El Rezongón. Robots y progreso. 5. Alfalfa

Por Carlos de Bustamante

( El mulero. 2001. Óleo de José María García Fernández, “Castilviejo”) (*)

Se lo advertí. Tomen nota de la paralela disminución de la mano de obra en las labranzas con tanto o mayor incremento de la mecanización (robots) en ellas. Si en terrenos de secano, este fenómeno fue menos acusado, aunque también y también mucho, en los de regadío fue más que notorio. Cuantos hayan soportado los anteriores artículos con el mismo título, pueden recordar cómo, comenzando por la mecanización robótica en el campo, fue tratada en lo referente al cultivo del cereal, primero, de las patatas luego y, por tratarse de los cultivos propios del regadío, la serie continúa y continuará, si Dios quiere, con otros nuevos.

No por principal, sino por ser uno de los más robotizados y más intensamente vividos por el Rezongón, les ruego un poco más de paciencia antes de llegar a las nada fáciles conclusiones, para asombrarse conmigo en el cultivo de la “alfalfa”. El porqué de este orden preferencial es debido a que si hacemos caso a la sabiduría popular en ningún terreno es de más y mejor aplicación cuando referido luego a él dice primero: “Cosecha tendrás segura, con buena estercoladura”.

Fácil, pues, deducir que como los tractores y demás robots no producen estiércol (o sea, que no hacen “eso” que más claro lo diría “Cagaris”, para cumplir la sentencia que, completa, añade: “Agricultura y ganadería, hacen próspera la alquería, a la par que poco avanza, quien sólo tiene labranza”. Para cumplir esta sabiduría, que lo es, cualquier buen labrador que se precie de serlo, sabe de la importancia del cultivo intensivo de alfalfa, para, con la ganadería, estercolar-aportar cantidad de nitrógeno y numerosos oligoelementos- las tierras sometidas a altas producciones de todo orden. Agricultura intensiva. Vamos, pues, ya a ello:

Robotizada la preparación del terreno como queda dicho anteriormente, no preciso repetir, tripitir o cuatripitir los labores previas con medios mecánicos, previas a la siembra de la diminuta semilla del extraordinario forraje.

Aunque supongo que en la actualidad habrá sembradoras-robots, sinceramente no las he conocido; paso por tanto, y supuesta la siembra a mano por un solo hombre, a la fase siguiente previa a la recolección del producto. Preparado, digo, convenientemente el terreno, para recibir la semilla, o sea, desmenuzado liso y mollar era preciso formar calles o eras, por donde ligeramente encauzada con pequeños “malecones” de contención, discurriría luego la bendición del agua; de la que este cultivo es tan exigente. Calles o eras, previas a la siembra a las que no llegaba la vida sin las imprescindibles regaderas y almorrones. Mano de obra en abundancia para estas labores y no menos para encauzar y dirigir el riego por el lugar debido. Tarea nada fácil por las desigualdades del terreno. Por carestía de personal, por encarecimiento del producto o por más razones que si Dios es servido verán la luz en las conclusiones finales, se hizo perentoriamente necesario un nuevo robot. Fácil ¿verdad? , puesto que ya lo tuvimos con el robot-riego por aspersión en el “cerial”. Pero ¿cómo utilizarlo, si éste o el extraordinario robot- “pívot” lo teníamos ya instalado en los patatales o “remolachares”? Nuevo desembolso, sin remedio, y nuevos y flamantes robots dejaban caer la lluvia cuando fuera oportuna. Mejor, tan repetidas veces necesaria. Con ellos en marcha, nacieron los brotes de alfalfa. Con este riego, como venido del cielo, pronto el alfalfar creció vigoroso. En condiciones para, antes de la floración, efectuar la primera de las seis, siete u ¡ocho! “cortas” durante el período estival.

Pero alma, calma, que antes fue necesario vivir trabajos y sudores sin cuento, para dejar en los almacenes el imprescindible producto para el ganado y cono verán para una mayor eficiencia de la agricultura. La “medicago sátiva” (alfalfa en román paladino) tiene tal cantidad de propiedades para tierra, ganados e incluso para el hombre, que ya desde los más antiguos persas era un cultivo de primerísima necesidad. La que ha ido en aumento con el mayor desarrollo de la propia tierra y de múltiples especies de ganado “sometido y custodiado” por el hombre desde que recibiera este mandato divino. Imposible con la sola mano de obra…. que ya no sobraba. Imprescindible, pues, la mecanización-robot-progreso. Pero antes…

Guadaña en ristre, el o los guañinos comenzaban la siega de la alfalfa inhiesta, tierna. Pero ¡ay!, que cuando terminaban un cacho, les esperaba otro, pasado (con menores propiedades nutritivas), en floración. Con tan sólo uno, dos, días a la intemperie las hiladas dejadas por las guadañas, habían de ser recogidas por la cuadrilla de mujeres en pequeños haces. Carros, pares, muleros, cargadores los acarreaban un haz tras otro al almacén en penosa descarga. Labores interminables en extremo costosas en sudores y…jornales. Infrahumano para to-dos. Obreros y “paganos”. Por ello, imprescindible el remedio.

Llegó con las ferias de maquinaria agrícola en Zaragoza; la Feria Internacional del Campo de Madrid, y muchas más en las que se exponían robots increíbles, para la humanización-mecanización de este producto. Se exponían, y se vendían como churros. Entró primero, impresionante, la segadora que, acoplada frontal en el tractor, hacía a la perfección el trabajo de no menos- o sea de muchísimos más- de una docena de guañinos. Guadañas, segadores, hatos y herramientas dejaron el campo en busca, de otros trabajos distintos a los que, conocida la segadora frontal, les era imposible competir.

Tras esta novedad, “vinon” otras. Si fue revolucionaria la empacadora con funcionamiento manual de prensa y palancas a ambos lados, para a fuerza de fuerza de los operarios conservar y reducir el volumen del producto en los almacenes, ni les digo la empacadora a remolque del tractor, que recogía y prensaba veloz en pacas perfectas la alfalfa tendida en la tierra. ¿Y nada más…? “Aguarden”.

Que si Dios es servido habrá más, mucho más, en éste y en otros cultivos. Y ustedes que lo lean. Nos vemos…


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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