Pasando del Encélado

Por Javier Pardo de Santayana

( Encélado, satélite de Saturno)

¿Encélado? ¿Qué es eso? ¿No será “encelado”? preguntará seguramente mi improbable lector. Pues vaya cosa rara…

Pues sí, se trata de “Encélado”, y éste es el nombre no de un caballo ganador del turf sino de una luna; claro está que no de la de siempre sino de una de las muchas de las que rodean a Saturno, ese planeta fascinante revestido de anillos luminosos. La traigo a colación porque ya la conocemos de bien cerca. La sonda Cassini se fue a explorar aquella zona del espacio el año 97 para investigar sobre aquel planeta y sus satélites – sobre todo Titán, que es el más grande – y ya en 2008, bien pasada su fecha de caducidad (que fue extendida) llegó a pasar a sólo 25 kilómetros de la citada luna, cuya fotografía nos revela algunas cosas asombrosas. Ahora lo acaba de hacer desde sólo algo más lejos: a unos 49.

Para empezar – primer asombro – la foto es poco menos que perfecta, algo milagroso si tenemos en cuenta la distancia a la que la sonda se encontraba de la Tierra; distancia que no les cuantifico exactamente a ustedes por no marearles, pues supera los mil millones de kilómetros. Mi segundo asombro surge al conocer la estructura de la luna o satélite, constituida por un cuerpo rocoso envuelto por un inmenso océano global y una costra exterior de hielo permanente. El tercero, la presencia en su polo sur de una pluma de géiseres que partiendo de la envoltura acuosa atraviesan la capa exterior, despertando entre los investigadores un interés científico concreto: llegar a saber la capacidad de aquel océano interior para albergar algún tipo de vida por simple que ésta sea.

Para conseguirlo han orientado y aproximado ahora la sonda a aquella zona de la superficie en la que proliferan las emisiones de agua de los géiseres para forzar así una buena ducha. De esta forma se espera contar con algunas gotas cuyas moléculas pesadas revelen la naturaleza de esas aguas y conocer su composición, de la cual podrían deducir la actividad hidrotermal del interior acuoso y su capacidad para albergar algún tipo de vida. Conviene decir que la sonda no dispone de sistema diseñado para detectar su existencia de otra forma más directa.

La verdad es que yo veo todo esto y me parece estar soñando. Me cuesta creer que estamos hablando de algo real; que lo que he descrito no es fruto de una noche toledana y una pesadilla de las que desbordan la imaginación. Y, naturalmente – a la vista, por lo menos, de lo que sabemos por nuestra experiencia de lo que el hombre da de sí y de las dificultades con las que tropieza para conseguir cualquier cosa que pretende – que tal cosa sea factible para el ser humano. Aunque en cualquier caso parezca evidente que nos desenvolvemos con mayor facilidad y precisión más allá del abrupto límite de la superficie de nuestro planeta.

O sea que donde uno tropieza con mayores obstáculos es en nuestro propio entorno. Recuerdo una noche en la que yo mismo flotaba sobre la superficie de un lago de Alabama: estaba yo mirando al cielo relajadamente cuando caí en la cuenta de una cosa bien sencilla y sin embargo trascendente: que de no ser por la fuerza de la gravedad, lo que tenía frente a mí no era sino un enorme e impresionante abismo. Y que había más cosas entre mis ojos y mis manos extendidas que entre aquellos y cualquier estrella. Percibí entonces el contraste entre lo que tenía debajo de mi cuerpo – miles de kilómetros de algo opaco e invisible para mí – y lo que tenía arriba, un espacio vacío de trasparentes años luz.

Pues bien, de la misma forma me sorprende el contraste entre aquellas cosas en las que la sociedad en que vivimos se enreda y se interesa y una noticia como ésta, que ni será tema de conversación ni generará siquiera un comentario de admiración o asombro. Fíjense ustedes: andamos desde hace tiempo buscando vestigios de la presencia de agua en otros astros como la Luna o Marte, y ahora damos con uno cubierto enteramente de agua y no le hacemos pajolero caso, mientras que un simple gesto de Lady Gaga, cualquier insulsa declaración de un diputado, una mueca de Messi o de Ronaldo, o el nuevo amor de una artista más o menos conocida, puede ocupar la primera pagina de un periódico o ser objeto de un reportaje en la televisión. La noticia de que el hombre ha conseguido acercarse a distancia de tiro de uno de los satélites de un planeta fascinante y lejano del sistema solar, y que incluso es capaz de dar órdenes para maniobrar o realizar un análisis químico por medio de artificios fabricados por nosotros mismos, parece ser un asunto irrelevante para la inmensa mayoría de los españoles. Y eso que que, además de madrileños, gallegos, murcianos, montañeses, canarios, baleares, andaluces, valencianos, riojanos, vascos, castellanos, asturianos, catalanes, aragoneses, extremeños, melillenses, ceutíes, y por supuesto europeos, son, sobre todo, ciudadanos del mundo. Les recuerdo: aquel planeta azul.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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