Por Carlos de Bustamante
( La Maestà. Aparición del Resucitado en la cena de los Apóstoles. 1308-1311. Temple sobre tabla de Duccio di Buoninsegna en el Museo de la Ópera del Duomo. Siena. Italia. 39,5 x 52) (*)
En estado lamentable corrí como un loco; sin saber bien a dónde me dirigía. ¿A quién ir si no a Myriam, mi Madre?
Estaba en el Cenáculo en oración con los apóstoles que, como Tarsicio, también acudieron a Ella en busca de consuelo. No sé si decepcionados, pero sí tan tristes y asustados como yo; o más que yo. Sin mediar palabra, la mirada de mi Ama y Señora, me infundió, como siempre, una gran paz. No se me fueron de las mientes las pesadillas, no. Pero sentí de pronto que las pesadillas fueron sólo eso. ¡Pesadillas de los demonios!
Por su mirada llena de cariño y comprensión supe con certeza que el demonio y sus corifeos existían. ¡A mí me lo iban a decir ahora…! Arropado con la sonrisa dolorosa e inolvidable lloré arrepentido de mis dudas. Como un niño. Con un beso en la frente vi por primera vez el cielo. Y porque lo vi, a alguien se lo tengo que relatar ¡A ver…! Como Juan estaba con ella, pensé volver a mi trabajo…
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