Por Javier Pardo de Santayana
( Viñeta de Miki y Duarte en Diario de Sevilla el pasado día 23 de noviembre) (*)
La muerte de una senadora que fue alcaldesa de una importante ciudad española durante la friolera de veinticuatro años ha conmocionado a la opinión pública española. Recordemos que su permanencia en aquel cargo respondía a la voluntad de los administrados que la elevaron a ese puesto votándola mayoritariamente. Y lo hicieron, según parece demostrado, porque tenía una personalidad arrolladora que les hacía sentirse cerca de ella. Impresiona la cantidad de veces que esta señora se sometió al veredicto de las urnas, y en cada una tuvo que poner en juego su prestigio, su capacidad y su talante. El resultado de tan largo periodo de gobierno fue la transformación de la ciudad de sus amores, que ella sabría situar entre las grandes ciudades del Mediterráneo en lo que atañe a la prosperidad, a los atractivos para su visita, y al buen funcionamiento de los servicios ofrecidos.
La conmoción a la que me he referido en el comienzo del artículo se debe a que nuestra senadora murió de un fulminante ataque al corazón a poco de declarar en un juzgado acerca de un supuesto delito de blanqueo en un contexto de persecución mediática. De esta mujer soltera, que vivió siempre de alquiler y que veraneaba en casa de su hermana, destacaba su pasión por el trabajo y una palabra directa y entusiasta. Permanecer nada menos que veinticuatro años expuesta a la crítica de sus conciudadanos la permitió demostrar su buen hacer cumplidamente y establecer una sintonía con la gente que raramente se produce en la medida que ella pudo conseguirlo. Pero al final, en un contexto de obsesión cainita, alguien la acusó de haber entregado la bien poco llamativa cantidad de mil euros para una campaña del partido – sí, mil euros, que no me he equivocado – una cantidad que luego, siempre según la acusación, se la habría devuelto en forma de dos billetes de quinientos.
El resultado fue que se la montaría la bola de nieve de todos conocida que la perseguiría hasta la muerte. Y ésta llegó con un ataque al corazón precedido de un angustioso ataque de ansiedad. Así se iría al garete el prestigio ganado en veinticuatro años de entrega y de identificación con sus administrados. Para ella se pararían los relojes, y eso que los analistas ya pronosticaban la pronta y más que probable exoneración de la inculpada pese a la circunstancia de tener enfrente a un juez que en su día colaboró con un gobierno adverso (recuerden lo de que según él las togas tenían que mancharse de barro algunas veces).
Ahora, o sea después de la tragedia, se agolpan como siempre los lamentaciones y los “mea culpa”. Pero algunos aducirán que no es seguro que las causa del deceso fueran la gran desilusión y aquel agobio insoportable, o que probablemente la ex-alcaldesa padecería algún problema cardiólogico. O que lo cortés no quita lo valiente: que la lucha contra la corrupción justifica cualquier cosa. También seguro que se enredarán en encendidos dimes y diretes para salvar las propias responsabilidades. Pero conviene no engañarse: de lo que de verdad se trata es de una nueva aplicación de un conocido truco que funciona muy bien para la destrucción del adversario en un ambiente de encono político. La creación de una “bola de nieve” bien alimentada por algunos medios y algunos tontos útiles. Se subraya un nombre al que se relaciona con un acontecimiento ingrato, sea éste una tragedia o un hecho especialmente repulsivo, y se repite luego relacionándolo con él hasta la náusea con objeto de provocar el rechazo de una “ciudadanía” previamente infantilizada por una serie de tabúes fruto natural de una educación debidamente macerada por la llamada “corrección política”. Se insiste en un nombre, una palabra o una frase y se repite sin recato cuanto parezca necesario para que su mención despierte una casi irracional reacción de rechazo. Es lo que se conoce como “condena de pantalla”.
O sea que no se trata de algo nuevo. En efecto, me permito enumerar algunos casos conocidos: el primero fue la innoble acusación al gobierno por la marea negra del “Prestige”. Hasta acuñaron un lema publicitario: el del famoso “nunca mais”. Con el tiempo la justicia pondría las cosas en su sitio, pero como seguramente esperarían los promotores del evento, esto ya llegaría demasiado tarde. Y no pasaría demasiado tiempo para que viéramos un segundo caso: se montó con motivo del atentado terrorista del 11 de Marzo de 2014, aprovechado arteramente para provocar un cambio de gobierno. Incluso se le tildaría a éste de “asesino” aun a sabiendas de que la falsedad del mote era evidente. Fue por entonces cuando, a partir del impulso dado a un nuevo enfrentamiento entre los españoles con la aplicación de la tortuosa ley de “la memoria histórica”, se fomentaría un ambiente marcado por el odio y salpicado por deplorables sucesos que se utilizarían como marca de fábrica por algunos partidos revanchistas.
Algo parecido fue lo que culminó con el fallecimiento de la senadora y ex-alcaldesa a la que me vengo refiriendo. Aquella entusiasta mujer que se identificó con sus administrados y vivió su vida austeramente para hacer de su ciudad, como ahora se dice vulgarmente, un “referente” en el Mediterráneo, acabaría con su nombre utilizado como sinónimo de corrupción. Ahí es nada. Por aquello del “que no puedan decir nada de nosotros”, hasta sus propios compañeros de partido se lavarían las manos a la manera de Pilatos, y sus astutos adversarios, con la esencial ayuda de un par de cadenas de la televisión privada, aprovecharían la ocasión para explotar la maniobra. Todo esto siendo la senadora simplemente interrogada y con la casi total seguridad de resultar absuelta.
Fíjense ustedes a que extremos llegarían el odio y la injusticia: oigo en la radio que al enterarse de esta muerte uno de los niños de una escuela rompió en exclamaciones de alegría. Pero podemos decir que de tal palo tal astilla, pues un notable grupo de parlamentarios le daría ejemplo no asistiendo al minuto de silencio de sus señorías.
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(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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