Peor, imposible

Por Javier Pardo de Santayana

( Viñeta de Puebla en ABC el pasado día 25 de junio) (*)

Pocas veces hemos visto tanta impericia política como la del señor primer ministro inglés (perdón, británico). Eso es algo así como pegarse un tiro en el pie uno mismo: por solucionar las divisiones en su propio partido “se lió» a hacer referéndums, y mire usted como ha acabado: teniendo que dimitir aunque sea a la inglesa, que es como sin perder la compostura.

Oigo ahora mismo a uno de nuestros más televisivos tontos útiles defendiéndole porque el referéndum es muy democrático y todo lo que sea consultar al pueblo es algo excelso. Pues eso ya lo sabemos, caballero, pero según ese estribillo tendríamos que estar votando todo el santo día, y fíjese usted como andamos ya los españoles con sólo haber tenido que ir dos veces a las urnas en un mismo año y con la posibilidad de un tercer intento. Además, de lo que estamos hablando es de política y de someter alegremente a un referéndum – con el peligro de dividir a la “ciudadanía” – el separarse o no de una nación de origen secular o romper con un proyecto que pretendió acabar con los conflictos internos en la Europa a la que él mismo pertenece. Porque la única contestación posible en este tipo de consultas es siempre un “si” o un “no”; disyuntiva esta que tiende a separar directamente a la gente en dos bandos opuestos y enfrentados; y no digamos si la diferencia entre unos y otros no es excesivamente grande; que entonces se alineará automáticamente una mitad de la nación contra la otra.

Con lo cual el señor primer ministro – lo escribo con minúsculas – se exponía a crear un gran problema allá donde hasta ahora no existía o al menos aún no se había enconado como ahora, con la peculiaridad de que las dos consultas tan torpemente convocadas interactúan entre sí. En efecto, el referéndum convocado anteriormente sobre el posible abandono del “Reino Unido de la Gran Bretaña” por Escocia podría ahora resurgir al plantearse si, a la vista de que sus compatriotas han decidido abandonar la Unión Europea, no convendrá a los escoceses separarse de él; camino por el cual podrían circular también los irlandeses en cualquier momento.

Y es que con esto de los referéndums hay que andarse con sumo cuidado. Fíjense ustedes cuan difícil es incluso un simple acuerdo sobre, sencillamente, cuál es el plural de esta palabra: por ejemplo, yo mismo escribo unas veces “referéndums” y otras, más a la española, “referendos”. Y bien podría haber probado con lo de “referenda”, que es más culto, o incluso con “referéndumes”, que ni para esto hay soluciones claras.

Bueno, pues la metedura de pata es a todas luces doble: primero, porque no había obligación de acudir a estas consultas, y, segundo, porque en lo de seguir o no perteneciendo a la Unión Europea el señor primer ministro era partidario precisamente de seguir en ella, o sea que montó una tormenta perfecta sin necesidad para, eso sí, acabar por “autoliquidarse”, que esto es ya de aurora boreal. O, sin llegar a tal extremo, si esto es de ser astuto o si, por el contrario, no raya en la estupidez por mucho que parezca bien a algunos de nuestros tontos útiles. Pero qué le vamos a hacer si, como ustedes saben, sólo existen dos tipos de personas: esa minoría que se dedica a solucionar problemas, y la mayoría, que, como el primer ministro inglés, más bien se empeña en producirlos.

Mas lo verdaderamente sobrecogedor es constatar la que se puede armar por la impericia de un señor que ocupa un alto puesto pero carece de prudencia: un “aprendiz de brujo” que puso en movimiento un mecanismo que ya sería incapaz de detener. Porque aquella sólida imagen de un Reino “Unido” que se mostraba como una de las grandes naciones del planeta, modelo de democracia consolidada y heredera de un Imperio, es hoy la imagen de un país dividido, convulso y próximo al desguace como consecuencia de la insensatez de uno de sus gobernantes y singularmente de quien ustedes saben, cadáver ya político por obra y arte de su insensatez: la de quien en lugar de añadir acuerdo y solidez entre sus compatriotas, se permitió la pirueta de jugar con el fuego par dar solución a sus problemas. Con lo cual, para más inri, proporcionaría materia inflamable a nuestros “nuevos barbaros” en su preocupante empeño por ”asaltar el cielo”. Y ojo, porque habrá que recordar a nuestros jóvenes que para proyectos revolucionarios ahí está el de la construcción de un espacio de paz y de progreso en donde secularmente se libraron continuas contiendas por la hegemonía y se gestaron dos guerras mundiales. Un proyecto destinado nada menos que a acabar con este campo de luchas fratricidas en el que en su día se experimentaron nuevas fórmulas que no hicieron sino traer la muerte y la desolación y que, para mayor sorpresa, parecen estar de moda nuevamente. Y aún hay quienes dicen que los votantes nunca se equivocan…

En fin, para terminar, volviendo a Londres añadiré que si es cierto que, como se dice, tres cuartas partes de los jóvenes votaron en contra de lo que resultó ser la opción mayoritaria, el primer ministro inglés también ha conseguido que los deseos de toda una generación queden hipotecados por la que la dará el relevo. Y a ver qué pasa ahora con mi propio desbarajuste familiar, porque mis nietos tienen un doble pasaporte: de españoles por sus padres y de ingleses por su lugar de nacimiento. Y en qué influye en mi yerno, que dirige la sucursal africana de una conocida empresa inglesa, o en una sobrina carnal mía casada con un español que trabaja desde hace tiempo en la City londinense. En fin, un imponente lio – innecesario por añadidura – que alcanza incluso de alguna forma a mi familia.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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