Apócrifo IV. 20. De vuelta al mar

Por Carlos de Bustamante

( Pesca milagrosa. 1514-1515. Témpera de Rafael Sanzio de Urbino en el Victoria and Albert Museum de Londres. Pintura.aut.org) (*)

Con la alegría y regocijo que nos dio ver a Jesús muerto primero, crucificado, fue una auténtica gozada para algunos verle luego resucitado. Con precaución, fuimos venciendo el miedo.

-“Me voy a pescar” –dijo un día Simón Pedro. La Roca.

-“Vamos nosotros también contigo” –le dijimos a coro.

Algunos de los que embarcaron, aunque creían en la palabra de Pedro, aún tenían serias dudas de que el Maestro estuviera vivo. Y no era para menos. Todos vimos cómo resucitó a su amigo Lázaro cuando muerto de cuatro días, olía el hombre que apestaba. No era lo mismo. Era Él quien había resucitado a otro…, pero resucitarse a sí mismo, era harina de otro costal. Ganas me dan de repetir lo de que además de que no podía ser…, porque ya se lo saben. Como que era cosa de locos creer semejante disparate. Pero Jesús lo hizo. Y nada de disparate. Resurrección, de verdad de la buena.

Fuimos a pescar. Un decir, porque peces, ¡ni uno! Y eso que habíamos estado toda la noche faenando ¡para nada! Cuando amanecía, nos dirigimos, derrengados, a puerto.

A unos doscientos codos o metros -que las matemáticas no son mi fuerte-, vimos entre brumas la figura de un hombre que nos hacía señas. Nos acercamos un poco más. Sin saber quién era, ni sospecharlo siquiera, todos lo oímos:

-“Muchachos, ¿tenéis algo que comer?” –nos preguntó.

-“No” –. Le respondimos.

-“Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis”.

Lo hicimos así, ¿por qué obedientes? Y casi no podíamos sacarla por la multitud de peces que había en ella. Expertos en estas lides, nos quedamos perplejos por la pesca. Aquél, como aunque una miaja ignorantes en estas artes ustedes sabrán, no era lugar ni aquella la hora más adecuada.

Juan, que no estaba a por uvas como nosotros, exclamó: “¡Es el Señor!”. Ni corto ni perezoso, en cuanto Pedro oyó esto, se lanzó al agua de cabeza. En no muy buena forma el hombre, llegó a la orilla a la par que nosotros. Una vez todos en tierra, vimos “brasas encendidas y un pez puesto encima y pan”.

-“Vamos, almorzad”.

Aunque le vimos bien de cerca y sabíamos ahora quién era, nadie dijo ni pío. Almorzamos divinamente. Entre fragancias de la brisa marina y del asado con el pez enorme sobre brasas de sarmiento y buen apetito por la brega de toda lo noche ¡para nada! Una delicia. Menos uno, todos le vieron. Y creyeron.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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