Por Javier Pardo de Santayana

( Perrito. Acuarela de Germán Sinova en Facebook) (*)

Según leo en la prensa española, un partido político ha centrado su atención en un fallo evidente del sistema: nuestra administración considera que las mascotas no son animales, sino simplemente “cosas”. Y así a bote pronto reacciono entre la indignación y la sorpresa. Sorpresa porque me parece mentira que esto ocurra, e indignación porque de ser cierto, reflejaría la escasa compasión que los españoles sentimos por nuestros, si no semejantes, sí bastante parecidos compañeros de viaje en nuestro paso por la vida. Luego, cuando lo pienso bien, recuerdo que los jueces han sentado la mano varias veces a quienes fueron descubiertos maltratándoles, y entonces ya caigo en la cuenta de que no debemos ser tan bestias como a primera vista parecía.

Sí, efectivamente, no puede decirse que los españoles, incluida la administración del país, seamos tan desalmados como la noticia sugería. Es más, muchos de nuestros compatriotas se pasan en lindezas con el trato que dan a los animales en contraste con el que suelen dar a las personas. Basta con recordar con qué dureza tratan a los hijos en el seno materno, que hasta los quitan de en medio sin mayor problema. Hasta hay madres en potencia o ejercicio que publicitan el aborto y hacen de él uno de los temas centrales de sus reivindicaciones. O sea que por una parte nos estremecemos con las crías de la jirafa y por otra tiramos a la basura impunemente el cuerpo troceado de quien podría haber sido una persona de provecho.

En fin, después de leer con cierto detenimiento algunos comentarios, llego a la conclusión de que en realidad se estaban refiriendo a la aplicación de disposiciones administrativas para las que, efectivamente, la naturaleza de los animales de compañía – o mascotas, como ahora se dice – no es tenida debidamente en cuenta. Es más, no sé por qué tengo la impresión de que todo viene a partir de la discusión que se plantea en caso de divorcio a la hora de decidir la pertenencia del gato o del perrito familiar a uno u otro de los que fueron cónyuges, ocasión ésta en la que posiblemente uno tirará para su lado y el otro para el suyo.

¡Pero qué inconsecuentes somos los humanos! Fíjense ustedes en que allá donde surge la desavenencia y hasta se incuba el desprecio mutuo entre dos seres humanos que antes se amaban pero que ahora se odian – allá donde no se tuvo empacho en destruir lo que fue en su día una vida de amor y entrega mutua – se discute sobre la forma de proteger y conservar la relación de afecto en que ambas coincidieron con otro personaje que se cruzó en sus vidas: un pobre animalito que, a diferencia de los litigantes, aún conserva viva la ternura que ambos le dispensaron. Y la solución que se propone es una fórmula bastante parecida a la aplicada para asegurar la tutela compartida de los hijos: seis meses de convivencia con uno y con otro previo mutuo acuerdo. La diferencia con el caso de los niños sería que en el caso de las mascotas no tendríamos las idas, venidas y relevos que se producen todos los fines de semana sino que éstos tendrían lugar sólo una vez al año.

En todo caso creo que, efectivamente, no parece adecuado manejar las mascotas como una cosa más a la hora de determinar lo que debiera quedar para la ex esposa y lo que debiera ir a parar a su ex marido, porque ahí hay un problema de cariño; de relación personal con otro ser viviente. Además, que los animales no son simplemente “cosas” no es algo discutible desde la misma realidad científica, y menos si consideramos que el haber hecho de ellos mascotas significa incorporarlos de algún modo a la familia. Por otra parte, la experiencia dice que en el contacto se fragua una relación muy parecida a la que vemos entre los componentes de ésta y con frecuencia todavía más estrecha por el roce físico, que nos permite constatar la necesidad que tiene el animal de compañía de recibir y sentir muestras de afecto. Lo constaté con “Pizca”, aquella White Terrier de las West Highlands escocesas a la que dediqué más de un artículo, algunos dibujos e incluso un álbum de fotografías, y lo ratifiqué más tarde con la teckle “Baraka”, gran cazadora cuya mirada de soslayo se parecía a la de aquella Lady Di con la que compartió un destino desgraciado. Y lo constato ahora con las simpáticas gemelas jerezanas “Maca” y “Sol”. De “Pizca”, que yace en un rincón de mi jardín, conservo mas de un folio lleno de frases y palabras que ella reconocía y una reproducción suya en miniatura que hemos incorporado al nacimiento familiar, donde tiene sitio reservado en el mismísimo portal. Y las más cariñosas son estas dos teckles de ahora, que atraídas por los mimos que las dispensamos vienen a nuestro regazo a contemplar la tele. Agradecen que las rasquemos la cabeza o la tripilla y las acariciemos sus flácidas orejas: se ve que para ellas esos momentos resultan deliciosos; tanto que basta a “Sol” con verme pasar por un pasillo para dejarse caer patas arriba con la intención de que la haga cosquillas.

Son, pues, estas mascotas o animales de compañía, unos seres que dependen de nuestro cariño y se muestran bastante parecidos a nosotros en bastantes cosas; seres dotados de una sensibilidad extrema. Para mucha gente, sobre todo solitaria – para aquellos que necesitan compañía – hacen las veces de un hijo o de un amigo; cubren con creces esa necesidad de afecto que todos anhelamos. Sí, decididamente, no son una especie de mueble, un trasto familiar o un objeto susceptible hasta de embargo; una parte más del patrimonio disponible cuando llega el momento del reparto.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
https://c1.staticflickr.com/3/2222/32861996681_7f725af30f_b.jpg

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

Lo más leído