El Rezongón. Hermanados y amigos por la música (II)

Por Carlos de Bustamante

( La Musique.1939. Óleo de Henri Matisse) (*)

Cuantos hemos cantado en algún coro, y porque lo sé los tres foramontanos que se dirigen a ustedes dos veces cada uno por semana, sabemos que la buena sonoridad del lugar donde se canta influye no poco en el éxito final. Perfecta la del coro familiar en la Dehesa de Peñalba. El silencio del mágico anochecer era nuestro natural aliado; y la bóveda del cielo castellano, tachonado de estrellas, el adecuado para que la sonoridad varonil y la ternura femenina, fueran perfectas. El director, era, por supuesto, nuestra “mater et magistra”; la que, con los suaves movimientos de manos inolvidables, marcaba el compás y ritmo adecuados. La sonrisa a cada canción era el aplauso de un público por lo general inexistente. Y cuando lo había, rara era la melodía a la que no se requiriese uno o varios “bis”.

Aquellos atardeceres inolvidables eran de los que “hacían familia”. Y entre los hermanos, mayor hermandad si cabe, y profunda amistad. Si no igual, algo de esto sí hemos visto en los entonces chavales de OT. Destaco no obstante algunas diferencias más que notables: en OT. “representaban” escenas musicales. Se hacía espectáculo de canciones (baladas) amorosas. Y como lo “representado” no es, ni puede ser real, el espectador rezongón añoró lo que no tenía “ni trampa ni cartón”. No es que por cantar toda la familia tuviéramos vínculos más fuertes que los de la misma sangre, no. Es que, madre y hermanos unidos por la música de nuestro canto estrechó aún más los lazos de amistad, más entrañable si cabe.

También vi o vimos “algo” de esto en OP. , pero ¡muy diferente! No hacíamos teatro; no “representábamos” nada. Y ¡ay!, que no es lo mismo.

Como no lo fue cuando ensayábamos o cantábamos luego en la capilla. Oraciones cantadas que con sólo recordarlas nos siguen invitando a levantarnos de tantas caídas. Porque como dijo –dicho sea de paso- el “santo de lo ordinario” y de nuestros días: “No es santo el que nunca cae; sino el que siempre se levanta. Formación por la música y el canto que deja y dejó huella indeleble para facilitar ¡y de qué modo! ésa segunda y tan costosa a veces determinación. Oraciones profundas las cantadas.

Les invito ahora a contemplar un escenario muy diferente. Academia General Militar en Zaragoza: no menos de medio centenar de cadetes, recios como lo es todo en la milicia y más aquí, cantando a tres, cuatro o más voces un repertorio de verdad inolvidable: familia militar y cadetes más amigos, si cabe, por la música y el canto.

Voces varoniles, recias, que hacían “baladas” hasta de música y canciones sacras.

Cuando, todos ya muy mayores, viejos Coroneles o Generales de la más alta graduación, logramos reunirnos, es frecuente que la pregunta surja de inmediato: “Tú eras del coro ¿verdad?” y la canción enseguida sigue con mejor voluntad que acierto. Salvo algunos -¿verdad Javier?, que por un don especial siguen con voz y oído intactos.
Consecuencia, casi seguro, de los “genes” si heredamos los de nuestra madre; y de igual forma- aunque algo menos- nuestros genes musicales y cantores- también pasaron a nuestros hijos. Los seis de nuestro matrimonio, tuvieron en casa el coro con el que tanto disfrutaron sus padres. En cualquier época del año y con el mínimo pretexto, los techos de nuestros sucesivos hogares fueron bóvedas con excelentes cualidades sonoras, para que canción tras canción hicieran de nuestras casas “hogares luminosos y alegres”.

Curioso que, en la bendición de la mesa, nunca olvidada, no siempre era rezada, sino sobre todo de niños, era cantada: “Por este pan, por este don, te alabamos, te alabamos; por este pan, por este don, te alabamos Señor”. Les aseguro que si alguno se sentaba a la mesa contrariado por algo o por alguien, la canción convertía todo en sonrisas. Como nosotros, han cantado en el refectorio de las Carmelitas de Carrión de los Condes; en las de la Rondilla… Las que se lo pasaban “de miedo”-entre otras muchas canciones- con un villancico que decía: “San José de mazapán; y la Virgen de canela; este Niño es un bizcocho hecho de azúcar morena”. Incluso ganaron un concurso de villancicos en un teatro de Valladolid. Aunque seguramente tarde ¡feliz Navidad!


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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