Por Javier Pardo de Santayana

( Viñeta de Puebla en ABC el pasado día 30 de junio) (*)

Acababa yo de escribir en este mismo blog un articulo que titulé con un “peor, imposible”, y ya estaba dispuesto a escribir una segunda colaboración con parecido título. Lo de “Peor imposible” se refería, como ustedes pueden suponer, al “Reino Unido de la Gran Bretaña”, país admirado por su sensatez y habilidad política pero en el cual la torpeza del primer ministro había sembrado innecesariamente el caos, demostrando así que aquellos denostados PIGS – recordarán ustedes, los ”países mediterráneos” que aportaban las siglas: Portugal, Italia, Grecia y Spain (España) – no son los únicos en los que pasan cosas como éstas.

Digo que estaba yo a punto de escribir un nuevo “peor imposible” porque en esta ocasión lo aplicaría a España, donde se repetían elecciones ante la imposibilidad de encontrar un gobierno razonable. Todo apuntaba – ay, esas predicciones catastróficas – a un poderoso avance de los radicales, que en España son de izquierdas y filocomunistas; unos pretenciosos e impresentables “nuevos bárbaros” que, criados en las pizarras de una universidad desprestigiada y dirigidos por el hijo de un terrorista de los que acostumbraban a poner bombas a la gente, habían inundado las televisiones. Recuerden su pretensión de conquistar el cielo, su preocupante amenaza del tic tac y todos aquellos trucos intimidatorios con los que se retrataban como hijos intelectuales de quienes les habían financiado: los matones venezolanos que han convertido en un erial un país potencialmente bien dotado.

Pero aquel día de votación en que los españoles despertamos agobiados y sumergidos en un profundo pesimismo, cuando ya parecíamos convencidos de vivir en un albergue de mendigos y trincones y no en un país moderno y en muchos aspectos ejemplar; al recordar el tiempo en que el gobierno se cargaba al jefe de la oposición y la constitución de un “frente popular” presagiaba un futuro de persecuciones y de checas cantadas por los poetas afines a la causa; cuando veíamos acercarse una catástrofe que nos remitiría a los días nefastos del pasado siglo y temíamos que la jornada culminara finalmente en una noche luctuosa, un milagro impensable se produjo: la España que creíamos ya definitivamente absurda y entregada a la sinrazón de los revolucionarios pareció haber recobrado el seso siquiera parcialmente para acercarse a la moderación y al buen sentido.

Ya le extrañaba a uno que una nación como la nuestra, capaz de cerrar filas hacía pocos años para afrontar una crisis que nos había puesto al borde del abismo, se entregara sin más al destructivo rencor de unos visionarios de laboratorio que disfrazan sus verdaderas intenciones bajo una sonrisa pretendidamente seductora. Pero aun así, los que no fuimos arrastrados por los nuevos flautistas de Hamelin respiramos más hondo y dormimos un poco más tranquilos, como también dormirían más tranquilas las cancillerías europeas, en las que un desastre como el que los españoles presagiábamos sería difícil de sobrellevar sin sentir una profunda decepción recién tragado el sapo de la separación de los británicos. Ahora queda por ver si nuestros líderes políticos están a la altura de las circunstancias, porque hasta ahora hemos visto una ceguera parecida a la del premier inglés y mucho, como ahora se dice, “postureo” para aguantar el tipo, marcar las diferencias, conseguir algunos votos y hacer ver que el “emperador” no está desnudo.

Mas no lancemos las campanas al vuelo, pues nuestros próceres parecen estar más por “sostenerla y no enmendalla” que por sacarnos de donde nos metieron. Por lo menos en ello está uno de los dos grandes partidos, que, herido por la aparición de los revolucionarios, en vez de desmarcarse de ellos desde el primer día los consideró afines a su causa; algo que habría sido considerado escandaloso si este fuera el caso de su oponente natural. O sea si éste se considerara afin a un hoy inexistente partido extremista de su banda. No es de extrañar, por tanto, que vaya de tropiezo en tropiezo dentro de un proceso de degeneración que viene ya de largo y que podría haber comenzado aquel día nefasto en que inició sus actuaciones impropias e inmorales culpando al gobierno de un atentado terrorista tras de haber ensayado la maniobra adjudicándole también arteramente la causa del vertido de un buque petrolero. O faltando conscientemente a la verdad negando la existencia de una crisis por el plato de lentejas de unos votos que aseguraran su relevante puesto. O algo aún más grave: fomentando un relativismo negador de convicciones al tiempo que resucitaba un visceral enfrentamiento entre las supuestas “dos Españas”.

Ahora parece, sin embargo, que la prioridad está en limpiar definitivamente de corrupción la vida española. Pero, con toda la importancia que esto pueda tener y que indudablemente tiene, creo sinceramente que este asunto no es en realidad lo principal de fondo, ya que no puede creer nadie que la lacra no existiera ya; que aquí en España los pícaros crearon hasta literatura propia y es evidente que nunca fueron perseguidos con la eficacia y diligencia que se aplica ahora y con los sofisticados medios de hoy. Además supongo que una gran parte de los españoles se habrá dado cuenta ya de que aquí la corrupción no afecta a nuestros funcionarios – podrían, para darse cuenta, ver lo que son en la mayoría de los países africanos y en gran parte de los americanos – sino que es el fruto espurio de una sociedad del bienestar en la que abundaron los dineros públicos. Tan es así que el número de casos detectados se corresponde proporcionalmente con el poder que manejan los partidos. Mas sin embargo se ha hecho de ella algo así como el único argumento para juzgar la actuación de los políticos, de quienes se habría esperado por lo visto que, dando por supuesta su existencia, vivieran pendientes de desenmascarar a quienes inmoralmente se beneficiaran de la boyante situación de nuestra economía.

Mientras tanto, la casa sigue patas arriba envuelta en dimes y diretes, mentiras y medias verdades, desplantes, descalificaciones y bloqueos, exhibición de camisetas y pancartas y hasta gestos de chulería inaceptables. Todo lo cual parece ser considerado como maneras propias de una democracia sana y refinada; tanto como para ser exhibida ante unos niños y unos jóvenes que en su día los imitarán.

Pero aun con eso hoy nos sentimos aliviados ante el nuevo cariz de la respuesta ciudadana. Aún puede ser que, a la vista de la cerrazón y el empecinamiento de algunos políticos que no entendieron el mensaje o que han perdido el norte, no lleguemos a ninguna parte y caigan unas insoportables terceras elecciones. Cabe incluso que por “no enmendalla” nos hundamos en el caos y el desgobierno. Pero por el momento tenemos la satisfacción de percibir una cierta reacción de sentido común y de moderación en nuestros propios ciudadanos; una especie de lección subliminal a los políticos como diciéndoles que tienen que pensárselo.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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