El Rezongón. Nido de “torcazas”

Por Carlos de Bustamante

( Paloma.Óleo de Ignacio Pinazo. Colección particular. Valencia. Pintura.aut.or. 34 x 30) (*)

Una vez puesto el título e iniciado el artículo, veo, no sin sorpresa, que la expresión “torcaza” es correcta. Perdón, pues, por las comillas de lo que creí localismo del valle del Duero… Y al asunto: Como sabrán algunos de los lectores, el único vestigio de campo que veo mientras alguien no me lleve, son los plátanos hispánicus que a diario contemplo desde el balcón de mi habitación de trabajo (¿). Creo también haberles dicho (ver para creer) que vi en estos días y oí el murmullo gutural inconfundible de una paloma torcaz o torcaza. Porque creo conocer a estas aves y casi, casi interpretar su lenguaje, barrunté que la torcaza preparaba su nido.

Barruntos ciertos y comprobados: en una terraza a la sombra de los hispánicus charlábamos después de “oír” la santa Misa dos matrimonios amigos desde “quisió” (qué sé yo) -localismo éste auténtico y más viejo que la tos- los años. Paré “en seco” la charla al sentir cuasi sobre mi cabeza un aleteo singular con recuerdos antañones. Sólo con una diferencia notable: en vez de aleteo estrepitoso con el sobresalto para el cazador que -¡ay!- se le acercaba sigiloso, otro más suave, como sin prisas ni obstáculos como lo es la asperura de las hojas de los pinos; gigantes de enormes cabezas oscuras, refugio desde donde ven sin ser vistas las muy variadas aves al agrego de los “negrales”: torcazas, tórtolas, rapaces… y tantas otras aves menores que hacían del añorado lugar el más sabio de los libros donde aprender la ciencia que encierra una naturaleza prodigiosa y viva.

Increíble pero cierto: donde el hispánicus hace horquilla para abrir los brazos de los que nace la sombra, estaba la torcaza “acuculada” con suave rebullir sobre el escondite que conformaba así un nido en extremo liviano.

-¿Pero no la ves, Luis? – pregunté a mi amigo “cegato”-. Que no, Carolus, que tú ves visiones-. Que aquí estamos en el corazón de la ciudad y no en el pinar de la que fuera tu Dehesa-. “A vei” (a ver si) te crees que “áhura” (ahora) las torcazas confunden la ciudad con el campo “ande” (donde) se crían – concluyó con expresiones copiadas de su amigo Carolus (ignoraba lo del Rezongón) al uso antaño en el valle del Duero y no de su Moreda en la Rioja alavesa.

-¡Mira Luis!, que “entavía” (todavía) me dices como Carpanta (el que hacía furor en nuestros tebeos): “Si las ciudades estuvieran hechas en el campo, otro gallo nos cantara y otra gallina nos cacareara” –le dije siguiendo el hilo de las expresiones al desuso hogaño “nian” (ni aún o “inclusive”) entre las poblaciones del valle cabe lo páramos parrillanos o del Cerrato puramente castellanos. Valles feraces cual son los peñalberos, los de Retuerta, Vega Sicilia, Granja de Sardón u otras tierras todas de pan llevar y vino, pinares y… torcazas.

En un breve intervalo de silencio circulatorio en la gran avenida junto a la terraza, se oyó nítido el lenguaje con que otrora el Rezongón se comunicara con sus amigas las torcazas: Ngugggu, guggu,ngguu…. , autobús doble con fuelle y… otra vez silencio.

-¿Y ahora qué?, le dije a Luis con expresión de triunfo, ¿está o no está la torcaza…?

-Pues va a ser que sí, me contestó derrotado-. Que “velahí” (mírala ahí) está la cabeza de la pechugona y el cuello encorbatado de blanco. Sonrió al expresarse como en absoluto lo hiciera en los moredanos lugares de su Rioja alavesa.

En esa conversación estábamos, cuando al estrépito de una “moto” de ésas que truncan el difícil sueño cogido con las calores de noches muy por encima del umbral de los que le son propios de la época, la torcaza abandonó sin excesivo estrépito el nido.

De pena… : -“¿Pechugona has dicho…”?-. Pero si la pobre “creo o” (creo yo) que es sólo torcaz y no torcaza; que la pobre –continué en la misma jerga -“no tié nian” (no tiene ni aún) buche delante de la pechuga. “Quisió” (qué sé yo, ya les dije) lo que comerá “ande” (donde) ni los gurriatos “tien” (tienen) qué llevarse a la boca… -terminé la larga perorata realmente compungido. Por poco tiempo, porque enseguida (o sea, “deseguida”) vuelta la burra al trigo. O sean la torcaz al nido en ciernes.

Desecho el entuerto de si era o no ave columba, proseguimos la charla sobre la situación política actual; sobre lo aberrante que es lo que algunos llaman matrimonio… tan contario a las leyes divinas ¡y humanas!; sobre el difícil entendimiento, hoy, entre padres e hijos…. Vano intento de arreglar un mundo en el que hasta las torcaces andan tan desorientadas “como un pulpo en un garaje”. Con el rabillo del ojo o descaradamente a veces, con el error de no prestar la debida atención a las palabras de Luis (que no por común es signo de educación deficiente), no dejé de lamentar la imagen sorprendente. Un nido de torcazas en plena ciudad, es tan anómalo como, dicho con todo respeto, matar al propio hijo –ser humano sin más defensas que las de su “nido” maternal- en el seno de su madre; como invertir el orden natural de la atracción entre personas del mismo sexo; de llamar amor a la entrega invertida de la atracción que el Creador puso entre el hombre y la mujer recién creados… o de, en fin, levantar un monumento a los “amores brutales” de las nuevas “sodomas”, derribando los erigidos al valor, heroísmo, ciencia, santidad etc.

Inmerso en estos pensamientos, el viejo cazador, Rezongón y amante de animales, plantas, montañas, valles, páramos, ríos y mares… levantó cansinamente una humanidad un tanto maltrecha y mientras volvían los arrullos – Ngugggu, guggu,ngguu…- y con la última mirada a la esmirriada torcaz, dejó los sueños y ensueños hasta nueva ocasión, que si es de esta naturaleza, ojalá no se presenten.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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