Agua de vida (II)

Por Carlos de Bustamante

( Acequia del Canal del Duero. Acuarela de J. M. Arévalo) (*)

Dicho cuanto antecede en (I) sobre el Sacramento del Bautismo, sigo como altavoz de S.S. el Papa Francisco, para rememorar la doctrina sobre los sacramentos que aprendimos en el catecismo del P. Astete.

Verán en éste, cómo S.S. hace referencia en muy feliz comparanza entre este Sacramento y el de la Penitencia -Confesión, Reconciliación- que, por el orden establecido en (I), trataré con mayor detenimiento cuando le llegue el turno.

…” Al mismo tiempo, al bautismo está unida nuestra fe en el perdón de los pecados. El sacramento de la Penitencia o Confesión es, de hecho, como un «segundo bautismo», que tiene siempre como referente el primero para consolidarlo y renovarlo.

En este sentido, el día de nuestro bautismo es el punto de partida de un camino, de un camino hermosísimo, de un camino hacia Dios, que dura toda la vida, un camino de conversión y que continuamente se apoya en el Sacramento de la Penitencia.

Y piensen también en esto: cuando vamos a confesarnos de nuestras debilidades, de nuestros pecados, pidamos el perdón de Jesús, pero renovemos también el Bautismo con este perdón, ¡eso es hermoso! Es como festejar en cada confesión el día del Bautismo. Y así, la confesión no es una sesión en una cámara de tortura, es una fiesta para celebrar el día de nuestro Bautismo ¡La confesión es para los bautizados! ¡Para mantener limpia esta vestidura blanca de nuestra dignidad cristiana!

2. Segundo elemento: «un solo bautismo». Esta expresión recuerda la de san Pablo: «Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo» (Efesios 4:05). La palabra «bautismo» significa literalmente «inmersión», y de hecho este sacramento constituye una verdadera inmersión espiritual, ¿dónde? ¿En la piscina? No, en la muerte de Cristo. El Bautismo es propiamente una inmersión espiritual en la muerte de Cristo, de la que se resucita con Él como nuevas criaturas (cf. Rom 6:04).

Es un lavamiento de regeneración y de iluminación. Regeneración porque actúa ese nacimiento del agua y del Espíritu, sin el cual nadie puede entrar en el reino de los cielos (cf. Jn 03:05). Iluminación, porque, por el Bautismo, la persona humana viene llenada de la gracia de Cristo, «la luz verdadera que ilumina a todo hombre» (Jn 1:09), y disipa las tinieblas del pecado.

Y por ello, en la ceremonia del Bautismo a los padres se les da una vela encendida, para indicar esta iluminación. El Bautismo nos ilumina desde dentro con la luz de Jesús. En virtud de este don, el bautizado está llamado a convertirse él mismo en «luz», la luz de la fe que ha recibido, luz para los hermanos, especialmente para aquellos que están en las tinieblas y no ven ningún destello de luz en el horizonte de sus vidas.

Podemos preguntarnos: ¿el Bautismo, para mí, es una cosa del pasado, de aquel día, de aquella fecha -que hoy ustedes buscarán cuál es-, o es una realidad viva, que se refiere a mi presente, en todo momento? ¿Te sientes fuerte, con la fuerza que te da Cristo, con su sangre, con su resurrección, tú te sientes fuerte o te sientes mal, sin fuerza? Pero el bautismo da fuerza ¿Con el Bautismo te sientes un poco iluminado? ¿Te sientes iluminada? Con aquella luz que viene de Cristo ¿Eres hombre o mujer de luz o eres hombre o mujer oscuro, sin la luz de Jesús? Piensen en eso. Tomar la gracia del Bautismo, que es un regalo y convertirse en luz, luz para todos.

3. Por último, una breve mención al tercer elemento: «Para el perdón de los pecados». Recuerden que el Credo: un Bautismo, creo en el bautismo para la remisión de los pecados. En el sacramento del Bautismo se perdonan todos los pecados, el pecado original y todos los pecados personales, así como todas las penas del pecado.

En el Bautismo se abre la puerta a una verdadera novedad de vida que no está oprimida por el peso de un pasado negativo, sino que recobra ya la belleza y la bondad del Reino de los cielos. Es una poderosa intervención de la misericordia de Dios en nuestras vidas, para salvarnos. Ésta intervención salvífica no quita nuestra naturaleza humana su debilidad; -todos somos débiles y todos somos pecadores, ¿eh?- ¡y no nos quita la responsabilidad de pedir perdón cada vez que nos equivocamos!

Y esto es hermoso. Yo no puedo ser bautizado dos veces, tres veces, cuatro veces, pero sí que puedo ir a la Confesión y cuando voy a la Confesión renuevo la gracia del Bautismo. Es como si hiciera un segundo Bautismo. El Señor Jesús es tan bueno, que nunca se cansa de perdonarnos, me perdona. Recuerden bien ¿eh?

El bautismo nos abre la puerta a la Iglesia. Buscar la fecha de mi bautismo, pero también cuando la puerta se cierra un poco a causa de nuestras debilidades, por nuestros pecados, la Confesión la abre, porque la Confesión es como un segundo Bautismo, que nos perdona todo y nos ilumina para ir adelante con la luz del Señor. Vayamos adelante, alegres ¿eh? Porque la vida hay que vivirla con la alegría de Jesucristo y ésta es una gracia del Señor”. (Continuará si Dios es servido).


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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