Historias de mi madre. Una Virgen “preciosamente feúcha”

Por Carlos de Bustamante

( La Virgen que cita del autor como parecida a la `preciosamente feúcha´ de la Dehesa de Peñalba) (*)

Me parece el de Navidad día muy apropiado para seguir escribiendo de Nuestra Madre. Recordarán cómo el sacerdote don José Mª Arévalo, junto a la maravilla del retablo nos cedió una imagen de la Virgen Inmaculada preciosa, pero tan deteriorada e ingenua por el tiempo en que fue tallada, que no me parece irreverente nombrarla como “Virgen preciosamente feúcha”. Y es que el Amor hace bello lo que, exteriormente, tal vez no lo sea tanto. El Amor no se detiene en el aspecto exterior, sino que ve lo que la naturaleza en lo humano no puede. La inmaculada pureza y belleza de alma y cuerpo, hace que contemplemos, porque lo es, una auténtica maravilla. Así vi la Inmaculada que, por superar con mucho el tamaño de la hornacina en el retablo, hube de guardar en el sobrado de nuestra vivienda en la Dehesa.

Durante uno de los cursos de retiro dados en la recién inaugurada capilla, la vio don Rafael Magán (q.e.p.d,). Sacerdote del Opus Dei, ordenado cuando ya era capitán de Infantería. Compañero por tanto y amigo. Me pidió que si no era posible exponerla al culto, que se la llevase a Valladolid. Así lo hice en la confianza de mejor destino. No me equivoqué. Nunca pude sospechar siquiera hasta qué punto. Sé sólo lo que aconteció cierto día de cierto mes y año. Destinado en una unidad de Automóviles, recuerdo que me llamaron por teléfono. Era don Rafael Magán:

-¿Tienes el Land Rover con la imagen de la Virgen ahí? Contestación afirmativa.

-Y puedes –continuó- pedir permiso para acercarte a la parada de autobús en la Rubia (barrio vallisoletano) con ella? –También afirmativa.

-Pues vente-concluyó- lo antes que puedas, porque te necesitamos.

En minutos estaba en el lugar indicado. Y en él dos sacerdotes, que me saludaron afectuosos. Eran el propio don Rafael Magán y don Alfonso Cárdenas.

-Nos vamos enseguida a Madrid, que “el Padre” (hoy san Josemaría Escrivá) se interesa por la imagen y se la ofreceremos como regalo. ¿Te importa?, concluyó aún más sonriente por mi sorpresa, y sin duda por llevársela muy gustoso.

Subió raudo don Rafael, al tiempo que, motor en marcha, le dije: ¡Venga, vamos! En ese mismo instante, se abrió con fuerza la puerta del conductor y la figura imponente del coloso don Alfonso me dijo: “No, no baja, que el coche lo llevo yo”. A la mirada de perplejidad contrariada, me explicó con pocas palabras, cómo desde su casi niñez había conducido por Madrid el mismo o parecido modelo de Land Rover. Luego supe-¡ay tarde!- las que había armado en una juventud en extremo fogosa en su ciudad de nacimiento: Jerez de la Frontera. De película, hasta que Dios dispuso la vocación al Opus Dei y posterior ordenación sacerdotal. Hecho insólito para cuantos le conocieron en tierras andaluzas, que no acababan de creérselo.

Con cara de haba, impotente, los vi marchar. Bueno, mi cabreo (con perdón) fue menor por el destino de la Virgen preciosamente feúcha. Al poco tiempo e interesado por el viaje y si el regalo fue o no del agrado del Padre, tuvo don Alfonso (q.e.p.d.) la desdicha de contarme la alegría que recibió el Fundador, y cómo lo trasladó a su lado de un lugar a otro de Madrid hasta el taller de hijos suyos restauradores en las afueras. Le aseguraron que, recompuesta, sería una maravilla y que de verdad valía la pena.

Consolada mi pena de no haber hecho personalmente el privilegiado viaje y posterior compañía del que es santo, al siguiente día en mi habitual trayecto a la Dehesa, imaginé la escena y creí ver la “Feúcha” preciosamente restaurada. Con Amor inmenso y resignado, que todo hay que decirlo, canté con toda el alma:

¡Oh Madre cual ninguna Inmaculada
limpia, blanca y hermosa cual ninguna
revestida de luna
de estrellas coronada.

En ti la esclava del Señor
rendida su mirada
de luces te revistes
entre las hijas de Israel
Tú fuistes
como rosa entre espinas escogida

Inmaculada, siempre y siempre pura
diste el ser, de tu carne al bien mío
así en la altura la nieve se hace río
sin perder su limpieza y su blancura.

Cantad, cantad amores
que un ángel en las nubes ha cantado:
Alégrate Israel, porque ha llegado
el día de los hombres deseado
y el rosal de David
¡Ha dado flores!

Nada más llegar a la Dehesa, entré en la capilla. La lamparilla encendida en el candelabro, indicaba la presencia del Señor en el Sagrario. Ante Él y su Madre, coronada y con manos, repetí una y otra vez la canción que bien seguro estoy de que, a través de las ondas, llegó nítida al taller de mayor embellecimiento.

De sólo una cosa tengo pesares: ¿dónde estará ahora la más hermosa y restaurada? ¿En Su segura presencia real, porque los protagonistas de la “faena” eran muy santos? ¿Quién podrá darme información…? Por favor, que alguien me ayude.

P.D.: gracias al prodigio de estos instrumentos de informática, he encontrado la escultura con que presento esta “historia”. No es la de referencia en ella, pero se le parece tanto, que, restaurada la Virgen preciosamente feúcha, no creo difiera mucho a la que ustedes están viendo. O, por lo menos, así la ve mi afecto más intenso.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
https://c1.staticflickr.com/1/85/30694951294_612f85d60d_o.jpg

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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