Por Carlos de Bustamante
( Resurrección. Óleo de Luis de Morales, s. XVI, en pintura.aut.org) (*)
“Ningún profeta es menospreciado, sino en su tierra y entre los suyos”. Lo dijo mi Amigo y lo oyó Tarsicio entre los suyos de Nazareth. Su tierra. “¿De dónde le vienen a Éste esos poderes?”, decían otros por los milagros que hacía. Vaya, pues intentaré explicarlo. Les diré luego de dónde me vinieron las entendederas.
El poder de Dios. ¿Pero no era Él sólo un hijo; el hijo de Myriam y de José, según se creía?, podrían preguntarse. Como ellos. Los nazaretanos. Suban, si quieren, unas líneas y relean lo dicho: “Sin dejar de serlo”. Pues eso. Dos naturalezas, divina y humana. Ésta con la que murió. Como el Padre, sin dejar de ser Dios. Dios Hijo. Como Dios Espíritu Santo, que enseguida veremos. Si Él es servido. El poder de Dios. El mundo infinito de Dios infinito. Muy claro ¿no…? Creerlo se llama Fe. Me lo dijo y lo creí. A ustedes, mis improbables lectores de un esclavito negro y etíope, lo crean o no, se lo dice sólo Tarsicio. O tal vez Él mismo ¡si le escuchan! A solas y en donde se encuentren, háganlo sin miedo. ¡Vale la pena! También lo creerán. Aun sin entenderlo. Fe.
¡Tú, Tarsicio, porque lo viste, no te fastidia! Fe. Insisto. Y ¡curioso!, escrito esto cuando, precisamente, hoy finaliza el Año de la Fe.
—
(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
https://c2.staticflickr.com/2/1685/24206963436_554e2365fb_b.jpg