La confusión de las palabras

Por Javier Pardo de Santayana

( Niños. Acuarela de Lola Catalá en lolacatala.com) (*)

Varias veces me he referido en estas líneas a que una buena parte de las incongruencias actuales tiene entre sus principales causas la infantilización de los españoles. Hoy trataré de uno de los factores que más contribuyen a este hecho indeseable. Ya me referí en su día a la pereza de mis compatriotas a la hora de expresar con claridad su pensamiento, pero a eso añadiría que la dificultad para expresarse con cierto rigor influye a su vez en la escasa concreción de aquél, con lo cual se cierra el círculo que da lugar a una patente falta de lógica y rigor en el ambiente general.

En tal sentido voy hoy a permitirme entrar en el complejo terreno de la palabra y la conciencia a partir del descubrimiento de un interesante artículo de la “tribuna abierta” de ABC. Se refiere el autor, cualificado catedrático de “opinión pública”, a la desaparición en el diccionario de la Lengua Española de dos términos de origen griego, uno de ellos referente al temor a la palabra – lo que significa precisamente “logofobia” – y otro a la “misología”, es decir, a la aversión al razonamiento. Términos, como se ve, relacionados entre sí y que tienen que ver con lo que ya escribí en su día sobre una frase de Salvador de Madariaga relativa a la pereza mental del español y con la infantilización de la sociedad española de estos días, acreditada en el debate sobre un incómodo presente y, lo que es aún más grave, sobre un futuro incierto.

Se trata en mi opinión de la destrucción de la palabra, que, según el artículo de la ”tribuna abierta”, George Orwell caricaturizó como la actividad de un imaginario “Ministerio de la Verdad” – organismo que no nos extrañaría ver plasmado aquí a partir de la ya existente oficialización de la “Memoria Histórica” – dedicado a destruir palabras hasta “dejar en los huesos el lenguaje”. Interesante invento éste, ya que algo parecido nos está ocurriendo con la obsesión reductora que los españoles mostramos hoy por ahorrar palabras. Ya hubo un tiempo en el que la palabra “rollo” sustituyó a cualquier otro sustantivo y en la que el “enrollarse” podía reemplazar a cualquier otro verbo intransitivo. También experimentamos la supresión de nuestras preposiciones clásicas y una aproximación al estilo de la predominante lengua inglesa, amén de los efectos del uso desmedido de las redes sociales, empeñadas a fondo en este y otros deterioros.

Pero de lo que estamos ahora hablando es, sobre todo, de la repercusión en las conciencias de una recelosa actitud hacia la palabra como expresión del pensamiento, fenómeno que está favoreciendo una descarada manipulación aprovechada arteramente por la práctica política. No hablamos ya, por ser evidente, de la infantil y zafia repetición de los eslóganes para merluzos exhibida y aullada en las manifestaciones más o menos multitudinarias, sino muy especialmente de aquella que se aplica para la elaboración de una simplificadora “corrección política” que permitirá anatematizar a cualquiera que no se ajuste a ella por mucho que le apoye la razón. Además, la contundencia de sus formulaciones para el consumo general permitirá endosarlas a cualquier persona u organización que pudiera convenir aprovechando la pereza generalizada por expresar el propio pensamiento, lo que facilitará el blindaje y la subsiguiente creación de la clásica bola de nieve que podrá perseguir al adversario hasta su descalificación total. Expresarse con libertad será ya imposible: cualquier cosa que pueda decirse podrá ser objeto de polémica, y así se creará un ambiente intimidatorio muy eficaz para quienes lo imponen: bastará con rozar tan sólo una palabra clave para volcar toda la potencia de los medios y la opinión pública sobre el desgraciado que cayó en la trampa.

Así hoy se nos cuelan conceptos como el de que existe un “mayoría por el cambio” formada por un “grupo de partidos de progreso» que sin embargo ni son compatibles – puesto que quienes pudieran componerlo lo que pretenden es fagocitar a sus supuestos socios, con los que además discrepan – ni pueden considerarse “progresistas”, por cuanto la mayor parte de sus componentes ni con calzador encajan en la modernidad europea, ni pretenden sino imponer regímenes políticos desprestigiados por la Historia. Lo que sí consiguen es colar de matute estas palabras y evitar así cualquier rigor en el razonamiento en una máxima expresión de lo que es mi intención con este artículo: esto es, hacer ver una vez más a mis lectores – por supuesto, improbables – la estrecha relación entre los efectos de una educación manipulada y la capacidad de razonar de la “ciudadanía”. En suma, la relación de la palabra con el infantilismo que demostramos tener hoy los españoles.

De esta forma se explica la feroz lucha desarrollada por determinados partidos por el establecimiento de un sistema educativo que les favorezca electoralmente y les permita eternizar su mecanismo de influencia mediante la encapsulación de los mensajes más convenientes para sus fines últimos, muchos de los cuales poco tendrán que ver con la formación de un espíritu libre y educado para una vida virtuosa y plena. Con lo cual, el temor a hablar, y sobre todo de razonar en público, conducirá a asentar una torpe “mayoría de ruidosos” que desvirtuará la realidad pero será tomada como expresión cabal de la conciencia colectiva.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
https://c1.staticflickr.com/9/8206/29746789515_b7fc0472a3_o.jpg

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

Lo más leído