Por Javier Pardo de Santayana
( Viñeta de Ricardo publicada en El Mundo el pasado día 27 de septiembre) (*)
Mañanita de radio siguiente a unas importantes elecciones. Los líderes ya se pronunciaron y es la hora de oír los correspondientes comentarios. Un antiguo director de periódico cuya palabra es fluida y natural como la de “un hombre de la calle”, introduce la cabeza en la tertulia trayendo una información curiosa, una especie de hallazgo rescatado de las fonotecas. Contiene la voz de uno de los líderes que intervino en los comicios de la víspera y que cosechó resultados tan repetidamente adversos que hoy le tienen ya contra las cuerdas. Pero lo que su voz nos dice no se refiere a los comicios de la víspera sino a otras elecciones que se celebraron en España y que él compara con las del Reino Unido: mientras en éstas el líder derrotado presentaba su inmediata dimisión, aquí y en circunstancias semejantes, el vencido se dedicó al bloqueo.
Ustedes, improbables lectores de este articulo, no tendrán problema – estoy seguro de ello – para identificar a nuestro flamante líder, que, tras ser derrotado una vez más dentro de una reiterada sucesión de revolcones, sigue sin presentar su dimisión y se dedica a bloquear tozudamente la formación de un gobierno a cargo de quien le venció en las urnas por una notable diferencia.
A mí de verdad que me sorprende la cara dura que, como de todo esto se deduce, ofrecen algunos de nuestros políticos; hecho evidente en este caso en el que quien estallaba en entusiasmo por el gesto habitual de “fair play” de los británicos y declaraba sonoramente su rechazo a la obstrucción, se aferra ahora aun siendo perdedor al cargo y paraliza a la nación entera con un bloqueo inapelable.
Este tipo de flagrantes incongruencias debieran suponer la inmediata y definitiva descalificación de quien tan desvergonzadamente incurre en ellas, pero ya habrán ustedes advertido que nuestros políticos suelen salir indemnes de estos trances o salvan el tipo por lo menos. Recordarán que al mismo sujeto al que yo me refiero declaró en una ocasión sus intenciones de suprimir nada menos que el Ministerio de Defensa, burrada ésta tan gruesa que, si ha llegó como imagino al conocimiento de los los ambientes ilustrados europeos, habrá supuesto la descalificación definitiva de quien fue capaz de proponérsela. Y sin embargo sigue galleando por ahí porque es cosa olvidada por la inmensa mayoría de los españoles,. ¿Que cómo es esto posible? Pues porque en nuestro ambiente tan infantil como ignorante suele bastar con alegar unas estúpidas excusas para salir del caso impunemente aunque haya materia suficiente para que a uno le corran a gorrazos por inepto. Se acepta, por ejemplo, que quien demostrara su ignorancia, su maldad o su falta de criterio, reconozca su “error” o simplemente diga que “no estuvo acertado” o que “no tuvo su mejor día”
También oímos expresiones tan benevolentes en los medios que parecen suponer que uno se chupa el dedo. Por ejemplo, los “tontos útiles” nos convencerán de que aquel líder político que nos mostró su verdadero pensamiento y con ello también su mala baba o su intención de cometer una burrada está evolucionado hacia actitudes razonables; por ejemplo, que ya no menciona cada día su decidida voluntad de cargarse el sistema o de romper la unidad de la nación. O que lo hace de forma un poco menos radical que de costumbre. Y así, todos contentos, mas sabemos que, aun en el supuesto de que se hubiera arrepentido, lo haría por motivos de supervivencia propia o como maniobra de escape simplemente. Pero lo que se ha dicho una vez de forma pública, o bien revela el verdadero pensamiento o, en caso contrario, es una mentira “táctica”, cosa que no sé si no es aún peor. En todo caso quien ayer pensara de una forma y hoy de otra nunca será persona de fiar, así que merecerá ser descartado para cualquier puesto de gobierno.
Pienso yo que la benevolencia de nuestros comentaristas con sus “pelillos a la mar” ante burradas infumables de los líderes no debiera hacer sino desprestigiarles juntamente con aquellos a quienes parecen querer aliviar de un merecido escarnio. Pero, sobre todo, menoscaban el respeto a la “clase política” por cuanto transmiten la impresión de que aquí nadie tiene ideas y criterios propios, claros, firmes y reconocibles, sino un pensamiento moldeable que se adapta a las circunstancias que favorecen sus ansias de poder .
Pero nada de esto es nuevo. En tiempos en los que unos sacudían los árboles y otros recogían las nueces – es decir, antes de que los primeros se subieran al árbol de Guernica y pusieran en apuros a los recolectores – en unos “Ripios de Ajuria Enea” incluí, junto con otros, los que ahora entresaco para ustedes. Se titulan “¡Pero qué buenos son!”:
Resulta que los políticos
que nos parecen tan críticos
son a veces más pazguatos
que los Hermanos Oblatos.
Cuando tendrían motivos
de poner cara de perro
se empeñan en quitar hierro
y se inventan paliativos.
Hablan del separatismo
como “error de planteamiento”
del Peneuve: un eufemismo
que a mí me parece un cuento.
Seamos serios, señores,
que no hablamos de un desliz
La cuestión no es de matiz,
que son palabras mayores!
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(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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