Gestión y visión

Por Javier Pardo de Santayana

( Viñeta de Puebla en ABC el pasado día 29 de julio) (*)

Andan últimamente los ¿políticos? empeñados en infantiles maniobras, pullas y “postureos”, mientras España espera que se pongan de acuerdo en algo, porque nos tienen con el alma en vilo. La cosa es ya tan cansina que hemos desconectado del problema y nos hemos dedicado a sacar el mejor partido de un verano que ahora ya se va acabando poco a poco. Menos mal que la nación funciona bastante bien y que la economía – quiero decir la economía general, que desde luego no la mía – ha seguido en su senda de mejora chafando los deseos de aquellos para quienes todo es mejor cuanto peor estemos. Fíjense ustedes que la prima de riesgo, aquella pariente casi olvidada y de cuyas desgracias tanto se hablaba hasta no ha mucho, ha caído aparatosamente para alivio, cuando menos, del ministro del ramo.

Había yo aparcado incluso el tema cuando, siguiendo la ruta de los foramontanos en dirección contraria de la clásica, me dirigía yo hacia la costa de Cantabria por las proximidades de Reinosa y Aguilar de Capoo hace unos días. Carretera magnífica no sólo por los paisajes, sino también por la obra pública, con abundantes túneles y majestuosos viaductos para salvar obstáculos y también con la posibilidad de meter la directa y no cambiar en toda la longitud de su trayecto: una carretera de postín y gratuita equiparable a las mejores que pidieran ofrecemos los países más avanzados de nuestro continente. Digo yo que estaba disfrutando de una de las muchas cosas buenas que afortunadamente tenemos en España, cuando, no sé cómo puesto que no venía al caso, surgió un comentario sobre lo poco que ahora aparecía la vicepresidenta en la televisión. Ya se sabe que los temas de conversación saltan a veces inopinadamente.

“Claro” dije yo, “es que quien aparece con frecuencia es ahora mas bien el presidente, que se ve obligado a salir al paso de las prisas por evitar unas terceras elecciones”. Y añadí: “Además así puede contrarrestar el sanbenito de indolente que, como infantil truco mediático sus adversarios le atribuyen a falta de otros motivos de reproche”. Y es verdad, pues verdaderamente, ¿es que alguno de quienes así se expresan ha estado alguna vez en su despacho y le ha visto dormir la siesta o cosa parecida cuando debiera estar reunido o firmando algún escrito? Pues no; lo que pasa es que no es aficionado a aparecer en la televisión.

Lo cual me hizo reflexionar sobre el papel de un presidente de gobierno. ¿Qué requiere o debiera requerir esencialmente la actividad política, sobre todo en un puesto como ese? Pues visión y gestión, sencillamente.

He dicho visión porque ésta es imprescindible para orientar adecuadamente la gestión. De ahí que en este caso exija no sólo información de las cosas que pasan, sino, sobre todo de las que permiten situarse en un nivel que permita proyectar la acción según determinadas prioridades. Y esto no se consigue mostrando la propia faz ante las cámaras. Requiere, sí, por el contrario, leer muchos informes y tener largas horas de conversación con gente bien formada, conocedora de los asuntos esenciales de cada sector, sea éste económico, político o social, tenga que ver con nuestro ámbito interno o con nuestros contactos internacionales, se trate de recursos o de obstáculos para la buena marcha de las cosas. Y habrá que digerir toda la información y contrastarla con otras opiniones, preocuparse por la seguridad y la defensa al tiempo que también por la cultura, e insertar todo ello en la marcha de la Historia teniendo en cuenta los signos de las tiempos. Todo para acabar adquiriendo ideas generales a la vez que particulares sobre cada tema que permitan orientar las acciones y previsiones con que el Estado puede conseguir los efectos pretendidos.

Pues bien, para nada de esto sirve mostrar el propio rostro a los televidentes como no sea en contadas ocasiones en las que la presencia personal ante las cámaras pueda aportar cierta tranquilidad o contribuir a afianzar las instituciones del Estado. Sí que requiere, en cambio, esta función, que el presidente sea persona sensible, inteligente y si es posible también bastante astuto: alguien serio en todo el sentido que a esta palabra atribuimos. Alguien que, para empezar, se comporte como un ser adulto y no como un personaje de guiñol.

Dije que luego de adquirir visión sobre la situación y sobre lo que hay que hacer para que la nación progrese, un presidente de gobierno deberá implicarse en la gestión para orientar los recursos hacia los fines designados. Lo cual exige, más que mover el rabo y hacer que le vean, rodearse de los mejores auxiliares de los que disponga; esto es, reclutar para el gobierno gente dotada de capacidad de mando y de gestión, conocedora a fondo de lo que tendrá en sus manos.

O sea que ahí no caben los listillos y los correveidiles y mucho menos los ignorantes y los simplemente malababas por mucha cámara que chupen y por mucho que exhiban sus malas artes y escasas cualidades ante la pantalla. Y, naturalmente, tampoco basta con ser guapo, que para eso ya están los frívolos programas de la deleznable prensa rosa.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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