Arquitectura religiosa olvidada. 124. Cigales

Por José María Arévalo

( El Humilladero de El Santo Cristo de la Vera Cruz, ahora dedicado a almacén) (*)

Continúa el capítulo final, “Salvadas de la ruina”, del libro “Las ruinas de Dios. Arquitectura religiosa olvidada en la Provincia de Valladolid”, de los arquitectos vallisoletanos Juan José Fernández Martín, Francisco Pedro Roldán Morales, José Ignacio Sánchez Rivera y Jesús Ignacio San José Alonso, que venimos reseñando, con la historia y vicisitudes del Humilladero de El Santo Cristo de la Vera Cruz de Cigales.

Cigales

Humilladero de El Santo Cristo de la Vera Cruz

Del humilladero del Cristo ha sobrevivido el edificio, aunque dedicado a almacén y con modificaciones. Está enclavado en la salida hacia Valladolid, junto a la calle de la Villa. El primer edificio de que se tiene constancia ya existía en 1562, cuando sale a subasta pública el cierre con carpintería de dos arcos ( M. SAN JOSÉ DIEZ, 1, pp. 232 Y 240). Pertenecía a la cofradía de la Vera Cruz, que a finales del XVI llegó a tener 95 cofrades, lo que les llevó a solicitar del Papa un jubileo plenísimo para su ermita, consistente en que por cada misa que se dijera en el altar mayor se sacara un ánima del Purgatorio.

Los cultos principales se mantenían en la festividades propias de la cofradía: el Domingo de Ramos, la Invención de la Cruz (3 de mayo) y la Exaltación de la Cruz (el 14 de septiembre) así como el recibimiento y publicación de la Bula de la Santa Cruzada.

Para su mantenimiento la cofradía contaba con las aportaciones de sus miembros y algunas rentas, como son las que recibía por la posesión de casas y viñas. Era habitual que en las mandas testamentarias se diesen instrucciones para hacer herederas de algún bien a las cofradías. Ésta de la Vera Cruz con sus propios llegó a comprar una viña y una casa por las que recibió rentas anuales. Otras rentas le venían por un pequeño rebaño de entre 14 y 20 ovejas que tuvo a fines del XVI. Otros ingresos excepcionales eran, por ejemplo, que un cofrade adinerado se eximía de cualquier trabajo para la cofradía a cambio de dinero, o pagaba el honor de ser el portador del crucifijo en las procesiones.

Un siglo más tarde, al terminar el XVII, se doró y policromó el retablo principal, consistente en un calvario en el que las figuras estaban separadas por columnas. Por aquellas fechas, se sabe que la festividad principal que se conmemoraba en torno al humilladero era La Invención de la Santa Cruz. Para la ocasión se trasladaba procesionalmente el Santo Cristo del calvario hasta la parroquia, acompañándose de los beneficiados ataviados con sobrepellices y portando cetros. Ya en la iglesia se decía la misa y se cerraban los cultos con un responso.

Con posterioridad, en el XVIII, como consecuencia de la fundación de una capellanía se decía misa en la ermita los días del apóstol, que suponemos que sería Santiago, patrono del templo parroquial.

El final de esta época lo puso la incautación de los bienes de las cofradías. Esta vez las rentas y bienes de la Cofradía del Santo Cristo de la Vera Cruz pasaron desde 1801 al Hospicio de Valladolid, con lo que el edificio del humilladero se quedó sin un respaldo económico que los mantuviera. La ruina del tejado de la sacristía sobrevino al año siguiente y el edificio comenzó su decrepitud. Inmediatamente se trasladaron los ornamentos y objetos litúrgicos a la parroquia pero, al poco tiempo, se devolvieron a la ermita, suponemos que por haber acometido obras de reparación. El culto se mantuvo durante el XIX, ya que a mediados de siglo ésta y el santuario de la patrona eran las dos únicas ermitas de Cigales ( P. MADOZ, p. 52), pero al comenzar el siglo XX la cofradía de la Vera Cruz se extinguió, terminando el edificio en el uso y estado que antes ha sido comentado.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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