El Rezongón. Robots y progreso (II)

Por Carlos de Bustamante

( Campesino recogiendo la mies .1982 . Óleo de José María García Fernández, “Castilviejo”. 103 x103) (*)

Aunque tal vez no emita un juicio de valor en que dictamine si ambos conceptos conviven en armonía y favorable consecuencia, sin pretender aconsejar el Rezongón dirá nada más… Espero que quien, por vivido, sepa por donde “van a ir los tiros” disculpe la reincidencia tratada en este mismo blog, si bien hace no menos de 6-7 años. ¡“Velay” que para alguno de reciente incorporación a la lectura de los impenitentes foramontanos, les sea novedad! Va, pues, por ellos.

Decíamos ayer que con el robot trilladora, les fue preciso a los agosteros precipitar el acarreo del “cerial”; tal era el apetito insaciable del diabólico artilugio. Si ya lo dijo el apodado “Cagaris”: “No, si a ésta cualquier día tenemos que echarla la “galga” (el freno), porque entodavía se nos va a trabajar a las tierras… “anque también digo ó, que no luhay como la mano del obrero ¡a ver, no te j…fastidia!”.

Y digo yo, que al “probe” no le dio tiempo para ver la impresionante realidad de andar por las tierras al robot cosechadora. La que junto al robot- tractor revolucionó en noble lid el trabajo en el campo.

Pero vayamos por partes: he dicho tractor y es que ¡hay que roerse la que armó el robot ése! Si el arado fue robot primitivo, que reemplazó con mejora indudable a la azada o azadón, en preparar la tierra en condiciones para recibir las plantas o semillas (plantar o sembrar, que no es lo mismo ¡oigan!), el tractor -¡qué gran robot!- no sólo reemplazó a todos los carros (con las “galeras” tras él) , “pares” y trabajadores que arrastraban o conducían por la mancera un arado, u otras herramientas que requiere cada cultivo, sino que pudo llevar tras de sí, uno, tres, cinco, diez arados o incluso más según los “HP” del portentoso invento conducido ¡por un solo hombre! en sustitución de decenas y decenas de ellos.

En principio y según la sentencia de Cagaris, nuestro amigo, fue el tractor el que arrastró a las tierras a una trilladora sofisticada; pero es que enseguida el tractor quedó incorporado (el motor al menos) al robot por excelencia para el “cerial”. Y sustituyó también a las hoces u hocinos con cuchillas segadoras –las hoces del progreso- de hasta seis o más metros; útiles los anteriores que pasaron -al igual que las aventadoras, gavilladoras o atadoras y trilladoras- a ser piezas de museo como el de “Aperos de ayer” en locales adjuntos al monasterio de Nª Sª de la Santa Espina que fundara este rezongón. Con el nuevo robot, tampoco fue preciso más acarreo que el de los camiones para transportar el grano relimpio en la enorme “tolva” de la máquina a los almacenes, silos o fábricas de harinas. Con el imponente robot cosechadora, en fin, tanto se humanizó “hacer el verano”, que ni aún los agosteros fueron ya precisos. El progreso imparable –y creo haberlo dicho repetidas veces- de tal forma sustituyeron al hombre las máquinas-robot, que las ahora imprescindibles fábricas y talleres o industrias siderúrgicas hubieron de nutrirse por nuestras gentes del campo. Y tanto se despoblaron sus lugares de nacimiento en los respectivos pueblos y tan triste, solitario y silencioso quedó el campo, que incluso el Rezongón que vivió tiempos heroicos en él, duda si el progreso fue o no beneficioso para “los que ahora sufren el horror de las cadenas o la contaminación de las grandes ciudades”; o de las más pequeñas, sin tan siquiera personalidad definida. Signos de los tiempos que, vividos y ¡trabajados! los anteriores (mejores o peores, de verdad que no lo sé), sí los recuerdo con auténtica nostalgia.

Como habrá observado el lector amigo y que haya vivido el campo, he omitido pormenorizar labores, herramientas y múltiples robots que hubieran hecho interminable y farragoso lo que, con lo dicho, a lo peor ya lo ha sido. Si les hablé de sólo el “pan”, el alimento más esencial del hombre, he de continuar con otros productos que la humanidad también precisa. Los que darán pie a quien dice nada más… a otros “¡u otras!” herramientas robot que, sin remontarnos al “hombre erectus”, sí responden al enunciado que nos ha de llevar a curiosas conclusiones. Las que serán motivo de nuevos rezongones; que, sin serlo propiamente, sí lo serán de nuevos robots y múltiple progreso. Si Dios quiere y Él es servido los podrán ver con la amabilidad que les distingue en los sucesivos con idéntico enunciado y distinto contenido. En éste finalizo con una pregunta de nada fácil respuesta: Si el robot cosechadora eliminó humanizando (¿) labores de cien-doscientas personas ¿será capaz de absorberlos la industria? Como diría el tantas veces mentado “Cagaris”: “Eso, lo dejo a su corto entendimiento”. Y dice el Rezongón, “que se quedó tan oreado”.

Al tiempo de recordar venturosas “batallas”, pudieran, digo, sernos útiles para cambiar el tercio de la política –que en algunos ya huele a podrido- por el campo de mejores y más gratos olores…Sólo un ruego para finalizar: vayan sumando- siquiera con aproximación el capital a desembolsar por cada robot (o sea su dueño) por los jornales suprimidos al humanizar el trabajo en el campo. Tal vez les resulte útil para emitir una justa opinión sobre la genialidad del jefe sindicalista. Y ya saben, yo… ¡digo nada más!


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
https://c2.staticflickr.com/4/3729/33452286355_3b1ca6d838_b.jpg

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

Lo más leído