Cemento en los jardines

Por Javier Pardo de Santayana

( En Periana. Acuarela de Blanca Álvarez en Facebook, Amigos Acuarelistas) (*)

En este año de sorpresas meteorológicas ya entró la primavera hace algún tiempo, y ahora se la ve por todos los rincones. Nosotros hicimos una poda profunda en el jardín y estamos a la expectativa de sus resultados. Por ejemplo, el árbol del amor, que sufrió un tratamiento radical, se ha limitado a producir unas pocas florecillas mínimas, así que habrá que esperar al año próximo. En todo caso falta poco para la explosión total de los rosales en los que ya asoman los capullos y en algunos casos grandes flores. Pero las que destacan por ahora son las caléndulas, hijas de una pequeña mata que yo mismo arranqué del borde de una acera. Y no he visto fecundidad como la suya: en los últimos años generó toda una familia que he repartido por otras macetas. El resto del color lo añaden el jazmín blanco, un cerezo y un lilo florecidos, y unas pocas petunias rosas y blancas adquiridas en viveros; no muchas, que el fin de mes está ya amenazándonos. Todo esto amén de los clásicos ciclámenes que ahora habrá que proteger de los rayos del sol.

Mientras cuidamos el jardín y sacamos un montón de bolsas con desechos de poda que revelan la fecundidad de la tierra que pisamos, oigo un runrun de máquinas que revelan el trabajo de nuestros vecinos. Según me dicen están sustituyendo el césped natural por otro artificial. Supongo que, hartos de ocuparse del jardín, quieren ahorrar trabajo…Y lo comprendo teniendo en cuenta la ajetreada vida que hoy se estila.

Pero la tendencia a ahorrar estaba clara ya desde el principio. Mientras nosotros – jubilados – construíamos una especie de oasis de verdor, ellos, en edad de pleno rendimiento, procuraban limitar los espacios de jardín propiamente dicho cubriendo el terreno de cemento y otros materiales parecidos como el hormigón impreso. Así el jardín clásico de hierba, flores, árboles y plantas de distintas clases, quedaría relegado a algo testimonial: una especie de rincón de los recuerdos.

Estoy seguro de que el nuevo proyecto les quedará muy bien ya que son mañosos y gustan de tener todo pimpante, pero, si les he de ser sincero, el cambio me produce algo de pena. De entrada veo en él cierta contradicción, o si quieren, un desandar lo andado: primero surgiría la ilusión de vivir en un ambiente alejado de la gran ciudad, esto es, más cercano a la naturaleza, pero luego sentirían la necesidad de quitarse trabajo de encima, y la exigencia se reduciría: habría que simplificar al máximo la atención a los jardines. Así empezarían a caer en aquello de lo que antes venían huyendo; incluso el jardín testimonial acabaría por convertirse en un espacio más cercano al viejo entorno urbano. O sea, como parece ser el signo de los tiempos: esto es, acentuando la artificialidad: el césped que veremos a través de las ventanas no será expuesto a la degradación de las heladas o de los calores veraniegos, sino que permanecerá siempre tal como lo fabricaron.

Y así tendremos el tiempo libre que necesitamos para otras muchas cosas que no requerirán excesivo gasto físico. No malgastaremos esfuerzo tomando la azada o pasando el rastrillo o la manguera, y mucho menos podando o inclinándonos hacia la gleba, que eso puede ser sustituido por la parafernalia del gimnasio; eso sí, pagando, claro está. De la misma forma que el aire no será el de esta campiña baja, sino el acondicionado que nos hará sudar en invierno y temblar de frío en los calores del estío. Y ahí está el ordenador requiriendo de nosotros una atención diaria. Si no ahorramos el tiempo empleado en el jardín, ¿como lo encontraremos para revisar nuestro correo, nuestro facebook o ese whatsapp indispensable?

Sí señores, tendremos que reconocer lo que es nuestra realidad de hoy día, es decir, el hecho de que ésta es ya virtual. Que nuestro entorno no es la naturaleza sino lo que nos muestran las pantallas de la televisión, ese centro de todos los desvelos donde nos dicen lo que nos ha pasado y lo que nos va a pasar, lo que hay que hacer y lo que no conviene hacer: esto es, una visión, falsa desde luego, mas que hoy en día configura nuestra perspectiva del mundo y de las cosas. La que nos forma y nos transforma señalándonos lo que conviene y lo que, por el contrario, no conviene decir, hacer y hasta pensar so pena de ser arrojado a las tinieblas exteriores; lo que hemos de comer y lo que hemos de comprar y hasta a quién debemos votar para seguir la moda.

Por otra parte, ¿para qué necesitamos un jardín si podemos cultivar un bonsai en el salón o ver la naturaleza en su versión televisiva? ¡Pues no hay reportajes estupendos que nos la muestran con ventaja! Y ahí afuera a veces hace frío o le da a uno el sol en la cabeza.

Se ve que, como especie animal que se adapta a cada situación buscando en ella el bienestar, el hombre apunta ya directamente al confort de su nuevo habitat, que no es otro que la gran ciudad supercontrolada donde cada uno tiene su propio nicho y en el que la pulsión atávica que nos mueve a buscar en ella un remedo de la naturaleza es superada por la necesidad del acomodo a una vida cada vez más virtual y encapsulada. Así se explica que, como nuestros vecinos, acabemos buscando en el campo el confort de la ciudad en vez de al revés como parecíamos pretender de inicio.

La cuestión es que, según parece, necesitamos esos añadidos de la invención humana que nos hará sentirnos cómodos al abrigo del aire; encajados por fin en un ambiente en el que se nos ofrece cuanto necesitamos con solo pulsar teclas y dejarnos los ojos en una pantalla. Porque, de la misma forma que ahora podemos atravesar los inclementes cielos del planeta salvando océanos, ríos, selvas, y desiertos sin desplazar siquiera nuestras posaderas del asiento más o menos confortable de un avión, bien podremos disfrutar de la visión de la naturaleza sin necesidad siquiera de exponernos a la incomodidad de la intemperie.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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