De afectos y sentimientos

Por Carlos de Bustamante

( Figuras de mi belén. Acuarela de José Mª Arévalo de felicitación de Navidad ) (*)

Ignoro si escrito el título de lo “rumiado” a solas, podré comunicarles todo ello en un solo artículo. Sin más preámbulos comienzo y Dios dirá…

Hoy, seis de Enero, día de la Epifanía del Señor, que ahora decimos los mayores, y de los Reyes Magos, que dijimos aún después de niños, parece muy propio para, no sin cierta nostalgia porque está próximo el fin del tiempo de la Navidad, sacar este tema a colación.

Con la lucecita encendida sobre el Niño, que aún permanece en el pesebre de nuestro Nacimiento, doy rienda suelta a los afectos y sentimientos que, muy presentes en el niño de seis, siete, ocho años que fui, vuelvan como entonces desde esta nueva niñez que es la ancianidad de ocho …(ochenta y dos) añitos recién cumplidos ¡en septiembre!

Desde las clases “elementales” (1ª, 2ª, 3ª) y desde la que llamábamos ingreso hasta el fin del bachillerato, en el colegio de Nª Sª de Lourdes de los hermanos de las Escuelas Cristianas (no sin cierta guasa conocidos por “los baberos”), los seis hermanos “Busta” celebramos con gran solemnidad los días previos a la Navidad, que tenían en nuestra casa feliz cumplimiento.

Imposible olvidar –entre otras cosas porque no quiero- los villancicos que, inéditos para los ajenos al colegio, ensayábamos todos estos días en cada “clase” respectiva. Villancicos que con voz nada vulgar, cantábamos todos los hermanos en los días en que les eran propios; y por añadidura, también en los que no lo eran. Con motivo puedo presumir que, dirigidos con maestría por nuestra madre, nos salían “bordados”.

Nada de malo si “puesto el Nacimiento”, el afecto sensible afloraba al contemplarlo tan precioso; y lo hacía a raudales cuando el coro familiar cantaba al “Niño chiquitín dormidito entre pajas”. Recios sin embargo como los robles de nuestro monte, en absoluto había sólo sensiblería cuando los afectos y sentimientos de aquéllos, al fin niños, cuasi se palpaba en todos los ojos fijos en el Misterio al que entonábamos las oraciones cantadas que eran los villancicos aprendidos divinamente en el “cole”. Los mismos que, perfeccionados en casa bajo la dirección de una voz y manos bellísimas, realmente nos “transportaban” a otros mundos…:

“Venid con amor pastorcitos/venid al Portal de Belén/que el niño Jesús ha nacido/ ha nacido nuestro bien. Suavemente luego:
Pastores venid/ no hagáis ruido/ venid al Portal/ y escuchad…/: al Dios Niño recién nacido/ su Madre cantando le está/ y el Niño la dice al oído/ (con extrema suavidad): que quiere ser luego zagal… Enseguida con más brío:
(bis)Venid con amor pastorcitos”…

Con la sonrisa de la directora (y a buen seguro también la del Niño) continuábamos, naturalmente felices, la retahíla emprendida con otro nuevo villancico, nuevamente “divino”:

“Llorando estás joya mía/ ¡qué te da pena mi bien!/: son los pecados del hombre/ su deslealtad y su desdén. Canta, canta zagalejo/pues yo no atino a cantar/ sus gracias y monaditas/ y su aquel dulce mirar… Tras una brevísima pausa en la que nuestra directora parecía indicar silencio, proseguíamos:
Cantemos más bajo/ y hablemos quedito/porque no despierte/ que está dormiditooooo…

La sonrisa ahora de nuestra madre, indicaba, a la vez, mayor energía en el canto del mismo villancico que sigue:

¡Eres más lindo y más bello/ mucho más que un serafín (bis)/. “Niñós” venid de la aldea/ venid ángeles aquí! Y otra vez con suavidad divinamente dirigida:
Cantemos más bajo/ y hablemos quedito/porque no despierte/ que está dormidito… Nuevo bis aún más suave…: porque no despierteee/ que está (casi un murmullo): dooor-mi-diii-too…”

Los ojos todos de los Bustas fijos en el Niño, se abren de pronto con la melodía prodigiosa de la directora del coro familiar que nos hace – ¿y por qué no? – hipersensibles en esta ocasión irrepetible:

“No sé Niño hermoso/ qué he visto yo en ti/ que no sé qué tengo/ desde que te vi…/. Que no sé que teeengoo/ desde que te vi”…/ Otra voz-hija de madre- toma el relevo para continuar con similar dulzura mas con el timbre inconfundible de lo varonil:
“Tus tiernas mejillas/ de nieve y carmín/ tus labios hermosos cual rosa de abril/ tu aspecto halagüeño/ y el dulce reír/ tan profundamente, se han grabado en mí…/ que no sé qué te-eengo/desde que te vi”…

En confidencia les digo, mis amigos “e improbables lectores”, que por más que me estrujo la memoria, no se me vienen a las mientes algunos villancicos más, también inéditos, que junto a los anteriores íbamos cada año a cantar a las monjas carmelitas que por entonces tenían su convento en las afueras de Valladolid (hoy la Rondilla). Y porque las carmelitas de Santa Teresa se transmiten de un convento a otro por no sé qué medios lo que más les gusta, también éramos requeridos por las de la misma Orden en Carrión de los Condes donde nuestra tía Felisa (hermana de nuestro padre) contagiaba al resto de la muy numerosa Comunidad que escuchaba con los afectos y sentimientos –tan propios de estos días con carácter de casi exclusividad- pegaditas a la reja que las separaba de sus “sobrinos cantores”.

Pues como “de muestra vale un botón” canten ustedes si les place los más modernos y conocidos, que sin despreciarlos -¡Dios me libre!- me gustan menos que los nuestros. Pero no se me demoren, que muy pronto las montañas de corcho y el Portal con el Misterio, desaparecerán de su sitio para reposar en otro, donde descansarán hasta el año que viene, si Dios es servido. Servidor de ustedes aún seguirá un rato más cantando “in mente” la oración de la tarde. ¡¡¡Feliz Año Nuevo!!!


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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