Tres niños vallisoletanos

Por Javier Pardo de Santayana

( Calle Miguel Íscar. Acuarela de J. M. Arévalo) (*)

Reunión mensual de quienes quedamos de nuestra promoción aquí en Madrid. En la mesa, frente a mí, un viejo compañero que llegó a Director General de Asuntos Económicos y que escribió dos gruesos libros sobre la Economía de Defensa; el último muy recientemente. Nos comenta cosas sumamente interesantes, como el desinterés que muestran los políticos sobre los verdaderos asuntos de importancia. También hablamos de otro compañero nuestro recientemente fallecido, igualmente militar y economista, y conocido entre otras cosas por haber sido el primero en analizar el impacto en sus aspectos económicos de nuestra entrada en la Alianza Atlántica.

En el curso de esta conversación descubro con sorpresa, no sólo que nuestro contertulio, – al igual que yo mismo y que otro de los blogueros de los “Foramontanos” – vivió en Valladolid la guerra, sino que además perdió a su padre en un bombardeo de la aviación republicana. Le pregunté dónde vivía su familia, y contestó que en la calle Miguel Íscar.

De esta forma tomaríamos conciencia de haber vivido muy de cerca, y también muy cerca uno del otro, unos momentos importantes de nuestra propia Historia. De los bombardeos recuerdo cuando nos bajaban al refugio, un sótano donde también se fabricaban pastillas de jabón con sosa y sebo. Yo tenía entonces cuatro años y mi recuerdo del lugar es el de unas paredes blancas y un ambiente sereno. Y caigo en la cuenta de lo cerca que estuvimos en aquellos momentos clave que se saldaron con suertes diferentes.

Naturalmente no tardé en transmitir la noticia de esta circunstancia a uno de mis queridos y admirados compañeros del blog de los Foramontanos, desconocedor hasta ahora mismo de tal coincidencia. Sí sabíamos desde luego, aunque fuera desde no hace mucho tiempo, que él y yo estuvimos juntos en el colegio de las Teresianas como lo estuvieron nuestros propios abuelos en Medina, ciudad donde vivieron en la misma casa, por cierto propiedad del suyo. Y muy recientemente – justo en la víspera de lo que estoy contando – que también lo estuvieron nuestros padres durante la Guerra de África. Pero ahora surgía la sorpresa de que éste tercer compañero, de nuestra misma edad exacta, había también coincidido con nosotros.

El hecho es que, según me informa mi compañero de los Foramontanos, él mismo vivió personalmente aquel instante cuando los tres teníamos tan sólo cuatro años. Que tenía paperas como era muy frecuente, según recuerdo, entre los niños. Así que su madre le envió al patio con una silla para que se sentara allí y tomara el sol, supongo que para que no se las transmitiera a sus hermanos. Esto ocurría donde él vivía entonces, es decir, en las casas militares contiguas a la Academia de Caballería.

Y sucedió que al sentir el rugido de un avión y oír al mismo tiempo el tableteo de una ametralladora antiaérea, el niño se levantó asustado de la silla y echó a correr para buscar “refugio” bajo una ventana desde donde le izaron tirando hacia arriba de su pelo rubio. La explosión de la bomba se produciría allí mismo, inmediatamente, en pleno patio, justo donde estaba sentado sólo instantes antes. Como pueden ustedes suponer, para su pobre madre fue un momento angustioso el de ver aquel descomunal embudo del bombazo y desaparecida la silla de su hijo, como sería también, poco más tarde, de una alegría inmensa de lágrimas y abrazos al descubrir que le tenía sano y salvo.

A la vista de lo cual no les extrañará que no cese de imaginar, como en una fascinante secuencia cinematográfica, las tres situaciones en que nos encontramos los tres compañeros a nuestros cuatro años de edad y en aquel día concreto. Tres escenas de un hecho que vivieron simultáneamente aquellos tres niños vallisoletanos en una coincidencia que fue desconocida para ellos hasta este jueves de abril del año dos mil diecisiete; es decir, ochenta años más tarde.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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