Por Javier Pardo de Santayana

( Espacio. Acuarela de Jesus Mari Bea en Hispacuarela de Facebook) (*)

Una vez más me siento obligado a señalar la existencia de algo realmente noticiable pero de lo que la inmensa mayoría de los españoles pasará olímpicamente; que de ello estoy seguro. No hace mucho que me referí a los descubrimientos realizados por el hombre en las cercanías del planeta Urano y más concretamente en una de sus lunas, denominada Endédalo e identificada como un astro rocoso cubierto de un océano total con un envoltorio de hielo taladrado por inmensos géyseres. Total, una visión fantástica pero que sólo nos interesaría si alguien la incluyera en una película ficción haciendo de ella un ente imaginativo y no, tal como es, una asombrosa realidad.

Ahora la hombrada se refiere el imponente Júpiter, ese planeta inmenso que se puede contemplar a simple vista pese a encontrarse a una distancia de nosotros de casi seiscientos millones de kilómetros.

La noticia es que después de recorrer del orden de los dos mil ochocientos millones de kilómetros, y no lo escribo en números por no asustarle a usted, acaba de entrar en su órbita la sonda Juno , lanzada hace ya casi cinco años de las instalaciones de la NASA en la Florida. Y la primera sorpresa ha sido constatar que con un simple motor de a bordo puede frenarse en media hora, sin desencuadernarse, un artefacto del tamaño de un campo de tenis que a base de bandazos se aceleraría previamente en el espacio hasta alcanzar… ¡los 200.000 kilómetros por hora! Ahora queda por ver si la inmensa masa gaseosa que multiplica por 300 la masa del planeta Tierra contiene en su seno algún tipo de núcleo. Y otras muchas cosas que pueden permitirnos deducir cosas importantes respecto a cómo se ha formado el firmamento y otras materias enjundiosas, como las que se refieren a los satélites galileanos ya avistados – entre los que, por cierto, se encuentra un tal “Europa” -, la proporción de oxígeno y de agua que el planeta alberga, o los espectaculares campos magnéticos que sin duda habrán de producir unas auroras boleares de especial impacto.

También me parece asombroso constatar que la voluntad del hombre puede actuar atravesando una distancia tan desmesurada como ésta para hacer sentar su autoridad, y hacerlo además con oportunidad; esto es, que los medios y los cálculos del hombre resultan ser tan eficaces que permiten dar órdenes complicadas y potentes a unas distancias imposibles aun de imaginar. O sea, que el hombre tiene los medios y la inteligencia necesarios para imponer sus deseos y criterios a unas distancias y en unas dimensiones que superan cualquier otra experiencia; y no digamos la adquirida en nuestro rutinario día a día. Por lo cual uno llega a preguntarse cómo es posible que podamos actuar con tan limpieza y precisión y con tan fantástica eficacia en un marco que supera nuestra naturaleza, y que en cambio nos resulte tan difícil el ponernos de acuerdo entre unos pocos con el objetivo, no ya de sondear el universo sino de vivir sencillamente en paz. Se diría que para algunas cosas nos mostramos inteligentes e imaginativos mientras que para otras demostramos ser unos inútiles; eso sí, de magnitud superlativa.

En efecto, no puede por menos de asombrarle a uno la osadía del hombre en su ansia de entender este misterio en que vivimos; este misterio que además de ser nuestro paisaje es también nuestra razón de ser. Y lo hago para que ustedes lo comparen con la escasa voluntad que muestra el hombre a la hora de ponerse de acuerdo en cosas aparentemente secundarias que no requieren más que superar el egoísmo y la soberbia o simplemente la aplicación del buen sentido que favorezca el bien común. Pero claro, mientras en el espacio, como en una página en blanco que en realidad sería en negro, no se interpone nada que moleste, aquí cualquier buena intención se topará indefectiblemente con la envidia, el egoísmo, las ambiciones personales, la ira o la soberbia en sus diversas y más sutiles formas. Y también con el odio. O sea – dejémonos de circunloquios – con lo que siempre se llamó “el pecado”: esa realidad alimentada por la pasión del hombre en su competitiva relación con el vecino.

Porque nada hay que aporte a la sociedad más tensiones y motivos para la repulsa mutua, y por tanto para el enfrentamiento, que nuestras relaciones personales con el prójimo cuando éste pone en peligro nuestro estatus: cuando éste es visto como un ser molesto o incluso como un enemigo que convendría eliminar tras desacreditarle. Pues entonces tiramos de ideología – esas fórmulas prefabricadas que para tanto dan de sí – y la manejamos hábilmente retorciéndola mediante las técnicas del marketing. Y ahí no hay ciencia ni lógica que prevalezca; nada que ponga en orden el futuro. Sólo egoísmo en sus variantes conocidas.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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