadrillas numerosas con los lomos encorvados en las prehistóricas faenas de este cultivo.

Por sabidos enumero nada más cuantos robots se refieren a la preparación del terreno para la siembra: tractor, arados de vertedera o discos no manejados por mano de hombre a fuerza de brazos o la fuerza bruta de los ganados, sino por el sistema hidráulico del multi -robot para profundidad exacta y volteo; gradas y cultivador, todo en uno, para alisar y desterronar la tierra y “túrdigas” en ella producidas por el poderoso arado; rotabator para desmenuzar lo que los anteriores no hubieran hecho a la perfección que la pequeña semilla requiere para germinar con menos dificultad.

Semilla que, con anterioridad, quedaba enterrada a chorrillo por la sembradora de cereal, robot que revolucionó la siembra a voleo y que como con el grano caían por las “botas” incontables granos de semilla, ésta multigermen. He de informar al profano en la mater la materia que, de estos glomérulos nacían pequeñas plantas en mayor abundancia de la deseada; pues exigente el producto, era preciso eliminar las plantas que, sobrantes, impedían que una sola se desarrollara con grosor y forma rentable y conveniente. Operación ésta que requería tal cantidad de mano de obra y esfuerzo que no bastaban para ello los obreros habituales, sino que eran precisas cuadrillas de mujeres ¡y chicos! bien del pueblo de sus hombres o venidos “ad hoc” de los más remotos lugares. ¡Alto precio hubo de pagar el labrador para endulzar con las remolachas procesadas en fábricas imponentes las amarguras de nuestra España herida! Conocido también por el lector, el robot riego por aspersión o pivot, como con anteriores antiguallas, citadas solamente.

Es obligado expresar aquí, sin embargo, que la “terrible dictadura”… (¿) incentivó el más rentable de los cultivos con lo que vino en llamarse “remolacha de reserva “. La que, producida como la anterior normal, tenía un precio, para quien se acogiera al plan, notablemente superior.

Y se armó “el belén”. Afanosa búsqueda de agua hasta en los secarrales del páramo y perforaciones por doquier para aflorar aguas que durmieron en el subsuelo durante siglos. Prehistórica ya la noria, surgieron como los hongos nuevas industrias que, parejas al brotar de múltiples manantiales –oro líquido para tan pujante cultivo-, rompieron el silencio de los campos con tantos motores de explosión y bombas extractores de agua como “tesoros” recién descubiertos.

Los nuevos robots, que revolucionaron el sistema de cultivo “vinon tan agudos”, como presto marchó el personal en busca del jornal que con similar presteza vino a negarles el campo o era in suficiente para nuevas necesidades creadas por el progreso doméstico. Robots a domicilio para humanizar labores manuales o para divertimento –pronto imprescindible- de toda la familia. Materia ésta con similar o incluso mayor contenido para las conclusiones finales que pronto he de acometer, no sin temor a lo controvertidas que pudieran resultar. Mientras tanto y si Dios es servido, he de completar el progreso y robots en el cultivo de referencia.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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