El Rezongón. Disensión y discriminación (I)

Por Carlos de Bustamante

( Urbanitas III. Acuarela de Amando Juez.71×101) (*)

Vuelvo al asunto sobre el que escribí recientemente “Sobre la expresión “género” en nuestras recientes y actuales RR.OO. “. Me decía el querido amigo Benigno Blanco: “nosotros no discriminamos a nadie”. Perdona, querido Benigno, yo tampoco; pero ¡¡¡¡disiento!!! Por si no estuviese claro lo explicaré mejor, si puedo. Acudo a la RAE. “Discriminar. Del lat. discrimināre. 1. tr. Seleccionar excluyendo. 2. tr. Dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, etc. “. “Disentir: Del lat. dissentīre. 1. intr. No ajustarse al sentir o parecer de alguien. Disiento de tu opinión”.
Si esto es así, como realmente lo creo, podré, digo, disentir sin discriminar. Escrito el epitafio, trataré del porqué y en qué puedo y debo llevar a cabo ambas cosas. Aunque he de hacer la salvedad de que en el caso que expondré, de las dos definiciones se ajustará más la primera que la segunda. Es decir, que me permitiré seleccionar excluyendo, sin que por ello dé necesariamente trato de inferioridad a persona o colectividad alguna.

Especifico. ¿En qué disiento sin discriminar? Como el mundo que nos ha tocado vivir, no es un dechado de virtudes humanas -fundamento de otras superiores- podría hacer una relación cuasi interminable de ellas. Escribiré de lo que mejor conozco porque es mi profesión: la milicia. Disiento pero no discrimino a los que, siendo “gays” ellos o ellas, las RR.OO. nos obligan a que sean admitidos con toda normalidad en acuartelamientos o academias. Éste viejo coronel disiente, porque esta admisión no se ajusta a mi sentir ni a mi parecer. Y no discrimino, porque, pese a lo dicho, “me obligan” a cumplirlo. Ergo el discriminado es el que suscribe “pa ná”; porque la discriminación conmigo es tan absoluta que debo ver, oír y callar. “Ellos”, sí pueden decir que se les discrimina si no se les admite en el Ejército. Yo, no. Pues qué bien… ¿no?

Sin embargo y puesto que me ampara la libertad de expresión puedo y debo -desde mi particular punto de vista y amparado en la ley natural- disentir, porque no es ése el modelo que, libremente, escogí para que fuera mi ejército.

Quede, pues, bien claro, que me asiste una razón muy anterior a las razones en forma de leyes, o de RR.OO. en este caso, que menospreciando la ley natural que viene impresa en cada persona que viene al mundo, he de sustituirla forzosamente por una orden superior sobre la que disiento. La que por la premisa elemental en las Fas, cual es la subordinación al mando, he de obedecer. Aunque disienta, cedo sin consentir; aunque la orden sea contra natura, porque esperanzado contra toda desesperanza, no descarto recuperar.

Sean o no de mi misma profesión los “improbables lectores”, he de concretar con un ejemplo de hasta qué punto pudiera ser contradictoria esta disensión sin discriminar: como sabrán los que hicieron la “mili” o ingresaron hace años en la AG.M. de Zaragoza, los dormitorios eran simples y grandes naves donde, en el mejor de los casos, se alineaban perfectamente las camas para el descanso de los inquilinos. En los acuartelamientos las literas de uno, dos o incluso tres pisos, eran los dormitorios comunes de un número tan importante de inquilinos-soldados, que de no mantenerse una adecuada ventilación el “olor a tigre” era manifiesto. Los aseos y servicios… ¡ay qué antiguallas! Lavabos con más aspecto de abrevaderos que aseos para personas. Como al no haber pan, buenas son tortas, fue preciso aclimatarse a estas austeridades que, con el culmen en las letrinas campamentarias sucedía como con el frío intenso de algunas ciudades: que “te aclimatas o te aclimueres”. Y nos aclimatamos, claro. Con progreso o sin él, conste que no pretendo aconsejar; yo…digo nada más.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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