Dos ejemplos de fe viva

Por Javier Pardo de Santayana

( Paloma Gómez Borrero. Foto reciente en El Confidencial)

A poco de la celebración del día dedicado a la mujer, he aquí que surge el recuerdo de dos españolas admirables. Pertenecen a dos generaciones sucesivas: la primera muere cuando la segunda nace, y ésta muere precisamente en estos días, cuando se ensalza la figura femenina al tiempo que se lamenta el papel que la mujer ha jugado tradicionalmente, oscurecida por el dominio masculino. No voy a entrar en la cuestión que se debate, donde juegan circunstancias históricas y sociales de pasados tiempos, ya que lo que deseo destacar es la estatura moral y humana de ambas: su fe viva.

El recuerdo de la segunda responde a su arrolladora personalidad de periodista: fue la primera corresponsal de Televisión Española en el extranjero, y se mantuvo en el trabajo hasta casi el mismo día de su muerte. Su recuerdo incluye una sonrisa permanente y una vitalidad casi imparable. Se la conoce sobre todo por el impacto que causó su seguimiento de los viajes papales, con los que dio innumerables vueltas al mundo en pos de la noticia. Incansable en su actividad de reportera, murió como digo hace unos días, y la última imagen que dejó de sí para la historia fue la de una mujer que se unía alegremente a varias otras para bailar ante las cámaras. Eso que, aunque no lo pareciera, pasaba ya de los ochenta.

Paloma, que éste es su nombre, siempre transmitió la impresión de ser feliz en todo y singularmente en su trabajo infatigable. Pero sobre todo, como mujer de fe, como cristiana sin complejos, hizo ver y sentir la alegría de una convicción ejercida diariamente. Quizá por eso sintonizó con aquel atleta de la Fe cristiana que fue el papa Juan Pablo, y no digamos con el actual, que quisiera ver en los cristianos la alegría del amor de Dios y su reflejo en el comportamiento de los hombres. Alegría que ella vivió siempre acompañada de una generosidad que, como fruto de la Buena Nueva, debiera constituir el rasgo más patente de quienes, conocedores de la verdadera realidad del hombre, saben apreciar el bien y, por vivir la fe, buscan también el amor y la esperanza: un buen ejemplo para la Humanidad en estos días nuestros caracterizados por la confusión moral y el odio al prójimo.

En cuanto a la otra mujer a la que quisiera referirme – Emilia Fernández es su nombre – fue rescatada también en estos días por razones aparentemente diferentes. No se trata en este caso de una mujer mediática, ya que su imagen se nos muestra envuelta en oscuridades tenebrosas. Se trata de una mujer gitana – sí, gitana y canastera, primera santa gitana – cuya vida pertenece a una generación que enlaza en su final con el nacimiento en 1934 de la arrolladora periodista. Muere sí, esta gitana al comenzar la guerra, y forma parte de ese inmenso grupo de españoles que hizo de nuestra patria el gran vivero de mártires cristianos del pasado siglo.

Mujer modesta como se puede comprender, fue encarcelada por intentar preservar a su marido de formar en las filas del ejército de la República, también llamado “rojo”, y allá, en la fría soledad de la prisión, descubriría el rezo del rosario por intermedio de otras dos reclusas. Presionada entonces por unos carceleros que no respetarían su condición de madre gestante, se resistiría a denunciar a quienes la enseñaron a rezarlo, así que daría a luz sobre una estera de esparto y en las deplorables condiciones de un calabozo de aislamiento en la que la recluyeron para sonsacarla los nombres de sus compañeras de infortunio. La historia concluye con la muerte de Emilia a los doce días del parto. Sencilla y firme, valiente y abnegada, “la Canastera” se inmoló por no llevar a otras mujeres a la muerte.

Así que uno no puede por menos de admirar la autenticidad de la fe que mantendría a Emilia en el amor a Dios y al prójimo aun en tan desfavorables circunstancias. Sólo una inmensa fuerza interior puede explicarnos – y aún así, difícilmente – una generosidad como la que ella mostró en su sacrificio. He aquí, en palabras del papa Francisco, “otro ejemplo de la civilización del amor y del testimonio histórico de Cristo”.

Esta admirable profesión de fe que ha conmovido a una Iglesia ya conocedora del martirio, hizo que Emilia “la Canastera” fuera incluida en una multitud de españoles – 115 – 92 sacerdotes, un religioso y 22 laicos, entre ellos 2 mujeres – beatificados el 26 de marzo del año 2017 por negarse a apostatar pese a la amenaza de una muerte cierta.

He aquí un hecho más que debiera hacernos pensar en los motivos que condujeron fatalmente a algunos desgraciados acontecimientos de nuestra reciente historia. Digo reciente en términos históricos, ya que que los llegamos a vivir, no sólo ”la Canastera”, sino también la periodista – otro ejemplo de fe auténtica y viva – y yo mismo – pobre de mí – en nuestros primeros años de existencia.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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