Arte entre dos siglos, en el Lourdes

Por José María Arévalo

( Después de la faena. 1987. Óleo sobre lienzo de Félix Cuadrado Lomas. 105×90) (*)

Destacan por su fuerza expresiva y colorido, en la nueva exposición del Colegio Lourdes, “Arte entre dos siglos”, que puede verse hasta el 30 de este mes, los dos cuadros de Vela Zanetti y el taurino, tan propio de esta temática en él, de Cuadrado Lomas; y también se nos va la atención enseguida a los de nuestros pintores vallisoletanos, además de Felix Cuadrado Lomas, José Manuel Capuletti, Anselmo Miguel Nieto y Eduardo García Benito, con obras muy propias de su trayectoria los tres. A mí personalmente me ha encantado también el de María Blanchard (Santander 1881- París 1932), cedido por la familia Mena, que es menos frecuente en las exposiciones de esta época, la gran pintora cubista y expresionista en el color, gran amiga de Juan Gris.

( Mujeres. Óleo sobre tabla de José Vela Zanetti. 96 x 54) (*)

Así que he seleccionado las fotos de esos cuadros para ilustrar este artículo, tomadas del magnífico catálogo que ofrece el Colegio, como es habitual en las muestras anuales que viene organizando desde hace más de veinticinco años el profesor de Filosofía del Lourdes, Miguel Ángel García Pérez, que consigue obras excelentes de distintos coleccionistas la mayoría de nuestra ciudad. Un éxito más que hemos de agradecerle los vallisoletanos. En el catálogo figuran no solo las fotos, como en otras ocasiones, sino también una biografía de cada autor, lo que es muy oportuno, y un artículo de Javier Burrieza, profesor de Historia de la UVA y antiguo alumno, que reproducimos al final, así como la biografía de Capuletti, que para mí ha sido una novedad, ya que del pintor vallisoletano es difícil encontrar exposiciones a él delicadas pero no suele faltar en estas de recorrido histórico porque muchas de nuestras familias tienen obra suya.

En esta muestra del Lourdes se recoge un retrato de gitana, lleno de color, del postimpresionista Francisco Iturrino (1984.1924), el “Interior de las cerámicas” de Rafael Zabaleta (1907-1060) también muy colorista; un carboncillo sobre papel coloreado y tenebrista, como no podía ser menos, de Gutiérrez Solana, “Vieja de Arredondo”, también cedido por la familia Mena; “Tossa de Mar”, el típico a espátula de Benjamín Palencia; un bello paisaje con el Alcazar de Segovia desde la Fuencisla, de Jesús Unturbe (1895-1983); “Puerto de Honfleur” de Celso Lagar (Ciudad Rodrigo 1891- Sevilla 1866); dos abstracciones de Manuel Ángeles Ortiz y Ginés Parra y un dibujito de Joan Miró; un bodegón de Ismael González De La Serna y “Chat” de Óscar Domínguez; un collage de Esteban Vicente y varios de autores contemporáneos como Francisco Arias Álvarez, dos óleos –estos más figurativos- de Antoni Clavé, Agustín Redondela, Agustín Úbeda, y José María Sicilia. Y entre los más renombrados del arte abstracto, Luis Feito, Juan Barjola, Manuel Viola, Rafael Canogar y Equipo 57.

( Gallos Castellanos, 1989, Óleo sobre lienzo de José Vela Zanetti. 90 x116) (*)

Me parece un estupendo recorrido por esta pintura entre dos siglos, muy expresivo de los distintos estilos que se fueron sucediendo, y pedagógico para los jóvenes alumnos, a lo que se refiere el artículo de Javier Burrieza Sánchez que incluye el catálogo y reproducimos a continuación:

“Cuando la catedrática de la Universidad de Cambridge, Mary Beard, recibió el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2016, afirmó que “la historia no es simplemente un tema reservado a unos pocos profesores solitarios, encerrados en sus bibliotecas. Se trata de una actividad ciudadana, comunal y compartida en la que espero que todo el mundo pueda participar”. Ocurre de manera análoga con las expresiones artísticas, con el patrimonio que los siglos nos han legado de los muchos trabajos y creaciones realizados por millones de artistas, frutos de su tiempo y, sobre todo, de su percepción del mundo que les ha rodeado, expresión además de su sensibilidad e inspiración que, como decía Picasso, te tenía que encontrar trabajando.

De nuevo, una exposición de pintura en el Colegio de Nuestra Señora de Lourdes nos permite hacer esta reflexión, en torno al arte, al mundo del artista, pero también al ámbito de la contemplación de quien se encuentra con esta creación. En primer lugar, subrayar un aspecto que hemos comentado en multitud de ocasiones pero que merece la pena caer en la cuenta una vez más: el privilegio de disponer de una exposición de arte de alto nivel junto al aula educativa. Es el museo en el colegio. Hablamos en este caso, de una iniciativa más que consolidada que nunca deberá faltar en este centro porque se encuentra incluida en su carácter propio como colegio en Valladolid. Más de veinticinco años desde que en 1987, Miguel Ángel García Pérez -profesor de Filosofía del Lourdes- pusiera en marcha, en compañía de otros Hermanos de la Salle y profesores del mismo, amén de alumnos, unas jornadas en que pintores muy diversos -habrán superado con creces el centenar- han entrado en la cotidianidad de la formación y del aprendizaje. Esto ha facilitado la educación de unas cualidades, de unas percepciones, que carecen de temario, de libro de texto o que es imposible de adquirirlas por una aplicación informática. Es la capacidad para entender el arte, la expresión en este caso del lenguaje pictórico. A nadie se le cierra esta posibilidad. La única condición que se requiere es la fe de creer que tras ese lienzo, tabla, pared o cualquier otro soporte, vamos a descubrir las inquietudes del creador y que éstas nos van a servir para nuestro crecimiento.

( La gitana Agustina, Óleo sobre lienzo de Anselmo Miguel Nieto. 150 x 121) (*)

Este arte, en sus canales más diversos -aquí hablamos de la pintura pero caramba con la escultura, la literatura o la música- nos abre las puertas a aquellos mundos que, a primera vista, no contemplamos pero que nos ayudan a comprender los pasos que damos. Gracias al arte, supe tempranamente de mi vocación profesional. Tenía muy pocos años, quizás ocho, cuando mi padre me descubrió distintos museos, como el Nacional de Escultura de Valladolid, la gran pinacoteca de El Prado, el monasterio de San Lorenzo de El Escorial o una exposición que se organizó en homenaje al gran Salvador Dalí en 1983. Me fascinó tanto lo que contemplé allí, mis ojos se llenaron de esa curiosidad sana, que empecé a descubrir que deseaba saber lo que los hombres y las mujeres de aquellos siglos pasados, habían realizado para llegar a plasmarlo de aquella manera, dentro de bellas arquitecturas, emplazadas en parajes en diálogo con la naturaleza o en espacios creados dentro de las ciudades.

( Le Pont Neuf. 1972. Óleo sobre lienzo de Eduardo García Benito. 56×81) (*)

El arte podría haberme conducido por otros caminos. Quizás el del descubrimiento de unas cualidades para ahondar con los años en ese tesoro del alma que todos llevamos dentro -«Mira más allá-. Con los pinceles y con la gubia lo hubiese visto realmente difícil porque el que escribe estas líneas recibió pocos talentos del cielo para manejados. Pero también el arte nos conduce a la expresión literaria, a la comunicación con la naturaleza que se hace en un lienzo o al pensamiento. El arte, en todos sus lenguajes, es buen compañero de la vida, línea trasversal para nuestros conocimientos, sensibilidades, percepciones y hábitos saludables, porque una mente bien educada en la contemplación de la belleza, de la genialidad, es una mente sana, nunca ociosa, servida por una personalidad alegre y hasta feliz. En un amante del arte no cabe el aburrimiento, no necesita explorar rincones inconvenientes y hasta permite un trato más delicado con los próximos, a los que deseamos transmitir lo que nos fascina. Nos convierte, de esta manera, en maestros de lo bueno que ha sabido comunicar el hombre, dentro del contexto de las maltratadas disciplinas de las humanidades. El arte, como continuaba Mary Beard, no es solamente una materia «bonita» sino «necesaria»: «las humanidades no son gratis, ni baratas, pero son fundamentales para crear el tipo de ciudadanía que queremos tener». Pensar, mirar y admirar desde las coordenadas del arte nos enriquece, en definitiva.

Quizás el camino del descubrimiento no es fácil. Necesitamos buenos conductores y maestros. Esta «Exposición de Pintura” que en ocasiones ha tenido el acompañamiento de una tierra como es Castilla, ha servido para que generaciones de estudiantes, alumnos del Colegio de Lourdes, hayan podido descubrir lo mucho que el arte podía aportar a sus vidas en construcción y crecimiento. Idear, plantear, diseñar, llevar a cabo una exposición no es tarea fácil. Debo hacer, si me lo permitís, una segunda confesión personal. He tenido la oportunidad de ser comisario de diez muestras de temas diversos dentro de mis líneas de investigación y mucho aprendí de las que conocí como alumno en este Colegio. Es menester saber de las obras que deseamos proponer, documentarlas, elaborar un catálogo para facilitar la visita con un guión coherente, hacer real lo que está en nuestra mente pues no todo son ideas sino también materia -desde los presupuestos- que nos condicionan muy mucho lo que pretendemos culminar. Ahí está el papel de los patrocinadores. No podemos quedar reducidos a ser «arquitectos de sueños» cuando elaboramos una exposición. Surgirán las dificultades, a veces resueltas con pequeños milagros de lo cotidiano. Habrá que pensar en mejorar lo que hemos recibido, y a veces recurrir a los restauradores de las obras. Aseguraremos que el transporte y traslado, «de clavo a clavo» como se dice técnicamente, se realice en las condiciones más óptimas. y llegaremos a su disposición, a la inauguración. Antes tendremos que presentar la exposición, descubrir las aportaciones singulares que realiza, recurrir a los medios de comunicación para que el público tenga conocimiento de ella. Y después, una vez abiertas las puertas, dedicarnos con cariño a permitir que lo que nos proponíamos comunicar, se exprese en el lenguaje que los visitantes puedan comprender. Todo esto, siempre necesario con independencia del tamaño de la muestra, lo vi por vez primera en aquellos años de las exposiciones, entre 1987 y 1992 en que fui alumno.

( Mujer en la cocina, hacia 1925. Óleo sobre lienzo de María Blanchard. 49×38) (*)

Por eso, quiero dar las gracias -«es justo y necesario» – a Miguel Angel García Pérez por esta labor de la que hemos participado a lo largo de los años muchos de su mano. Y así en ésta, en ]a que abrimos los ojos a nuestro conocimiento, acompañados de este catálogo bajo el título del »Arte entre dos siglos», caminaremos desde la imaginación de lo real, desde el realismo que se pasea por los lienzos, por escenarios y expresiones, por inquietudes y lenguajes, por percepciones muy diversas, tanto como autores, circunstancias y almas creadoras. Nada tendrá que ver la «Vieja de Arredondo» de Gutiérrez Solana o las aportaciones del Equipo 57 y Esteban Vicente. Sobre el mismo tema -el de los toros-, nunca ajeno a las anteriores expresiones de un lenguaje que no todo el mundo acierta a comprender, será muy diferente la «Tauromaquia» de Barjola, la propia de Redondela o esos «Toreros’: casi en «sacra conversación’: de nuestro querido y próximo Félix Cuadrado Lomas. Y hablando de vallisoletanos, nos inquietará la mirada de «La gitana Agustina» de Anselmo -el gran retratista Anselmo Miguel Nieto- pero aún más el «Paisaje surrealista» de Capuletti, antiguo alumno de este colegio, incomprendido como estudiante pero nunca como artista. Muchos más se unirán como Blanchard, Feíto, Iturrino, Zabaleta, Benjamín Pa]encia, Clavé, Sicilia, Miró, Domínguez, De la Serna, Ortiz, Úbeda, Manue] Viola, Parra, Arias, Celso Lagar, Unturbe, sin olvidar a dos de entre mis favoritos, Eduardo García Benito y Vela Zanetti. Con el primero siempre me sentí familiarizado, pues en el salón de mi casa siempre hubo un hermoso lienzo que mi padre compró hace muchos años en la carismática Galería Castilla. Representa el «Puerto de la Ciudad de Alicante». Del segundo siempre me impresionaron las manos de sus campesinos, de sus guerreros, de los constructores de esta Castilla o de esos apóstoles que en torno a Jesús participaban de su Última Cena, con una hogaza de pan convertido en cuerpo místico de una entrega. En esta ocasión, no habrá ni campesinos, ni apóstoles, ni guerreros contemporáneos de Fernán González, salidos de las manos de Vela Zanetti. Este maestro, que gustó mucho de esta exposición -hasta el punto que se encaprichó con su nombre para denominar la sala de conferencia del colegio- estará representado por unas «Mujeres con cántaro» y por una «Pelea de gallos» que me trajo a la memoria aquel «Duelo a garrotazo s» de Francisco de Goya.

Como concluía Mary Beard para la historia, el arte también nos baja de las nubes, aunque parezca lo contrario. Desafía nuestras certidumbres culturales y, si estamos en una actitud de apertura, nos descubre horizontes que no conocíamos o que no entendíamos desde la posible pequeñez de nuestra dimensión creadora. Nos conduce a una «humildad cultural» que tanto bien nos hará en el día a día de un aprendizaje que nunca concluye. Todas éstas son las vocaciones del arte.”

Recogemos ahora la biografía de José Manuel Capuletti (Valladolid, 1925 – Alemania, 1978) que incluye también el catálogo junto a las dos fotos de sus cuadros expuestos, “Paisaje Surrealista”, de 130 x110 y “Eva de espaldas” de 55×46.

“Nacido en Valladolid en 1925, enseguida se mostró como extraordinario dibujante. Su personalidad rebelde le llevó a ser autodidacta. Dejó las clases en las escuelas de Bellas Artes de Valladolid y Madrid y prefirió hacerse a sí mismo, estudiando las obras de los grandes maestros y aprendiendo él mismo la técnica del dibujo, el óleo, la acuarela… Su admiración por los pintores clásicos – Vermeer, Friedrich- no le impidió ser ferviente seguidor de los surrealistas, sobre todo de Salvador Dalí. Su apariencia, su modo de ser, sus frases provocadoras en el más puro estilo surrealista no encajaron en el Valladolid de los años 50 y el pintor, como otros tantos por entonces, marchó a París. Conoce a Pilar López, la que será un año más tarde su mujer.

( Paisaje Surrealista. Óleo sobre lienzo de José Manuel Capuletti. 130xl10) (*)

Una joven y bella bailarina de una compañía de ballet español, que aunque nacida en Madrid llevaba mucho tiempo viviendo en Francia. Pilar abandona su profesión para atender a su esposo.

Sería la compañera ideal para el artista, su principal estímulo y apoyo. Inteligente y decidida, Pilar se convirtió en su administradora y representante. Mujer de fuerte personalidad, su inquietud y resolución la hicieron desde entonces imprescindible para el pintor, al que incitaba a trabajar día y noche sin desmayo. Allí y en Nueva York alcanzaría el reconocimiento negado en su patria chica; también la felicidad y el equilibrio personal.

En los años sucesivos, realiza varias exposiciones en Nueva York y viaja repetidamente a Estados Unidos. Logra grandes éxitos y es reconocido tanto artísticamente como económicamente. Tras 16 años de ausencia, a fines de 1967 Capuletti decide abandonar París y retornar a España. El pintor va a establecerse en Mairena del Alcor, verdadero pulmón del flamenco y sede del renombrado festival de Cante Jondo. En 1973 y tras una época de desavenencias con su mujer, Capuletti abandona su casa de Mairena y se marcha con su nueva y joven compañera Iris Henrich. Con ella tuvo una hija, Iris-Desirée. Finalmente, en un viaje a Alemania, muere inesperadamente debido a una disnea, en septiembre de 1978. Fue enterrado en el cementerio de Walluf.”


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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