Por Javier Pardo de Santayana

( Acuarela de Álvaro Castagnet en Facebook ) (*)

Y algunos dicen que se aburren…

Parece que el hombre de hoy, saturado de estímulos, necesita acción y busca ansiosamente las emociones fuertes. En España esta tendencia nos ha llevado a situar la polémica en el nivel más alto de nuestra escala de valores. Por lo visto, para el español del siglo XXI tan sólo el sexo y la polémica valen la pena como alicientes de la vida. Claro que también en esto, como en la mayor parte de las modas que conforman nuestras actuales actitudes, intervienen los enfoques económicos que se asocian a cuanto pueda sucedernos. Hay que vender, y se buscan trucos de mercadillo para sazonar nuestra “realidad mediática”.

Tal es una de las razones por las que los jóvenes – y ahora ya también los niños, que ven limitados ambos estímulos en razón de las teorías docentes – parecen aburrirse soberanamente. Les quitan ustedes la consola o el móvil y para ellos la vida pierde ya definitivamente su razón de ser. Viéndolos se diría que el ser humano habría nacido para teclear y que su alimento espiritual sería la emoción prefabricada que, al no hallarse en la “vida normal y natural”, ha de ser adquiririda en las pantallas. Por supuesto con el dinero de los padres, cada vez más ganados por los “trending topics”.

Así que el hombre de hoy, que en juegos y películas ha visto tanto sexo explícito, tantos asesinatos, tantas luchas a muerte, tantas explosiones, tantos terremotos, tantas caídas en el vacío, tantos sustos y tantos terrores pavorosos, tanta maldad y tanto mal articulados en sonidos y en imágenes, se aburre soberanamente con esta vida nuestra tan organizada y tan sobrelegislada para que nunca pase nada. La seguridad llevada hasta el ridículo, la obsesión por la profilaxis y por las precauciones, tantos derechos y tan escasas obligaciones, tan escasa tensión de los espíritus, no parecen brindar ya aliciente alguno. Así que, fuera de la “”vida naturalmente vivida”, nos convertimos en seres exigentes y sin vida interior, dependientes de trastos y substancias, desconocedores de nosotros mismos y hartos de imágenes prefabricadas por la industria. Esto es espacialmente aplicable a los “occidentales”, o si quieren ustedes, a los “europeos” en su versión “hispánica”.

Y, sin embargo, este planeta nuestro sigue ofreciéndonos realidades asombrosas que superan ampliamente la ficción. El problema es que las vemos, como todo lo demás, en las pantallas de la televisión, así que tendemos a asimilarlas no como algo que puede afectarnos de una forma u otra, sino como una parte más del espectáculo.

Ahí tenemos, por ejemplo – reales como la vida misma – las historias que nos llegan de Corea del Norte, un país de verdad, con gente de verdad aunque no lo parezca, pero en el que ocurren cosas tan terribles y también tan increíbles que las catalogamos como folklore exótico: como argumentos de ficción desarrollados por personajes de guardarropía.

Buena muestra de esto es la noticia de ayer mismo, según la cual Kim-Jong-un ordenó fusilar sobre la marcha nada menos que a su propio ministro de Defensa. El motivo, haberse dormido en su presencia durante un desfile. Sí: créanlo ustedes. Añadió, claro está, el argumento de que no le obedecía tal como él quisiera, pues se ve que lo de que se le durmiera no le pareció razón del todo convincente para la opinión occidental. Mas no era difícil suponer que la ocasión se produjese más pronto o más tarde; sobre todo cuando el pequeño déspota larga sus clásicas consignas. Todos hemos oído algún vez un rollo macabeo de ese tipo y sabemos hasta qué punto se hace difícil aguantar la llamada del sueño.

Pero imaginen que el ataque de sueño del desgraciado gerifalte hubiera tenido origen en una noche “toledana” que pasó con fiebre o una cena copiosa seguida de una mala digestión. A ver cómo evita uno el no dormirse aunque se tema la reacción del poderoso en un país como Corea del Norte, donde toda sinrazón – incluso que a uno le laminen por un bostezo inoportuno – puede tener su asiento.

Sí; allí puede ser considerado justo y necesario, y sobre todo, natural y lógico, hasta cargarse al ministro de Defensa a cañonazos con una pieza antiaérea emplazada al efecto y capaz, según los datos recibidos, de alcanzar los 8000 metros aunque el “ejecutado” no se encontrase a más de treinta de distancia. Con lo cual pueden imaginar ustedes el estropicio facial y corporal producido al desgraciado general, a quien por añadidura se humilló “ejecutándole” como lección del día a la vista de los cadetes de la Academia Militar, que ya sabrán a partir de ahora como hay que comportarse en presencia del “Amado Líder”.

No me digan que una escena en la que se elimina a literales cañonazos y ante una masa de jóvenes uniformados al hasta entonces hombre de confianza de un pequeño déspota oriental por haber dado una inoportuna cabezada no es algo que supera cualquier argumento cinematográfico y que una imaginación tan enrevesada y surrealista como la que esto exige no merece un Oscar por lo menos.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
https://farm8.staticflickr.com/7685/17983139886_be3073c481_b.jpg

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

Lo más leído