La Gran Vía en versión cutre

Por Javier Pardo de Santayana

( Madrid. Acuarela de Camilo Huescar en su exposición de la Galería Xeito, en mayo se 2011) (*)

Menudo sueño… Resulta que estos días teníamos en las cercanías de Madrid una ola de calor que no nos dejaba ni dormir a gusto, y he necesitado llegar aquí a Cicero, junto a la ría de Santoña, para poder descansar a discreción. Mas el poder por fin dormir a gusto no ha sido suficiente para eliminar de mi ánimo las impresiones que cada día nos trasmiten las noticias de primera página, y la combinación de una cosa con otra acabaría por degenerar en pesadilla.

Así soñé que volvía al Madrid de la posguerra, cuando vivía en la calle de las Huertas – hoy barrio “de las Letras” – frente por frente de la calle del Príncipe y del domicilio de los Dominguines; a cuatro pasos del teatro Español. El lugar era, en efecto, el mismo, pero muchos nombres habían cambiado. Me sentí desconcertado: el teatro Español, donde tuve la ocasión de presenciar siendo aún muy niño el “Baile en Capitanía” de Foxá, había cambiado su nombre por el de “Teatro Federal”, y bajo las banderas republicana y del orgullo gay, en sus carteles se anunciaba “Baile en la Checa de Fomento”. Entonces me lancé a la calle por ver si conseguía comprender lo ocurrido. De entrada, el Palacio del Duque de Santoña había sido convertido en Casa del Pueblo y la calle del Príncipe se llamaba ahora “del Desahucio”.

Indudablemente alguien la había emprendido con el callejero. “No debe ir mal la economía cuando se gastan el dinero en esto”, pensé yo para mis adentros. Y en efecto, pronto lo pude comprobar pateando la ciudad del uno al otro extremo. Hasta prestigiosos escritores, artistas y toreros habían sido borrados del mapa por no ser del gusto de los gobernantes. Entonces me dirigí al teatro de La Zarzuela donde reponían “La Gran Vía”, aquella obra en la que las calles y las plazas de Madrid, junto con sus personajes más típicos, componían lo que ahora llamaríamos “un musical”. Y me pregunté que habrían hecho con ella.

Naturalmente, todo había sido transformado por la nueva censura. La calle Caballero de Gracia – “Caballero de Gracia me llaman, y, efectivamente soy así” – era ahora “Ciudadano de Grecia” en honor del presidente de Syriza, y Los Ratas – “yo soy el rata primero, y yo el segundo, y yo el tercero” – serían representados por conocidos políticos, por supuesto todos de la derecha. Por otra parte, la Municipalidad, papel providencialmente atribuido a la mujer, era protagonizada por la actual inquilina del palacio de La Cibeles, que mostraría su gesto atravesado; como de molestarla algo, mientras la Menegilda, convertida ya en ”empleada del hogar”, presentaba su rostro más hosco y reivindicativo entonando con el puño en alto lo de “pobre chica la que tiene que servir”, ahora en su versión “pobre paria de la Tierra, víctima de la desalmada clase explotadora”. Por supuesto que su contrapartida, es decir, doña Virtudes – la recordarán: es la que respondía con aquello de las “Pobres amas” – pasaba a llamarse “doña Vicios”, y, para completar la escena, se añadía como tercero en liza y a la manera del don Hilarión de la Verbena, el personaje de “don Sindicato”. Además, de la Puerta del Sol quedaría suprimida la figura de la Sinceridad, pero se incorporarían las de un chapero y una transexual, actualizando así el famoso tipismo zarzuelero.

De todo ello deduzco que los cambios en el callejero urbano habían obligado a una gran transformación del libreto de Felipe Pérez y González al que pusieran música Joaquín Valverde y Federico Chueca. Así que, tal como era de esperar, la polca “somos la Crem”, protagonizada tradicionalmente por la Golosa y el Sietemesino, era ahora interpretada, ya en clave de rap, por el Dúo del Tic Tac formado por un perdonavidas con coleta y una especie de cruce entre El Pequeño Nicolás y Harry Potter; éste último caracterizado por no bajar nunca las cejas.

Por supuesto que aún quedaban el paleto – para el que, según mi atribulado sueño, habría habido tortas en los casting – y el coro de “Y de la yernocracia…”, ahora aplicado con el favor de la jurisprudencia mas reciente, no sólo a los yernos, sino también a los y las amantes, los hijos, los hermanos, y toda clase de parientes.

Para finalizar mi descripción de aquello que recuerdo de mi inquietante pesadilla de esta noche, reseñaré la interpretación de la polca “Somos las calles, somos las plazas”, también reconvertida en insufrible rap como muestra fehaciente de la censura indigno-comunista.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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