El Rezongón. Votar, no votar, o a quién votar… he aquí la cuestión

Por Carlos de Bustamante

( Viñeta de Miki y Duarte en Diario de Sevilla el pasado día 11 de septiembre) (*)

Por lo visto no acabamos con las elecciones. Mis reflexiones siguen siendo las mismas, o parecidas a las que hacía cuando se acercaban los primeros comicios en que los españoles “nos jugamos” poco menos o más que el Hamlet “inmortal literario” de Shakespeare. El ser o no ser de la gran nación que es España. Y pensaba entonces: La que lo seguirá siendo según en quién depositemos nuestra confianza.

Sin ser en absoluto especialista en la materia, les decía entonces el Rezongón a sus contertulios, que mi equilibrio era inestable. Que había y hay tantas razones para inclinarse a favor de ciertos partidos políticos que se presentan, como para todo lo contrario. Si descarto –añadía el Rezongón- a los que nunca votaría “ni harto de vino”, quedaban pocas opciones. Y en esas seguimos.

Hablando en plata –añadió otro-, que la duda de equilibrio inestable que dices tener se reduce a las siguientes opciones: rechazar de plano los nacionalistas-separatistas; votar al que desde hace años hemos considerado afín a nuestras creencias y con posibilidades de “llevarse el gato al agua” (se sobreentiende quién ); o habremos de decidirnos por grupúsculos que aun “con todas nuestras simpatías”, no van a inclinar la balanza a su favor y que por tanto, poco pueden contra los que, por experiencia sabemos, son los nuevos (¿) portadores de doctrinas marxistas-comunistas, ¿no?

Efectivamente, aseveré. Y para aclaración por si fuera (no creo, no creo) precisa, añadí: son aquéllos que los más viejos de hoy recordamos cómo demostraron con hechos sus verdaderas intenciones so capa de una democracia más falsa que Judas Iscariote.

Ningún tertuliano- ni ustedes tampoco, seguro,- tuvo duda alguna de quién es (y fue) el verdadero mal que solos o en coalición “cantada”, quiso destruir España con adoctrinamientos y hechos de los que tantos españoles fuimos sufridores.

“He aquí, pues, la cuestión”, de solución dudosa… a primera vista; porque los que merecieron nuestra confianza, hasta ahora al menos y en parte fundamental de su programa, nos han defraudado. Sí; estrepitosamente. Por “falta de consenso”, ha incumplido la fundamental “defensa de la vida del no nacido y protección de la mujer embarazada”. La pregunta que encabeza este rezongón de hoy, quedó latente en el pensamiento de todos y cada uno de los tertulianos.

Desde el ¡yo no voto! surgido de alguno a bote pronto, a ¡yo votaré en blanco! de otros, al ¡voto aunque no sirva para nada al grupúsculo!, hubo opiniones para todos los gustos. El Rezongón: silencio exterior. Aunque no pretenda aconsejar, sino que diga nada más, sí pensé lo que escribo: si en unos pocos no hay unanimidad de criterios, fácil se lo ponemos a quienes, como una piña, se unen para el mal. ¿O sí?

Porque cuantos pertenecemos a la milicia nadie nos hadado vela en este entierro de la política, no obstante y como ciudadanos españoles de pura cepa, sí tenemos el deber y derecho de votar cuando el gobierno legítimo llama a las urnas. Deber y derecho que debemos ejercer con arreglo a las creencias y sentido común en el amor a España de cada cual. Luego, “y salvo excepciones de flagrante traspaso de la línea imborrable”, según el resultado este deber y derecho, nuestras obligaciones, voluntariamente asumidas, se traspasan al servicio y fidelidad al gobierno legalmente constituido según el recuento de votos salidos de las urnas.

Momento, pues, crucial de la tertulia y por ende y “a mayores” del conjunto de ciudadanos: ¿será preciso, aun con la conciencia muy clara, votar a quien, hasta ahora, nos ha defraudado en esto tan esencial como es la vida en cualquier estadio de ella? Poco versado en asuntos que sin serme ajenos nunca me dediqué, acudo a fuentes de reconocida solvencia. Me refiero en primer lugar al eminente teólogo y Prefecto que fuera en la Congregación para la doctrina de la Fe, Mons. Ocáriz: en su libro Sobre “Dios, la Iglesia y el mundo” aparecen con frecuencia los conceptos de “libertad, tolerancia y convicciones personales”. ¿Cómo puede articular un cristiano de hoy estos valores?, se pregunta.

“Cuando predomina un clima relativista, es lógica la sospecha de intolerancia hacia quienes tienen convicciones firmes. El relativismo manifiesta -en buena parte en la cultura occidental- la crisis de la razón, que reniega de su propia esencia: tratar de conocer la verdad y el sentido de la existencia. Desemboca fácilmente en un actuar egoísta”.

“Por otra parte, prosigue, `la noción de tolerancia´ se emplea con frecuencia como equivalente al respeto por las opiniones y actuaciones distintas de las propias. En el contexto relativista, es sinónimo de indiferencia: concuerda entonces con una idea de libertad entendida también como indiferencia. En cambio, el sentido original del verbo tolerar es el de no impedir un mal, `que se conoce como tal y que se podría impedir, con el fin de evitar un mal mayor´. “La armonía entre libertad, tolerancia y convicciones personales requiere la atención al `bien común´. La cultura individualista tiende a ignorarlo. Pienso que `es necesario poner el concepto de `bien común´ en el centro del debate público´”.

Aunque me alargue, conviene, digo, traer aquí a colación -aunque tal vez ya lo haya hecho en este blog- la opinión del entonces Presidente del Foro de la Familia de reconocido prestigio sobre el asunto: “El clima de opinión que se está creando en nuestro país de rechazo y desprestigio global de la política es muy dañino porque puede desanimar a mucha gente buena que siente la llamada a la política y “provocar así que `se deje algo tan bueno en mano sólo de los peores´”.

El valor de aquellas razones se multiplica ahora pensando en sucesivas elecciones. Con toda propiedad puedo concluir: conste que no pretendo aconsejar; yo…digo nada más.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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