El Rezongón. Ejército o sociedad ideal ¿una utopía?

Por Carlos de Bustamante

( Héroes de Alcántara. Óleo de Ferrer Dalmau) (*)

He de pedir primero perdón por la redundancia en el título; porque tanto el Ejército como cualquier otro “colectivo” son parte de la sociedad, aunque con distintas misiones dentro de ella. Cierto que éste es de trascendencia difícil de superar para la seguridad del país o mejor, nación que lo tenga, como es lo general.

Así pues cuanto “rezongue” en el presente artículo pudiera ser válido para cada una del conjunto de naciones de todo el orbe.

Me referiré obviamente a nuestro Ejército. El que recuerden, es la institución mejor valorada por “casi todos” los españoles. Mayoría absoluta.

En mi habitual “tertulia de la una” en el Casino de Valladolid –donde no por casualidad pasa el Pisuerga-, uno de los tertulianos afirmó con rotundidad: “¡El ejército ideal, no existe!”.
Tras unos momentos de duda el espíritu militar del Rezongón saltó como un chinche.

-Eso será para ti, que de la mili…., cero patatero. A continuación y ya menos vehemente, le dije cuál era mi idea del Ejército como vocación de servicio a la Patria común de todos los españoles. El chinche ahora fue él.

-Pero eso, mi amigo (porque lo somos y muy entrañables) es una utopía.

La tertulia se puso interesante y subidita no tanto de tono como de “principios y valores”. Y como todos los tertulianos somos cristianos, componentes de la sangre que fluye en el torrente circulatorio de la sociedad, seguimos hablando tan en cristiano -sin afectación- como se lo cuento.

Con énfasis tal vez excesivo, expuse mi teoría, vivida y practicada lo mejor que supe y pude durante los cuarenta y cinco años de servicio, veinticinco de ellos como instructor de reclutas y soldados.

Sin necesidad de manifestar mi pertenencia a grupos o instituciones cristianas que, sin tampoco ocultarlo, pertenecen a mi legítima privacidad, sigo desde cadete las enseñanzas del “santo de lo ordinario”: San Josemaría Escrivá fundador del Opus Dei y santo sacerdote secular de nuestro tiempo. Su receta, aunque no nueva sí estaba como olvidada: “Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto”. Interrupción inmediata:

-¿Ves…? : Utopía.

-¡”Quieto parau”!

-¿Y cómo lo sabes, acaso lo has intentado…? Breve silencio.

-¡Bah, bah… bobadas! ¡No sé cómo -replicó “su perdición” el tertuliano contundente. Como así no se las pusieron ni a Felipe II, carraspeé, tranquilo, e inicié lo que, en confianza de amigos íntimos, estaba deseando decir.

– Estaba haciendo un Curso Internacional de Verano (¿) en el Carmen de las Maravillas de Granada, situado en lo más alto del Albaycín cuando Don José Orlandis (q.e.p.d.), sacerdote que dirigía en su “especialidad” el Curso, nos explicó en una meditación cómo intentar-luchar- por lo “ideal” (imposible o utopía).

1.- Santificar el trabajo (caras de haba, que comprendimos luego)

2.- Santificarse en el trabajo ( “ “ “)

3.- Santificar a los demás con el trabajo (asombro y perplejidad), que duraron menos que un caramelo a la puerta de un colegio cuando desgranó luego todo punto por punto.

Perplejidad y asombro cuando supimos todos claramente que era “método” viejo como el Evangelio viejo y nuevo como lo es siempre nuevo el Evangelio.

Cuando años más tarde se lo oímos de viva voz a Mons. Josemaría, de las habas no quedaron ni rastro:

“Lo he enseñado constantemente con palabras de la Escritura Santa: el mundo no es malo, porque ha salido de las manos de Dios, porque es criatura suya, porque Yaveh lo miró y vio que era bueno. Somos los hombres los que lo hacemos malo y feo, con nuestros pecados y nuestras infidelidades. No lo dudéis, hijos míos: cualquier modo de evasión de las honestas realidades diarias es para vosotros, hombres y mujeres del mundo, cosa opuesta a la voluntad de Dios.

Por el contrario, debéis comprender ahora –con una nueva claridad– que `Dios os llama a servirle en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana: en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, `en el cuartel´, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día. Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir´….

Yo solía decir -prosiguió- a aquellos universitarios y a aquellos obreros que venían junto a mí por los años treinta, que tenían que saber `materializar la vida espiritual´. Quería apartarlos así de la tentación, tan frecuente entonces y ahora, de llevar como una doble vida: la vida interior, la vida de relación con Dios, de una parte; y de otra, distinta y separada, la vida familiar, profesional y social, plena de pequeñas realidades terrenas.

¡Que no, hijos míos! Que no puede haber una doble vida, que no podemos ser como esquizofrénicos, si queremos ser cristianos: que hay una única vida, hecha de carne y espíritu, y ésa es la que tiene que ser –en el alma y en el cuerpo– santa y llena de Dios: `a ese Dios invisible, lo encontramos en las cosas más visibles y materiales´”….

-Pues hombre, si te pones así, ahora lo sigo viendo, si no imposible, por lo menos difícil. –me contestó “impactado” el tertuliano.

-Pero no imposible ¿no? –le dije.

-Imposible, imposible, no; pero, insisto, muy difícil, “cuasi utopía”- me contestó, ahora al menos con cara de duda.

Como a las dos en punto finaliza la tertulia, depositamos a “escote” el importe de la escasa consumición y con el tema sin agotar, “cada mochuelo se dirigió a su olivo”. Había sonado el “toque de fajina”. Puntualidad espartana. “Hasta mañana si Dios es servido”

Para ustedes: Que conste que no pretendo aconsejar (¿o sí?); yo… digo nada más.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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