Dos grandes fracasos y una situación insólita

Por Javier Pardo de Santayana

( Viñeta de Miki y Duarte en Diario de Sevilla el pasado día 9) (*)

Hace ahora ocho años, cuando empecé mi colaboración con este blog, mil segundo artículo se referió a un Obama a punto de iniciar legislatura. El título decía “Seducidos” y se refería al atractivo del nuevo presidente. Mas no mucho después – en el 24 de la serie – ya aparecía una “Primera decepción” referida al mismo personaje.

Hoy, después de las nuevas elecciones, me veo forzado a consignar el fracaso de quien en su día encandilara a sus conciudadanos y a gran parte del mundo habitado. Al reluciente hombre de paz le habían crecido los enanos: hasta los hombres de color que de él tanto esperaban se manifestaban por el trato de la policía mientras el Oriente Medio ardía en llamas, el terrorismo extendía la muerte por Europa, y una Rusia en trance de volver a tiempos de la Guerra Fría se hacía con Crimea sin que nadie ofreciera resistencia.. El pensamiento “light” del Premio Nobel, rasgo más significativo de su paso por la Casa Blanca, demostraba la debilidad del su naturaleza.

Este ha sido el primer gran fracaso reseñable, pero a él debe añadirse otro igualmente importante materializado por el resultado de unas nuevas elecciones que refrendarían la escasa fiabilidad que desde hace tiempo nos ofrecen las encuestas y otros estudios prospectivos. Tal como ocurriera con el 11S, con la caída de la City inglesa, con el Brexit, con la consulta popular hecha en Colombia y con tantos y tantos otros acontecimientos más o menos recientes, el acierto brillaría por su ausencia dando lugar a repetidas y aparatosas pifias. Las grandes teorías y los múltiples y potentes recursos proporcionados por la tecnología de poco sirvieron a las hora de anticipar nuestro futuro, añadiendo así un punto más de incertidumbre a un porvenir ciertamente preocupante.

Ahora, reconocidos ya los dos fracasos, cabe que nos preguntemos cuál ha sido el resultado de lo que acabamos de vivir: ese aparente terremoto de la potencia norteamericana que por vía democrática pone en las manos de un hombre con cierto tinte histriónico lo más representativo de la llamada “incorrección política”.

De entrada esta realidad incómoda quizá tenga que ver con el envoltorio más que con el contenido del mensaje. Como dice Guy Sorman, quizás el pensamiento – como deseable punto de partida para decidir el futuro de un país – se vea hoy en día superado por los avances de la tecnología, que, si bien se muestra insuficiente para anticipar los acontecimientos, sí permite influir sobre ellos a través de algunas vías que abrió en la sociedad de nuestros días. Ahí está el abanico de las redes sociales, tan eficaces y sin embargo tan alejadas de la lógica como cercanas a los sentimientos.

Detengámonos ahora siquiera brevemente en el carácter “populista” del nuevo mandatario norteamericano. Desde luego se confundirán quienes puedan creer que éste refleja una tendencia semejante a la de nuestros “indignados” de pizarra. Pues el nuevo y petardeante presidente sostiene exactamente lo contrario de lo que sostienen nuestros nuevos bárbaros y los tontos útiles que para ellos sirven de palmeros. Según parece, el nuevo presidente norteamericano maneja un pensamiento fuerte, hasta excesivo, más allá del buenismo que aquí cultivamos con esmero. Y el retorno de la nación norteamericana a sus pasados tiempos de esplendor tal como él predicó y pretende, y el énfasis en recuperar la fe en sí mismos, son exactamente lo contrario de lo que los nuestros nos ofrecen. Me refiero al coqueteo que mantienen estos revolucionarios con quienes se alinean contra la democracia contenida en los términos de la Constitución y a favor del independentismo; con los que quieren separarnos de Europa y con los que atacan cualquier signo de unión entre los españoles; con quienes consideran que cuanto peor vaya España mejor irá su causa.

En una cosa sí que estimo que unos y otros pueden coincidir en cierto modo, y esto es en un ciego desafío a la globalización, causa perdida por ser un inexorable signo de los tiempos. Aunque aún queda por ver si, una vez que cuente ya con el poder, el nuevo mandatario norteamericano pondrá o no en práctica lo dicho en el calor de una campaña dura y descarnada en la que apuntó a una tendencia favorable al aislamiento que me parece sumamente grave pues refleja cierta prevención a fajarse positivamente con problemas reales y característicos del tiempo en que vivimos. Y no dejan de ser también curiosas las medidas anunciadas en relación con la inmigración cuando se trata de un país que siempre presumió de ser un crisol – un “melting pot” – a partir de procedencias muy diversas. Claro que hoy se presentan algunos problemas añadidos, como la extensión de la droga que viene de Sudamérica y la casi imposible integración de las familias musulmanas en las costumbres propias del país.

En este sentido también considero preocupante la reacción del nuevo presidente contra los intentos de crear grandes acuerdos internacionales; actitud que parece reflejar un cierto miedo a responder con grandes proyectos a los retos que plantean nuestros días, con la cesión de liderazgo que esto implica. Concretamente, el abandono del acuerdo que se estaba elaborando con Europa revelaría una pérdida de perspectiva en un momento en el que el futuro demanda la restauración de lo que siempre consideramos ”Occidente”. Claro que antes que el presidente “in pectore” ya su antecesor anduvo flojo en este empeño.

También queda por ver qué se hace con otros grandes retos que son la consecuencia de una globalización que el progreso ha generado y que ya nunca desaparecerá, y habrá que estar pendientes de ver en qué se traducen los esfuerzos por “hacer de nuevo grande a América”. ¿Cómo interpretarán los norteamericanos esto de “volver ser lo que antes fueron”? ¿Buscarán mayor presencia, más potencia, o una intensificación de su influencia? ¿O se tratará de algo que tendrá que ser interpretado en clave puramente interna? ¿Que pasará ahora con Cuba? ¿Cómo será la relación con Rusia más allá de los coqueteos electorales? Porque la Norteamérica a la que el nuevo presidente aspira fue aquella que ganó la Guerra Fría…

Queda también por ver si todo esto influirá o no en el naciente populismo hispano. ¿Imitarán los nuestros al candidato victorioso en sus desconsideradas y agresivas fórmulas? Por de pronto ya lo hicieron con sus intimidatorias expresiones de superioridad, con el extensivo empleo de los medios de comunicación y las redes sociales, con los insultos personales, y con las redes sociales y su estilo faltón y tabernario, ya convertido allí – que no aquí – en una exhibición, como hoy se dice, de “buen rollo”, nada más producida la victoria.

En todo caso uno se pregunta si nuestros “indignados” serían capaces de votar a un super millonario de 70 años que en la Quinta Avenida de Manhattan tiene un imponente rascacielos bautizado con su nombre – “The Trump Tower” – y cuya inmensa fortuna le viene de su padre, un empresario inmobiliario.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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