Sin rezongar. Bodas de diamante

Por Carlos de Bustamante

( La Plaza de Santa Ana en los 80. Óleo de J. M. Arévalo) (*)

No recuerdo… (el Rezongón es octogenario) si en nuestro blog “Tres foramontanos en Valladolid”, les dije que en no menos de diez años de ediciones diarias del blog, vieron la luz muy cerca de 1500 artículos de este cascarrabias impenitente. Y que de tal forma conecté con mis amigos lectores, que incluso he llegado a comunicarles intimidades de expresión poco común en estos medios. Llevado como por inercia de lo que fue costumbre, les comentaré (y aún no sé a quién) una más de ellas.

Se trata, como ustedes pueden leer en el título, de que el 31 de julio de este mismo año, el matrimonio Bustamante-Valbuena “sénior” cumplirá Dios mediante sesenta años de aquel otro 31 de julio en el que contrajeron nupcias canónicas en la Iglesia de San Miguel; la parroquia de ambos desde que eran niños.

Con viviendas muy próximas, era forzoso que bien en las idas o venidas del colegio o acicalados los días festivos para los habituales paseos, se vieran desde los miradores respectivos. Desde el inicio de la adolescencia, Cupido hizo “de las suyas” en los corazones de los cuasi niños. Mejor diría y digo, que miles de cupidos porque los flechazos en ambos fueron múltiples; en calidad y en cantidad. La simple amistad primero, para jugar al “marro” y a otros propios de la edad, creció según el transcurrir de los años. Salvo alguna que otra “tormenta de verano” (contadas con los dedos de una mano y sobran dedos, nuestros amores crecieron al compás del paso de la adolescencia a la juventud.

Hasta no lucir mi primera estrella en la bocamanga del uniforme militar como Caballero Alférez Cadete, no fuimos novios formales: “los novios del barrio”, como se nos conocía en el ambiente próximo a nuestros respectivos domicilios.

Como no podía ser de otra manera y tras la maravilla de los avatares de una historia de amor muy bella, el flamante teniente pidió destino africano. E hicieron enseguida planes formales de matrimonio. Unido el permiso colonial de casi un mes con el reglamentario y muy escaso de boda, un 31 de julio de 1956 el sacerdote don José Velicia fue el encargado de que los novios del barrio, fueran marido y mujer. Veintidós años tenía el aún no rezongón y veinte añitos la pelirrojilla más bonita del “todo Valladolid”. Bien preparados para el compromiso de por vida y con una `bendita inexperiencia´, fijaron su primera vivienda en la “casita del moro” en la ciudad santa del Islam –Xaüen- del que fuera protectorado español en Marruecos. Sucesos mil y similares aconteceres, son otra historia contada en la novela no venal: “Buscando mis amores”.

Y llegaron los hijos, fruto precioso del verdadero amor del matrimonio. Bodas de plata; bodas de oro y… toda la ilusión puesta en recibir el hermoso don de Dios de concedernos llegar a cumplir sesenta años de matrimonio (bodas de diamante), con resultado feliz, aunque como personas normales no faltasen luces y sombras. Superadas éstas con sólo un amor que nos comprometimos a que fuera indisoluble “en la salud y en la enfermedad; en la riqueza y en la pobreza hasta que la muerte nos separase”.

Recatada, más bien tímida y en extremo pudorosa, la que es y será mi esposa hasta que la muerte nos separe, no tuvo una vida fácil. Como no fue fácil sobrellevar con valor –acreditado- los años africanos; los de antes, en medio y después de la independencia del que fuera Marruecos español. Años de zozobras, miedos y angustias en la que la gran ”mujera” del teniente “Quivir” (grande) se curtió para lo que más tarde le deparase una vida en extremo azarosa, como es normal en los componentes de la gran familia militar. Ausencias de los maridos en largas temporadas de campamentos, destacamentos y misiones de repliegue, no exentas de peligros y amenazas…, mayores, si cabe, para cuantos estábamos unidos en matrimonio.

Vida de las “lailas” donde, sin consigna previa, eran “todas para una y una para todas”. Inevitable pensar cómo hoy, a la menor, surgen como los hongos separaciones, divorcios y desastres en familias donde las mayores y no únicos paganos, suelen ser los hijos. Austeridad, privaciones y miedos que lejos de causar tristeza, eran motivo luego de grandes alegrías. Impresionante la familia militar africana. Sin menospreciar, por supuesto, a las peninsulares con escasos haberes siempre; y como cuantos “pasaron el charco” en perenne estado de servicio y familias por lo general, numerosas.

Engendrados “moros” y nacidos peninsulares la muy joven pareja (o sea, matrimonio) pronto -como ya dije- se vio aumentada con numerosos hijos, todos deseados. Ocho embarazos, ocho, de los que sólo seis fueron la alegría de la casa en no menos de otros tantos o más (octogenario he perdido la cuenta…) domicilios diferentes. Los que corroboraron el dicho de “con la casa a cuestas”.

Pero curtida en mil batallas…, además de los hijos, “la mi pelirrojilla” y pecosa… de colegiala, por fallecimiento de los progenitores del hoy Rezongón, voluntariamente se hizo cargo de, además del “suyo”, cuatro varones como catedrales y… solteros. En la enorme casa de la plazuela de San Miguel, con el matrimonio y cinco hijos más el añadido de los hermanos – aún todos solteros, menos “el Quivir”-, las necesarias empleadas de hogar que entraba por una puerta y visto el “panorama”, enseguida salía por la otra… Fue entonces, más que en los africanos lugares donde “la cuñada Valbuena”, acreditó realmente el valor adquirido. Sin medallas ni honores; pero sí con el inmenso cariño de su numerosa familia de sangre, más los añadidos. Los que poco a poco “fuimos casando” y abandonaron definitivamente el nido.

Bodas de diamante… sin alharacas ni manifestaciones ostentosas, al gusto de la cuñada Valbuena. Celebración íntima -previa acción de gracias de la santa Misa en nuestra parroquia de Santiago Apóstol- donde el valor infinito del Sacrificio, hizo desaparecer las sombras, si es que quedaba alguna, para quedar todo luces a la espera del tiempo que nos sea concedido en una nueva prórroga si Dios es servido.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
https://c1.staticflickr.com/3/2832/32935577722_27f2a73c24_b.jpg

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

Lo más leído