El gran aquelarre

Por Javier Pardo de Santayana

( Aquelarre. El Gran Cabrón. 1821-1823. Pintura mural, pasada a lienzo, de Francisco de Goya y Lucientes, en el Museo del Prado. Pintura.aut.org. 140 x 438 ) (*)

Lo ve uno y no acaba de creerlo. España es hoy un escenario insoportable para la inteligencia y desconcertante para la simple lógica. Una especie de Quinta del Sordo en cuyas paredes se exhibe un friso de pintura negra.

Ahí tienen a Madrid, la capital de un Reino que lo fue de un imperio en el que el sol no se ponía, florón del primer estado moderno de Europa y sede del arte de El Prado, el Thiessen y el Reina Sofía, hoy gobernada por la Cofradía de la Mala Baba. Por una señora que elige como colaboradores a una panda de “okupas” y presenta nada menos que como concejal de cultura a un individuo de aire inquietante que se regodea en el desprecio a los judíos gaseados en Auschwitz, a las jovencitas asesinadas en Alcasser y a las piernas amputadas de una niña víctima del terrorismo etarra. Que se rodea de gente que propone cargarse de distintos modos a los que no les caen bien y hace chistes sobre sus cadáveres, propone una nueva quema de templos cristianos o se despelota ante un sagrario. Una buena señora que justifica estos desmanes y muestras de mal gusto y crueldad con explicaciones imposibles de tragar.

Dicen que esto ocurre como consecuencia de la corrupción. ¿Quieren ustedes mayor corrupción que ésta?

Pues para culminar tanta maldad y estupidez esta señora nos propone ahora que sean las madres de los escolares quienes limpien las instalaciones de las escuelas, mandando así al paro a los trabajadores que lo hacen actualmente y cayendo al mismo tiempo en la más cerril discriminación sexual. Porque más tarde se daría cuenta de que sólo mandó a barrer a las señoras, pero ya para entonces había revelado su pensamiento intimo. ¿Qué les parece a ustedes?

Como verán, todas estas cosas son tan disparatadas que resultan difíciles de aceptar como ciertas. Y sin embargo los medios tienden a exculpar a tan curiosa artista del surrealismo político como si no tuviera que ver con la elección de sus directos colaboradores.

Otro espectáculo que sirve para calibrar el estado de degeneración moral en que nos hemos sumido voluntariamente es el ver como, en la ciudad de Barcelona, la nueva alcaldesa se propone dejar vía libre a los alborotadores. Sí, a esas hordas – curioso es constatar que volvemos a un término como éste – que esconden sus rostros de culpables bajo pañuelos y capuchas y destruyen el mobiliario urbano con la mayor impunidad.

Difícil es también de entender el acceso a determinadas alcaldías de los terroristas de ETA ahora representados por sus amigos y compinches. Desde luego resulta increíble que esto llegue a ocurrir en una España que se alzó gallardamente contra la ignominia tras el asesinato de un joven concejal elegido democráticamente. Sí; es poco menos que inaudito que tal cosa suceda después de haber presenciado escenas de muertes alevosas y secuestros despiadados, de tiros en la nuca y de bombas lapa; de niños destrozados por las explosiones y familias sumidas en el mayor dolor. Claro que también de políticos mirando hacia otro lado y recogiendo nueces.

Que todo lo que digo ocurra aquí en Europa y en el siglo XXI con el pretexto de una regeneración moral es algo para premio. ¿Puede haber otra cosa más surrealista que ésta?

Nos preguntamos quién nos ha engañado: cómo nos hemos dejado engañar de esta manera. Mientras los unos urdían el escenario y descargaban su bilis en los sórdidos rincones de la tuitería haciendo salvoconducto de la crisis, los otros arrojaban sus votos a la papelera en aras de la perfección. Y por igual razón, toda una mayoría se quedaba cobardemente en casa.

Esperemos que, ante el susto de esta situación surrealista, la mayoría de los españoles que no abdicaron de la sensatez reaccione y se de cuenta de la burrada que entre todos hemos hecho; del grado de sinrazón que se ha impuesto en esta sociedad desorientada e infantilizada. De esta autodestrucción y este autoengaño. De que hemos ido a parar a donde no queríamos; y de que lo que ha salido tras tanto y tan torpe trapicheo en poco se parece a lo que en realidad dijeron los votantes. Que lo que ahora tenemos es el resultado de una manipulada alquimia matemática que acabó tergiversando la expresión popular.

Les confiaré mi pesadilla de esta noche: bajo un cielo oscurecido por el vuelo de los tontos útiles se agita el aquelarre de la Cofradía de la Mala Baba mientras el culpable último de tanto desconcierto cuenta las nubes en su rincón dorado con el fondo de los silbidos al himno nacional y el coro de los bien intencionados que entona compungido la canción del verano y su estribillo: algo así como “ay, si lo llegamos a saber…”.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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