Hay gente pa to

Por Javier Pardo de Santayana

( Acuarela de Álvaro Castagnet en Facebook) (*)

Como no hay día sin sorpresa, hoy me entero de que un señor perteneciente a ese partido cuyo logo tiene forma de preservativo ha propuesto que nuestra nación cambie de nombre. Lo oí ayer noche en la Trece, y desgraciadamente no me quedé con los términos exactos de la designación propuesta; sólo recuerdo que el nuevo nombre era bastante largo y estaba compuesto de cuatro palabras si no me equivoco. Y que no lo recuerde me parece a mí bastante lógico ya que, naturalmente, la noticia me dejó en estado de shock, y eso que ya está uno acostumbrado a oír estupideces.

Mire usted que la raza humana lleva años sobre este planeta; tantos, que al principio se despertaba y sólo veía tres cosas que eran lo único que había: la tierra, el agua, el aire. Sólo con eso contaba sin darse cuenta de que en realidad todo lo que encontró después ya estaba allí, en la tabla periódica: una lista limitada de elementos químicos. Pero tenía también la inteligencia, tan rara en todo el universo. .

Así que con el tiempo iría diciendo “necesito esto o lo otro” y todo lo iría encontrando más o menos a mano. Diría, por ejemplo, “necesito un producto que corte los metales”, o “a ver si hay algo que yo pueda tirar, y que rebote” y ahí tenía tanto una cosa como otra. O “necesito algo “que resista las altas temperaturas”, o “que resista los fríos más intensos”. Y todo lo encontraba allí. De aquel espacio cerrado por la atmósfera y la ley de la gravedad que no parecía ofrecer nada útil para el hombre excepto los alimentos llegaríamos a nuestros días, con las grandes urbes iluminadas de noche, las autopistas y los cohetes espaciales. Un mundo en el que hubo tantas aventuras distintas como seres, o sea millones y millones de ellas; un lugar en el que se encuentra todo, incluso estúpidos como éste del partido del preservativo.

A lo largo del proceso que describo se fue formando poco a poco nuestra España, un país que hubo de luchar durante muchos siglos hasta que restituyó las fronteras históricas de Europa y se convirtió en el primer estado moderno del planeta. Y que con el mismo nombre descubrió nuevos mundos y dio la vuelta al globo y todo eso que ustedes ya conocen.

Una de las cosas que hubo fue precisamente España, como hubo también una Europa; qué les voy a decir a ustedes… Así que decir España es hoy hablar de una cultura de siglos amasada con sudor y lágrimas. Ha habido, claro está, buenos y malos, y también listos y tontos tal como podemos ver. Ha habido, sí, nombres que quedan, nombres de personas y lugares. Y gente con virtudes y defectos: descubridores, inventores, grandes creadores, artistas extraordinarios, gente que ha generado ideas. Algunos hombres y mujeres fueron especialmente sabios, osados, imaginativos, buenos o generosos; gente activa e interesada por las cosas, que con todo esto y con el corazón y con la inteligencia se fue forjando nuestra patria. Y en el camino buscamos la verdad, o por lo menos la realidad de las cosas, así que hemos tomado conciencia del misterio, aunque se ve que todavía existen quienes de nada se enteraron.

Claro que mientras todas estas cosas ocurrían el del partido del preservativo, que debe aspirar al Premio Nobel, aún no había aún asomado la cabeza. Lo ha hecho ahora demostrando lo que dijo el torero, o sea que “hay gente pa to”; tan “pa to” que se le ha ocurrido nada menos que cambiar el nombre del país, algo asombroso si no fuera porque también hay quien se cree Napoleón. De todas formas se me viene de nuevo a la cabeza lo de siempre: “muy bien, de acuerdo; pero ¿por qué sucede ahora y no ocurría antes?” Téngase en cuenta que una estupidez que incluye la innecesaria modificación del nombre de un país que fue el primer estado moderno de nuestro continente no es sino una muestra fehaciente de despiste, ignorancia y, sobre todo, de ganas de fastidiar.

Pero, ¿a qué otra cosa piensa usted que puedan dedicarse unos rufianes o unos hijos que mamaron el terrorismo en casa (consultar Wikipedia) si no se les ocurre cosa de provecho? Por lo menos los de las cavernas ayudaron a configurar el mundo, descubrieron el fuego y los metales y así siguieron sucesivamente hasta que el hombre inventó el ordenador. Mientras que a éstos, en su “desideratum” destructivo, no se les ocurriría otra idea más brillante que cambiar a España el nombre. Diría el tal fulano: “ya tengo algo rompedor que presentar, así que en este nivel de parlamento me puedo asegurar el puesto y con él también la mamandurria”. Y luego se diría: “además, cambiar el nombre a España encaja como un guante con la moda de cambiar el nombre de las calles, sólo que en este caso estamos a un nivel más alto”.

Así que lo siguiente bien podría ser una propuesta a Bruselas para cambiar el nombre a Europa; el rufianito de servicio se pondría a buscar un nombre nuevo para nuestro continente, y luego aún vendría aquello de “¿y por qué no del planeta?” “¿No cambió la revolución francesa el nombre de los meses?” Recuerden ustedes aquello de Brumario, Floreal y Vendimiario…

Como se ve, la idea tiene un pasado y también un futuro de explotaciones sucesivas. Lo malo es que aquel calendario revolucionario galo sonaba a campos, lluvias y vendimias, – incluso a latinajos – es decir, a algo más culto; algo impensable en nuestros zafios representantes públicos.

Lo malo es que al haber elegido a estos mastuerzos nos retratamos a nosotros mismos.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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