A ver quién lo entiende

Por Javier Pardo de Santayana

( Gorfas en Medenine,Túnez. Acuarela de Francisco Roldán) (*)

El primero que entienda esto que levante la mano. ¿Ninguno? La verdad es que hace tiempo que dejé de seguir al día los acontecimientos internacionales; claro que entonces escribía sobre esto y ahora disfruto de otras cosas. Pero dudo de que alguien sea tan perspicaz como para hacernos entender lo que sucede.

Estoy, en efecto, convencido de que la inmensa mayoría de la gente desconoce lo que en realidad está ocurriendo en el Islam, y no veo que nadie nos lo explique con conocimiento y claridad de ideas. Es más, me juego lo que ustedes quieran a que la mayoría de los españoles confundimos unas cosas con otras sin saber muy bien en dónde estamos. Muchos estarán convencidos, por ejemplo, que lo de Alepo es más o menos lo que pasa en Mosul, o que lo que en Mosul ocurre es parecido a lo que sucede en Kabul o en Paquistán. Luego está lo del terrorismo que sacude a Europa y, para colmo, las grandes migraciones.

Desde luego no les voy a aclarar todo este lío en las breves líneas de un blog, sobre todo porque tampoco lo tengo demasiado claro para mí, pero intentaré que ustedes se den cuenta de la complejidad del caos que se vive en el seno del Islam. Sí, lo digo en presente, porque no es, como solía, algo que ocurre en países distintos y distantes, sino acontecimientos que amenazan incluso nuestras calles.

Supongo que a la hora de hablar de cosas como éstas todos pensamos en el 11 de septiembre del 2001, lo cual me parece natural y hasta oportuno. En un artículo reciente señalaba yo que la perversa inteligencia de Bin Laden dio el pistoletazo de salida a la situación que ahora vivimos proporcionando al Islam más violento y reivindicativo la teoría y el impulso necesarios; esto es, el objetivo y el “modus operandi”. Pero, a la manera de lo sucedido con nuestros “nuevos bárbaros”, también los islamistas tropezarían pronto con la desunión entre sus filas. Una desunión cargada de odio, porque no hay enfrentamiento más enconado y más cruel que aquel que surge en el seno de las propias filas. Así, junto com el tradicional desacuerdo entre sus líderes, los islamistas tropezaron con la secular inquina entre las sectas, con las discrepancias sobre el método, y con la falta de acuerdo entre los objetivos de los países suministradores de recursos. Para mayor jaleo y confusión, a todos estos obstáculos vendrían a añadirse los causados por los grandes cambios estratégicos: por ejemplo, por la llegada de la globalización, fruto a su vez de los avances tecnológicos que facilitan la información universal y en tiempo real y así permiten establecer contactos y desarrollar operaciones psicológicas que hasta el momento fueron impensables. Y aún habrá que considerar los movimientos migratorios propiciados por las facilidades adquiridas: un fenómeno contradictorio puesto que no se orienta hacia los mentores ideológicos sino hacia sociedades alejadas de la cultura del Islam.

En estas circunstancias cualquiera pensaría que no habría grandes razones para la preocupación ya que esto tiene pinta de acabar como el rosario de la aurora en su versión islámica. Pero el problema es aún más peliagudo porque en la gestación del caos reinante se ha acuñado una manifestación del odio que cuajó en los estratos más moldeables de las comunidades musulmanas. Y no sólo en países desestructurados o en estados fallidos, sino en sociedades consideradas como “del bienestar”, donde la incapacidad de las familias musulmanas para integrarse en los usos y costumbres que las son extraños, y su más baja condición social, han propiciado una reacción de resentimiento que, resaltada por las redes sociales, ha arrastrado al crimen a jóvenes dispuestos a morir por la causa con tal convencimiento que lo hacen suicidándose en el acto hostil que ellos mismos provocaron. Algo que antes se descartaba, pero que ahora ha obligado a enfocar de una forma totalmente diferente la teoría y la práctica de la seguridad.

Se trata, pues, de una utilización de la sorpresa y, en este sentido, del arte de la guerra, de la cual aquella fue siempre uno de los principios esenciales; en este caso con la particularidad de ser inesperada en un matiz tan relevante como la insistencia en un terror concebido en su máxima expresión: el que puede provenir de cualquiera en cualquier parte, y precisamente en su versión más tenebrosa y cruel, como es aquella que causa un mayor efecto en su expresión mediática. Ni el más truculento de los directores especializados en este tipo de películas se atrevería a presentar un friso de niños asesinos o el degüello en serie de inocentes cuya angustia podemos percibir en nuestras carnes a lo largo de una demorada exposición de los prolegómenos de su ejecución sumaria. ¿Quién podría imaginar tan sólo hace unos años que este espectáculo sería frecuente en nuestras pantallas de televisión o que pudiéramos oír a unos asesinos reivindicando Al Ándalus? ¿Quién podría imaginar que de la noche a la mañana pudiera contemplarse el nacimiento de un nuevo estado cuyos carros de combate arrasarían la bella arquitectura de las orillas del Tigris y el Eúfrates?

Quizás ésta arrogancia y osadía del combate sea el gran error de quienes de esta forma pretenden acabar con nuestra cultura y nuestra libertad, mas por el momento se echa de menos una más fulminante reacción de un Occidente que prefirió dosificarse.

Confiemos por tanto en que todo el inmenso lío del Islam, que carece de una sola voz y raramente articula una autocrítica, acabe haciendo perder fuerza a la amenaza que nació en su seno. Mientras tanto nos contentaremos exclamando: ¡Caramba con la famosa “Primavera Árabe”!


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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