La nanotecnología y la paella

Por Javier Pardo de Santayana

( Jueves paella. Acuarela de Laura Sanz Masdeu en acuarelaslaurasanz. blogspot.com ) (*)

¡Qué nivelazo! He aquí que las redes sociales, que dan una cierta idea del nivel cultural de la “ciudadanía”, se nos han revolucionado con una gran noticia: dicen que ha sido una revolución “viral”. Y yo que creía que aquello de “viral” se refería a los virus… Pues no; ahora resulta que “viral” no se refiere a virus sino a lo “virtual”, o sea al mundo de los mensajes del móvil y de otros artefactos semejantes.

El caso es que, según nos dicen por ahí, las redes sociales españolas se han puesto en pie de guerra por una paella inaceptable. Un cocinero inglés ha metido el cuezo presentando una versión de la paella valenciana con chorizo añadido, y esto es considerado como un crimen que no puede aceptarse de manera alguna por ser una cuestión de orgullo nacional. Así que a este señor británico que fascinado por nuestra cocina se permitió incluir a la paella entre sus múltiples propuestas culinarias y pensó que el chorizo iría bien por ser un ingrediente muy hispánico, le han caído encima las más acerbas críticas de nuestros tuiteros y comentaristas.

Por lo que se ve, esta ofensa a la nación y a su ancestral cultura no puede por menos de hacer reaccionar a los españoles que se precien; que un desalmado cocinero inglés presente una paella con chorizo rompe todas las vallas de la contención política y justifica que caigan sobre él las críticas del español que se precie de serlo. ¡A quién se le ocurre poner chorizo en la paella! ¿No se dará cuenta el muy osado que está hiriendo nuestros sentimientos más íntimos?

Lo cual sucede en un país en el que la gente quema la bandera nacional sin consecuencias: ni a los que lo hacen les cae encima la fuerza de la ley, ni nadie dice nada porque aquí priva la sacrosanta y consabida libertad de expresión. Todo queda en una pequeña nota o una fotografía en los periódicos, así que nadie mueve ni siquiera un músculo. Y sin embargo fíjese usted en el efecto que producen unos modestos trozos de chorizo en una paella que se supone valenciana… Cualquiera diría que hemos hecho de ella un símbolo intocable.

Les diré que a mí esta reacción “viral” me da como español vergüenza ajena, porque ha dado lugar a una noticia de tinte folclórico a lo Carmen de Mérimée que, naturalmente, ha traspasado las fronteras. Dirá usted que en realidad es cosa de escasa importancia, pero al mostrar nuestra faz más ridícula e insustancial y transmitir la imagen de una España herida en su orgullo por unos trozos de chorizo, se suma a los asombros por una situación política que habla de la desunión entre los españoles y la vuelta a los planteamientos basados en el odio, detalles que poco dicen de nuestra inteligencia y buen sentido y contribuyen al empequeñecimiento de la nación ante los ojos de los europeos desinflando definitivamente aquel asombro y reconocimiento que caracterizaron a nuestra incorporación a las instituciones internacionales.

Claro que el movimiento de reflujo hacia situaciones ya vividas y que se creían felizmente superadas no es del todo original, pues de una forma u otra, aunque quizá no con igual intensidad, se percibe también en otras muchas regiones del planeta. Es algo que parece irracional y autodestructivo pero que quizá se esté convirtiendo, no ya en un fenómeno “viral” sino más bien en otro propio de los signos de los tiempos, como esos terremotos que tienen lugar de cuando en cuando para recomponer la situación de las capas tectónicas.

Ahora nos dicen que el Premio Nobel de química ha sido concedido a tres señores que consiguieron construir vehículos de tamaño tan mínimo que podrían circular por una raya trazada por un lápiz; vehículos hechos de piezas mil veces más pequeñas que el grosor de un cabello humano. Y la noticia coincide con otras sobre las lunas de Saturno y de Júpiter y sobre la sonda Rosetta y su cometa, o sea con cosas que, por el contrario, se refieren a distancias inmensas. Pues bien, parece que nosotros estuviéramos optando por ir hacia lo mínimo más que hacia lo máximo, por avanzar decididamente hacia la inanidad y el empequeñecimiento, acortar la mirada, enredarnos en lo más insustancial, perder la fe y la perspectiva, ver al prójimo como a un enemigo, y huir de las consecuencias de la globalización que nos trajeron acontecimientos de la categoría del final de la Guerra Fría o de los descubrimientos espaciales. Optando incluso por volver a la tribu, como ya se han propuesto algunos a los que se les presenta…¡como las fuerzas del progreso!

Pues si esto quiere ser el cambio, mejor será que nos quedemos como estábamos.

PS: En todo caso les aviso a ustedes – por lo que les pudiera suceder – que ni se les ocurra echar chorizo a la paella. Aquí hay mucha gente susceptible.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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